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Palos de ciego
Columna
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El malentendido de las dos ultraderechas

Junts es ahora mismo un partido reaccionario, supremacista, xenófobo, ultraliberal, de un nacionalismo extremo

EPS 2481 - Columna Cercas
LIONEL BONAVENTURE (Getty Images
Javier Cercas

España no es diferente, pero tiene sus cosas. Una de ellas es que aquí no padecemos una ultraderecha, sino dos (como mínimo): la española y la catalana, Vox y Junts×Cat. Ambas aparecieron en 2018 —antes, España era uno de los escasos países europeos sin ultraderecha en las instituciones— y, con toda lógica, una surge de la otra: el detonante de Vox fue el otoño catalán de 2017, cuya herencia recoge con orgullo Junts. Ambas ultraderechas se desgajan de la derecha tradicional: Vox, del PP; Junts, de CiU… Pero, un momento: ¿Junts, un partido de ultraderecha? Todos calificamos así a Vox, pero ¿no pasa Junts por ser un partido de derechas, o incluso progresista?

Quien no se ha enterado de que Junts es un partido de ultraderecha es que no se ha querido enterar. ¿Saben lo que significa Junts×Cat? Significa Juntos por Cataluña. ¿Qué pensarían de un partido llamado Juntos por España? ¿Debo ensuciar de nuevo esta columna recordando la basura que escribió Quim Torra, único presidente de la Generalitat de Junts, contra los catalanes que no hablan catalán (entre los que no me cuento)? ¿Han oído a algún líder ultraderechista mundial llamar “bestias con forma humana” a quienes no usan su idioma? ¿Qué dirían si eso lo hubiera escrito un dirigente de Vox? ¿Por qué creen que Junts pide al PSOE el control de la inmigración? ¿Saben quiénes han sido los mejores aliados de Carles Puigdemont en Bélgica (y en toda Europa)? ¿Han oído hablar del Vlaams Belang? ¿Han leído el programa económico-social de Junts? No sigo: Junts es ahora mismo un partido reaccionario, supremacista, xenófobo, ultraliberal, de un nacionalismo extremo y un compromiso muy limitado con la democracia. ¿Existe una definición más acabada de un partido de ultraderecha? Así que Pedro Sánchez tenía toda la razón cuando, en 2018, definió a Torra como “el Le Pen de la política española”; el problema es que, cinco años después, el propio Sánchez se ha abrazado a Junts para seguir en el Gobierno. Lo ha hecho con el beneplácito de casi todo el progresismo español y el argumento de que así frena a la ultraderecha. Falso: es imposible frenar a la ultraderecha con la ultraderecha. Y no puede ser más fácil pactar con la ultraderecha (catalana) que con la derecha (española)… Pero entiendo el aplauso de la izquierda. Se dirá que, en rigor, ese aplauso no es de izquierdas, y Groucho Marx estaría de acuerdo: según él, no es de izquierdas quien siempre está de acuerdo con los partidos de izquierdas (tanto si dicen un día blanco —sí a la amnistía— como si al día siguiente dicen negro —no a la amnistía—). Pero lo entiendo: al fin y al cabo, un progresista del resto de España no conoce de primera mano a Junts y sólo debe realizar un esfuerzo moderado de cinismo para fingir que ese partido no es lo que es: trumpismo en estado puro. “Allá os las apañéis con ellos”, piensan nuestros amigos progresistas allende el Ebro. “Además, con lo bien que nos cae Junts desde que nos permite seguir en el Gobierno y librarnos de Vox”. Lo entiendo. Pero entiendan ustedes también que muchos progresistas catalanes nos sintamos abandonados. El sentimiento está justificadísimo: baste recordar que el PSOE borró literalmente a los no secesionistas de su espeluznante pacto de legislatura con Junts, donde Cataluña se identifica sin fisuras con el secesionismo. Además, sean sinceros, ¿a que los catalanes no secesionistas les parecemos un poquito fachas? ¿A que sí? Por eso pienso a menudo que deberíamos separarnos tanto de Cataluña, donde sobramos, como del resto de España, donde sobramos también (salvo en campaña electoral, claro está). A menudo, no: muy a menudo.

La victoria más perdurable del franquismo consistió en persuadir a la izquierda de que todo lo que huele a español es facha (incluidos Cervantes y Velázquez) y todo lo que huele a lo contrario es progresista (incluidos el nacionalismo y la ultraderecha, siempre que no sean españoles). Este malentendido explica que consideremos ultraderecha a la ultraderecha española, mientras que a la ultraderecha catalana la consideramos cualquier cosa menos ultraderecha. Este malentendido nos está matando.

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