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Entramos en el cuartel general de Lego, el imperio de los bloques de construcción que cumple 90 años

Nueve décadas en nueve claves: de la historia de un diseñador español que trabaja para la marca danesa a los nuevos ladrillos hechos con caña de azúcar y botellas recicladas. Viaje a Billund, la ciudad donde nació la fábrica de juguetes más famosa del mundo.

El diseñador español Pablo González, fotografiado en el campus de Lego, en Billund (Dinamarca).
El diseñador español Pablo González, fotografiado en el campus de Lego, en Billund (Dinamarca).Vicens Giménez
Jorge Morla

1. La ciudad

“Todo el mundo en esta ciudad conoce a alguien que trabaja en la compañía. Puede ser tu marido, un amigo o tu madre, pero siempre hay alguien cercano”, cuenta Juli, de 45 años, en una de las coquetas calles de la localidad danesa de Billund, donde vive. Detrás de ella, mientras habla, pasa gente con inconfundibles bolsas amarillas. Las han comprado en tiendas que, sean de lo que sean, siempre venden algún set de construcción. Tiendas que, a la hora de pagar, no admiten bloques de plástico. Pero casi. “Es un orgullo, han construido muchas cosas y esta ciudad no sería lo que es sin la empresa. Si cuentas que eres de aquí, de Billund”, dice Juli, pronunciando por fin las dos sílabas que permean todas las vidas de la localidad, “todo el mundo la ubica por la marca. Todo el mundo conoce Lego”.

La última frase de Juli es acompañada por el sonido de un avión dispuesto a aterrizar en el aeropuerto local, situado en medio de la península de Jutlandia y que es el segundo más importante de Dinamarca. Por si quedaban dudas, el aeródromo comenzó a construirlo, en 1961, el entonces director de Lego, Godtfred Kirk Christiansen, hijo de Ole Kirk Christiansen, el carpintero danés que fundó la marca en agosto de 1932. El objetivo era facilitar el transporte de los juguetes fabricados en la localidad. Nueve décadas después, la compañía de los cubos y las minifiguras que empezó creando yoyós y patos de madera se ha convertido en una de las marcas de juguetes más grandes del mundo, con una facturación de 7.500 millones de euros en 2021 y una tremenda infiltración en la cultura popular.

Ole Kirk Christiansen, creador del juego de construcción Lego
Ole Kirk Christiansen, creador del juego de construcción Lego Archivo de Lego

2. El cerebro

“Recuerdo cuando todo se hacía a mano”, suspira Niels Milan Petersen, diseñador danés que lleva 42 años trabajando en la compañía. Petersen rememora sus primeros pasos en la empresa mientras se toca el sombrero como de explorador que siempre lleva puesto. “Al principio éramos 12 diseñadores. Para mí era increíble crear los juguetes que me hubiera gustado tener”. Y recuerda cómo, por las mañanas, si descubría ceniza sobre sus dibujos, significaba que durante la noche Godtfred Kirk Christiansen había estado revisando los apuntes de los trabajadores mientras fumaba uno de sus puros. Petersen habla en el Campus Lego, inaugurado a finales de mayo, cuando lo visitó El País Semanal. Es un lugar anonadante: 45.000 metros cuadrados de espacios de reuniones, aulas, comedores y salas de estar que se han convertido en el centro neurálgico de la marca, el cerebro de la compañía. Todo respira el lema de la empresa (cuyo acrónimo da nombre a los juguetes): Leg godt. “Jugar bien”.

3. Los orígenes

La casa original de los fundadores, en el centro de Billund, es un ejemplo de arqueología lúdica. A lo largo de la modesta estancia, de una sola planta, varias vitrinas exponen los primeros juguetes que fabricó la familia y un cartel recuerda que, en 1924, cuando Ole Kirk era un carpintero que ni por asomo pensaba en el ocio de los niños, su taller fue destruido por un incendio que casi acaba con la vida de sus hijos. Eso propició un cambio en la familia y en 1932 se estableció como juguetería. En 1946, Ole Kirk y su cuñado contemplaron en Copenhague una demostración de una máquina moldeadora de plástico. Tras discutirlo, la compraron. En 1947 la máquina llegó a Billund y los jugueteros empezaron a experimentar con pequeños ositos de plástico y primigenios aviones.

En los pasillos de la casa familiar pueden verse varios diagramas de prototipos de cubos. Son experimentos a lo largo de los años hasta que en 1958 Godtfred Kirk dio con la piedra angular de la compañía, el secreto de Lego: el clutch power, el poder de agarre que vertebra la filosofía de juego. Ese año dieron con el sistema interno de los ladrillos que mantiene unidas las creaciones para que no se caigan. Tan sencillo como eso. Y tan complejo. El diseño del ladrillo actual sigue siendo el mismo desde 1958, lo que significa que las piezas fabricadas hace seis décadas encajan con las que se hacen hoy.

Primeros bloques de Lego patentados en 1958.
Primeros bloques de Lego patentados en 1958. Vicens Giménez

4. Talento

Si alguien paseara descalzo por el Campus Lego, sufriría mucho. Es el tipo de ambiente que uno esperaría encontrar en Silicon Valley, solo que el producto que se fabrica aquí es completamente analógico. En el edificio, si uno se fija, acaba encontrando piezas por todas partes: sobre las mesas, en los pasillos, alrededor de las bañeras de bloques repartidas por las tres alturas. Las plantas que adornan los centros de las mesillas donde los diseñadores trabajan también son de Lego: orquídeas, suculentas, rosas, bonsáis.

“Cuando mi hijo tenía tres años —ahora tiene 16—, le regalaron un set de Lego. Tuve que montarlo y ahí tuve mi primer contacto con el juguete”. La historia de Pablo González, gallego de 49 años, sintetiza la de los casi 400 diseñadores que trabajan en Billund. “Fui creando una pequeña colección, un porfolio, empiezas a participar en colecciones, las vas enseñando en foros digitales… sin un objetivo, solo por diversión”, explica González, que antes trabajaba como ingeniero de Minas y tenía una tienda de impresión 3D en Galicia.

Hace seis años y medio, a través de un foro portugués, se enteró de una oferta de trabajo que había abierto Lego. Mandó su porfolio y comenzó el proceso de selección. Primero, una entrevista por Skype, más que nada para ver su nivel de inglés. “Luego, te mandan unos sets a tu casa con una única proclama: construye algo”, explica González. Si la creación gusta en Dinamarca, el siguiente paso es ir a Billund a un taller de tres días a explicar lo que se ha construido. “En ese taller éramos unos 30 y cogieron a 9″, recuerda. Seis años y medio después, vive aquí volcado en los bloques y las construcciones.

5. Materia prima

A pocos kilómetros del campus está la fábrica de Lego. Visitarla es extraño. Se trata de una nave de más de medio kilómetro de un interminable pasillo a lo largo del cual las máquinas de Lego hacen su magia. Cada medio minuto, más o menos, vomitan un puñado de piezas idénticas en una caja, desde simples cubos rojos hasta espadas transparentes, alas de dragón u hojas de palmera verdes. Cuando la caja se llena, otra máquina, esta móvil, pasa a recogerla y se la lleva. Son robots amables que se mueven sin hacer ruido, como frigoríficos azules que se acercan a recoger las cajas en silencio y si se encuentran contigo esperan pacientes a que te hagas a un lado.

La quietud del suelo de la fábrica contrasta con el fragor del techo, donde unos arcones del tamaño de maletas se desplazan a gran velocidad por raíles pegados a la pared. No se ven muchos operarios, aunque en la fábrica de Billund trabajan 750 personas. Muy poco comparado con los 24.000 trabajadores directos que la compañía tiene en el mundo. Además de la de Billund, también hay fábricas en Hungría, República Checa, México o China, y se están construyendo nuevas en Estados Unidos y Vietnam. No es fácil responder a la pregunta de dónde se producen los sets de Lego. Las instalaciones hacen piezas distintas que luego pueden ser ensambladas o empacadas en otras. El aumento del número de fábricas, reduciendo el de transportes, ayudará a mitigar el impacto ecológico, algo que obsesiona a una compañía que, al fin y al cabo, trabaja con plástico.

Algunos de los primeros bloques del famoso juego, también de 1958.
Algunos de los primeros bloques del famoso juego, también de 1958.Vicens Giménez

6. Medio ambiente

“Buscamos con ahínco tener un buen impacto ambiental”, explica Tim Brooks, vicepresidente de responsabilidad ambiental de la firma. Siendo una marca que trabaja directamente con plástico es complicado, pero, como explica Brooks, “el plan es que para 2025 el embalaje sea sostenible [cambiando las bolsas de plástico que contienen las piezas por bolsas de papel], y que para 2030 toda la compañía tenga cero impacto en el ecosistema”. Para ello, se están empezando a usar nuevos materiales: 150 elementos de Lego ya se fabrican con caña de azúcar y el año pasado se presentó un prototipo de ladrillo hecho con botellas de plástico PET recicladas.

7. Cultura pop

Se mire donde se mire en el Campus Lego, se pueden encontrar personajes icónicos transmutados en figuras de Lego: de Iron Man a Darth Vader. Porque la implantación de Lego en la cultura popular es una de las principales claves del éxito de la juguetera. Disney, Adidas, Marvel, Harry Potter, Sonic, el Real Madrid, Levi’s… son solo algunas de las marcas con las que la firma tiene asociaciones o saca productos conjuntos. Desde la maqueta del Santiago Bernabéu hasta los personajes más icónicos de las películas de moda. “Entramos en las películas al principio, en la fase del story board”, explica Emily Jacobs, jefa del departamento de asociaciones con marcas. “Eso nos permite saber qué escenas podemos adaptar a nuestros sets”.

¿Cuál es hoy la alianza más popular? “Super Mario Bros.”. ¿Y las que más dinero aportan a la compañía? “Star Wars y Harry Potter”. Además de los sets de filmes ajenos, la compañía produce películas y series propias. Y los videojuegos de Lego tienen su propio capítulo dentro del sector interactivo.

Lego House, en Billund, Dinamarca
Lego House, en Billund, DinamarcaVicens Giménez

8. Solidaridad

Según la medición de Global RepTrak® 100, Lego encabezó la lista mundial de marcas con mejor reputación en 2020 y 2021 (en la edición de este año ha quedado tercera, por detrás de Rolex y Ferrari). A la buena imagen ha ayudado otra de las patas de la compañía, la Fundación Lego. “Buscamos redefinir el concepto de juego, reimaginar la forma de aprender”, expone Diana Ringe Krogh, jefa de emprendimiento social de la fundación. El 25% de los dividendos del grupo se invierte en la fundación, que desarrolla programas de aprendizaje, creatividad y ocio por todo el mundo. El año pasado se destinaron más de 440 millones de dólares (que equivalen a unos 433 millones de euros) a proyectos con jóvenes. Ringe Krogh condensa la labor social del juguete en sí en una frase: “Un niño ciego no sabe cómo es la Ópera de Sídney. Puedes describírsela, pero solo la comprenderá totalmente si la fabrica con sus manos”.

9. Filosofía

Si descontamos el parque temático Legoland (el más antiguo de los nueve repartidos por el mundo), en medio de Billund hay un tercer edificio de la compañía, la Lego House, una especie de museo y centro educativo lleno de actividades de construcción. A la salida, el visitante recibe un set con seis ladrillos rojos rectangulares. Esos seis ladrillos pueden juntarse de 915 millones de formas diferentes, y un ordenador calcula para cada visitante una combinación única. Ajenos a una frase estampada en la pared, varios niños combinan sus seis ladrillos rojos. La frase reza: “Inspirar y desarrollar a los constructores del mañana a través del poder del juego”. Noventa años después de su fundación, la filosofía es la misma: Leg godt. Jugar bien.

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Sobre la firma

Jorge Morla
Jorge Morla es redactor de EL PAÍS. Desde 2014 ha pasado por Babelia, Cierre o Internacional, y colabora en diferentes suplementos. Desde 2016 se ocupa también de la información sobre videojuegos, y ejerce de divulgador cultural en charlas y exposiciones. Es licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense y Máster de Periodismo de EL PAÍS.

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