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Por una reconquista del espacio público (y humano) en las ciudades

Es tiempo de integrar a la ciudadanía en el centro de las políticas urbanísticas para erigir espacios más saludables, más verdes y más justos —más humanos, en suma—, donde la perspectiva de género y el compromiso con el peatón y el ciclista ya no sean objeto de debate. Viena, París y Copenhague son algunos ejemplos a seguir.

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Albert Tercero

Es evidente que los espacios públicos conforman sistemas esenciales para las ciudades por sus capacidades múltiples: políticas, de movilidad, de encuentro, de juego… Categorías independientes, infinitas y, a la vez, como muñecas rusas, una clase dentro de otra y no posible sin la otra. Otra evidencia es que las ciudades están siempre en procesos de renovación, de rehabilitación, de reimaginación, de reapropiación y de resignificación. Espacios de pugna y crisis, tanto en sí mismos como por su capacidad de ser escenarios de las diferentes posiciones de la ciudadanía.

Los proyectos urbanos de diferentes ciudades nunca han dejado de atender los espacios públicos porque son la esencia. Lugares en los que se visibilizan poderes, valores y presencias. Ciudades con espacios accesibles, pensados para todas las diversidades, hacen posible el derecho a la urbe, como también lo hace el poner las vidas cotidianas en el centro de los proyectos urbanos. Entendiendo y pensando los sitios públicos desde la diferencia, para no generar desigualdades, aplicando la perspectiva de género, la cual reconoce los usos según los roles asignados y las capacidades. Espacios públicos pensados desde la proximidad y para la proximidad, dando protagonismo a lo olvidado y negado, huyendo del habitante neutro y universal, que solo es una falacia que enmascara el privilegio de quien ha decidido históricamente sobre nuestras ciudades.

En el año 2001 publicamos con Jordi Borja el libro El espacio público, ciudad y ciudadanía, una reflexión sobre 20 años de proyectos de recuperación, de creación, de mejora de espacios públicos existentes, de vacíos urbanos transformados en lugares comunes, de la cualificación de las periferias.

Volvemos sobre el espacio público, porque la ciudad nunca está terminada. Como reflejo de la sociedad y sus valores, las ciudades están siempre en transformación.

Hoy, el foco y los criterios han cambiado: se busca la mejora de toda la ciudad, no de las zonas excepcionales y comerciales, ni de aquellas que en sus inicios carecieron de espacio público. Hoy ha variado nuestra manera de pensar dichos espacios, poniendo énfasis en la renaturalización, la vida cotidiana y la movilidad. La renaturalización de la ciudad es una respuesta a la conciencia ecológica y ecodependiente de nuestra sociedad.

Quizás muchas de las propuestas que vemos realizarse en las ciudades en 2022 han parecido respuestas desde la inmediatez de las condiciones vividas durante la pandemia. Y no es así, sino que las circunstancias vividas por el confinamiento afianzaron y apresuraron políticas y propuestas urbanas ya iniciadas. Planes y proyectos que responden a necesidades de la ciudadanía de espacios públicos más naturales de estancia y juego, y a las circunstancias derivadas de la crisis climática, que requieren un cambio radical en el metabolismo de las ciudades. Actualmente la mejora del espacio público está marcada por tres características interrelacionadas: mejorar las condiciones de uso para las actividades cotidianas, recuperar espacio público que es exclusivo del vehículo privado y reintroducir la naturaleza.

Las ciudades europeas en general y algunas en particular han transformado sus proyectos de espacio público con base en estos tres ejes, atendiendo a sus particularidades. Entre las urbes más reconocidas están Viena, Copenhague, París y Barcelona.

En Viena se trabaja desde inicios de los años noventa en la incorporación de la perspectiva de género al urbanismo, la vivienda, la movilidad y el espacio público, para revertir las desigualdades en el derecho a la ciudad que derivan de los roles de género asignados. Esto significa reconocer los distintos patrones de movilidad, las diferencias en la percepción de seguridad y las tareas encadenadas de la cotidianidad. Las propuestas en Viena abogan por barrios mixtos, con servicios de proximidad, mejorando la caminabilidad y el transporte público, y una amplia red de espacios públicos verdes, pensados para el disfrute, para actividades sociales y deportivas. Proyectos que van desde la ampliación de aceras a la creación de barrios, con la vida cotidiana en el centro.

Copenhague trabaja en la rehabilitación, mejora y creación de espacio público siguiendo tres ejes: la naturaleza, el agua y el tráfico. El greenplan de la ciudad aumenta la biodiversidad y la presencia naturalizada de la vegetación. Se deja a la naturaleza menos controlada. También se refuerza la microrred de espacios públicos, es decir, se garantiza un espacio verde a no más de 300 metros de cada casa. Este se hace resiliente para mitigar las inundaciones derivadas de la subida del nivel del mar. El espacio es proyectado para favorecer el tránsito, caminando o en bicicleta. Y se han planificado 13 islas de tráfico que abarcan toda la ciudad. Con este mecanismo se evita la movilidad pasante por las islas, disminuyendo la velocidad en las calles interiores, resultando de todo ello unos espacios públicos seguros y saludables.

En París se ha apostado por una ciudad mixta y cercana que garantice, a una distancia a pie de 15 minutos, el acceso a los servicios básicos. También por la recuperación de espacios públicos, restringiendo el paso de los vehículos privados y renaturalizando la ciudad. Se ha reafirmado el uso de la bicicleta como medio principal de movilidad, incluyendo la primera corona metropolitana. Se ha pasado de una red ciclable de 200 kilómetros en 2001 a una de 1.094 en 2021. París planea para 2030 que el 50% del espacio público existente sea verde, cuando hoy cuenta solo con el 10%. Entre los espacios públicos a transformar están los Campos Elíseos, que a partir de 2030 serán un espacio ajardinado en el que se reducirán los carriles vehiculares. También la plaza de la Concordia dejará de ser un nudo vehicular, para priorizar el caminar y el verde en continuidad con el jardín de las Tullerías. Para 2024 está prevista la eliminación del paso de vehículos, a excepción de los de servicios, en el corazón de la ciudad.

En Barcelona se ha acelerado la recuperación del espacio público, aprovechando las necesidades derivadas de la pandemia y respondiendo también a la vital reducción de la contaminación del aire. Y se han redactado ordenanzas y manuales para incorporar los criterios de género en todos los proyectos de ciudad.

En 2016 se implementó la primera superilla en el barrio de Poblenou, seguida de la de Sant Antoni; en ambos casos el concepto teórico se adaptó a las circunstancias particulares, manteniendo la idea de eliminar el tráfico de paso en las calles que conforman el sector. Este proyecto se ha escalado considerando todo el distrito del Ensanche como una superilla, que estará acentuada por los ejes verdes y las plazas en los cruces de estos. En 2015 la ciudad contaba con 116 kilómetros de carril bici, y se han ido incrementando para alcanzar 272 de red en 2023. La plaza de les Glòries es finalmente un parque real, el 50% ya ejecutado y en uso, con espacios de juego y deporte, y los nudos de biodiversidad, salvaguardados de la presencia humana para que la naturaleza realice sus ciclos sin interferencias. El tramo norte de la avenida Meridiana, que ha sido una autopista urbana de ocho carriles, está siendo transformada. Se ha convertido en un paseo con aceras arboladas, carriles bus y carriles bici, y en sus primeros 500 metros tiene un espacio central arbolado y dotado con bancos y juegos infantiles. Proliferan los proyectos enfocados a la mejora del espacio público para la infancia. Un ejemplo es el programa Protegemos las escuelas, que transforma las zonas colindantes a las escuelas quitando un carril de tráfico para generar espacios de estancia y juego al tiempo que mejorar las condiciones acústicas y del aire. Otro ejemplo es el plan Barcelona, ciudad jugable, horizonte 2030, que aspira a generar una urbe inclusiva y segura, más verde y adecuada para el juego y el deporte.

Los proyectos actuales de transformación ponen la vida cotidiana en el centro, como resultado de los trabajos que aplican la perspectiva de género, siguiendo los ideales del urbanismo feminista. Se entienden las ciudades desde la experiencia de quienes las habitan, como Jane Jacobs defendió y explicó en su libro de 1961 Muerte y vida de las grandes ciudades. Jacobs enseñó a mirar de otra manera, valorando las mezclas de usos, actividades, edificios y personas desde la cotidianidad. Nos enseñó a entender la importancia de las “cosas corrientes y vulgares” para generar otros principios para las ciudades y sus espacios públicos. Pasados más de 60 años de sus palabras, las ciudades han comprendido la importancia del habitar bien y de manera segura.

En definitiva, estamos viviendo al unísono procesos de transformación y mejora de los espacios públicos para ciudades más justas y saludables. Para ello se sitúan las vidas en el centro de las políticas urbanas: mejorando las condiciones de uso para la vida cotidiana; recuperando la multiplicidad de movilidades, priorizando la caminabilidad y la bicicleta; e incorporando la naturaleza en el espacio público.

Zaida Muxí Martínez es arquitecta, urbanista y profesora de la Universidad Politécnica de Cataluña.

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