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Madeira: aventuras en el corazón montañoso de la isla portuguesa

Con un clima primaveral casi todo el año y paisajes y miradores sorprendentes, el interior de este territorio esconde una gran red de caminos para senderistas, tanto aficionados como expertos

Un tramo de la ruta de senderismo desde el Pico do Areeiro hasta Pico Ruivo, en la isla de Madeira (Portugal)
Un tramo de la ruta de senderismo desde el Pico do Areeiro hasta Pico Ruivo, en la isla de Madeira (Portugal).pawel.gaul (Getty Images)

Quien piense en viajar a Madeira para pasar unos días de sol y playa en medio del Atlántico que se olvide. Esta isla cálida en medio del océano Atlántico es geológicamente espectacular y llena de colorido, pero las playas no son su punto más fuerte. Lo que sí que tiene es un clima primaveral casi todo el año, paisajes volcánicos sorprendentes, jardines subtropicales de lo más interesantes y un interior montañoso en el que los turistas de paso no suelen adentrarse, pero que esconde una gran red de caminos para senderistas. Así que una vez vistos los encantos costeros y explorada Funchal —capital de la isla y del archipiélago portugués de Madeira—, llega el momento de adentrarse por el corazón de la isla.

Las montañas de Madeira se alzan desde el nivel del mar hasta más de 1.800 metros en solo 12 kilómetros: es aquí donde reina la famosa verticalidad de la isla. Las afiladas cimas de basalto, los valles bajos y las gargan­tas sin fondo son un terreno de aventuras. También en el interior se encuentran las mejores rutas por levadas y senderos de larga distancia.

Vistas y amaneceres alucinantes en Pico do Areeiro y Balcões

Para recorrer el interior montañoso de Madeira se necesitan un coche y un día largo. El primer objetivo, casi obligado, es la cima del Pico do Areeiro, donde ver amaneceres y disfrutar de unas vistas alucinantes desde la tercera montaña más alta de Madeira (1.818 metros). Una vez en la cima nos esperan un café y una estación de radar de la Fuerza Aérea portuguesa. Una recomendación: conviene llegar para ver salir el sol, aunque probablemente no estaremos solos.

Más información en la nueva guía Madeira de cerca de Lonely Planet y en lonelyplanet.es.

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Después podemos retroceder el camino y descender hacia Ribeiro Frio para tomar un café y ver el espectáculo de la granja de truchas. Estamos en Balcões, un nombre muy oportuno para uno de los miradores más espectaculares de Madeira. Se llega a pie tras una subida fácil y bien indicada de un kilómetro y medio desde Ribeiro Frio. Lo que nos espera es una panorámica de las cimas más altas de la isla, la enorme caldera de roca debajo e incluso la isla de Porto Santo cruzando el Atlántico. Y para tomar un poco de aire y seguir camino, hay un bar al borde del precipicio, a mitad de camino.

Dos senderistas durante la excursión al Pico do Areeiro.
Dos senderistas durante la excursión al Pico do Areeiro.9parusnikov (Getty Images)

Curral das Freiras, el pueblo que sabe a castañas

Para recorrer el corazón de la isla estaremos constantemente entrando y saliendo desde la costa. Hay que volver a Monte, un barrio de villas aristocráticas posado sobre Funchal, lleno de zonas verdes con aire exótico. El teleférico que sale de la Zona Velha de Funchal lleva hasta aquí por encima de las nubes bajas que envuelven las laderas montañosas de la isla.

Una vez en Monte, se puede seguir hacia otro de los puntos curiosos del interior: Curral das Freiras. Tras admirar la asombrosa ubicación del pueblo se pude hacer un alto para almorzar una especialidad local a base de castañas en el Vale das Freiras. La de Curral das Freiras es una de las excursiones más populares desde Funchal para pasar el día, una combinación típica de Madeira de paisaje montañoso alucinante, ruta a pie fácil, especialidades locales para hacer una pausa y lugareños acogedores. Al pueblo, situado al fondo de una enorme caldera de roca, se puede llegar en autobús desde el bullicioso paseo marítimo de Funchal. Es famoso sobre todo por las castañas y por un licor de cerezas (la famosa ginja), que se bebe en toda la isla en vasitos hechos de chocolate negro.

Vista del pueblo Curral das Freiras, en el llamado valle de las monjas, en la isla de Madeira.
Vista del pueblo Curral das Freiras, en el llamado valle de las monjas, en la isla de Madeira.saiko3p (Getty Images/iStockphoto)

Y a media tarde, otra vez habrá que retroceder hacia la costa, hasta Santo Antonio para continuar a Ribeira Brava y el Valle Central. El punto más alto del valle es Encumeada, punto de inicio de varios senderos de larga distancia. Todo está muy cerca y a pesar del relieve y los recovecos de los caminos estas escapadas se pueden convertir en excursiones de solo unas horas.

Caminata desde Eira do Serrado

Una forma paisajística de llegar a Curral das Freiras es coger el autobús al mirador de Eira do Serrado, a 1.094 metros sobre el nivel del mar, y bajar andando desde ahí. Las vistas sobre el valle, unos 700 metros por debajo, son alucinantes. La caminata es un sendero muy popular de 4,5 kilómetros de recorrido, que apenas lleva dos horas en completarse, todo cuesta abajo con escalones redondeados. Los elevados salientes de roca volcánica del camino son ideales para hacer un pícnic, y el aire está perfumado por una flora interesante, como eucaliptos y alcanforeros.

Excursionistas en la caminata desde Eira do Serrado, en Madeira.
Excursionistas en la caminata desde Eira do Serrado, en Madeira.Alamy Stock Photo

No hay mejor manera de terminar la caminata desde Eira do Serrado que comer algo de la zona en uno de los locales que esperan en el pueblo. Las castañas del lugar se recogen entre octubre y enero, pero están disponibles todo el año como ingrediente en sopas, pan, galletas, dulces, licores y golosinas. El pueblo acoge incluso la Festa da Castanha a principios de noviembre y exporta sus productos a los núcleos turísticos de Funchal.

Mientras se digieren las castañas, la siguiente pa­rada debe ser la preciosa Igreja de Nossa Senhora do Livramento, interesante por su ubicación al borde de un risco junto a la carretera principal. En torno a Curral das Freiras hay asentamientos donde cultivan verduras en banca­les conforme se sube por el valle. Si la caminata desde Eira do Serrado abre el apetito senderista, hay un camino mucho más exigente que sube a la ladera de una montaña y se une con la ruta Encumeada-Boca da Corrida.

Vistas de pueblo de Curral Das Freiras desde el mirador de Eira do Serrado.
Vistas de pueblo de Curral Das Freiras desde el mirador de Eira do Serrado.Alamy Stock Photo

Queda por ver otra de las vistas espectaculares de la isla: la de Bica da Cana, que se sitúa sobre el Valle Central y sirve de zona de pícnic, con una panorámica de las cimas más altas de Madeira al otro lado del valle. Es famoso, además, por los molinos de viento, un añadido polémico a este lugar tan visible. Estamos en pleno corazón de la isla, por donde pasan varias levadas interesantes.

Una mesa de pícnic en la zona de Bica da Cana.
Una mesa de pícnic en la zona de Bica da Cana.Alexandre Nobrega (Getty Images)

Para senderistas esforzados

La ruta que va del Pico do Areeiro al Pico Ruivo (1.862 metros) es, sin duda, el mejor paseo: una caminata que une la tercera cima más alta de Madeira con el techo insular, pasando por la segunda cima más alta, el Pico das Torres. Hay que ir preparado: es esencial llevar calzado recio, ropa de abrigo, linterna, agua y comida. El camino puede hacerse de forma independiente, aunque los desprendimientos hacen recomendable ir acompañado de un guía. Unirse a un grupo organizado resuelve el problema de cómo ir al Pico do Areeiro desde Achada do Teixeira, el lugar más cercano al Pico Ruivo accesi­ble en coche. El camino tiene algo más de ocho kilómetros que se pueden hacer en unas horas.

Areeiro está ya concurrido a primeras horas. Hay quien desayuna en el café con las mejores vistas de todos los restaurantes de Madeira, otros ajustan los equipos y algunos hacen fotos. Ya de camino, se pasa por Ninho da Manta, un miradouro con vistas alucinantes a la Penha D’Águia, una roca enorme en la costa que, según los lugareños, se parece a la cabeza de un águila y se ha convertido en uno de los símbolos geológicos más importantes del archipiélago.

La Penha D’Águia, una roca enorme en la costa que, según los lugareños, se parece a la cabeza de un águila.
La Penha D’Águia, una roca enorme en la costa que, según los lugareños, se parece a la cabeza de un águila.Alamy Stock Photo

La otra ruta interesante para los senderistas es la que va de Boca da Corrida a Encumeada. Se trata de un camino espectacular, pero sin grandes subidas y de fácil acceso en autobús desde Funchal. El camino, llamado Caminho Real da Encumeada (PR12), fue una de las principales rutas a pie y a caballo antes de construirse las carreteras. Bien señalizada y mantenida, bordea los pies de las cimas más altas, subiendo muy por encima del límite de los árboles. Son 12,5 kilómetros, que pueden hacerse también en cuatro horas.

Boca da Encumeada está entre los dos valles profundos que casi dividen Madeira en dos. Desde este punto a 1.083 metros de altitud se ven los litorales norte y sur de la isla. Además, es el inicio de varias rutas y senderos de larga distancia. Un túnel bajo Encumeada permite a los coches eludir el puerto.

Pasear por las levadas del interior

Entre los motivos para ir a Madeira está el senderismo por levadas: 2.500 kilómetros de canales de riego que permiten seguir senderos suaves por la naturaleza. Un camino de levada es la experiencia por antono­masia en esta isla: se aconseja salir temprano de Funchal, caminar, hacer un pícnic por el camino y volver a la ciudad para cenar. Hay que probar al menos una ruta, aunque muchos se enganchan de inmediato.

Muchos países han creado sistemas de riego, pero ninguno se parece a las levadas de Madeira. Aparte de ser una proeza de ingeniería, determinación y agudeza, su accesibilidad y los paisajes espectaculares a los que dan acceso las hacen únicas. Son el alma de la isla y suministran agua a grifos, cultivos y jardines, así como electricidad a hogares y comercios mediante energía hidroeléctrica. Al carecer de auténticos ríos estables, la vida humana en Madeira sería casi imposible sin ellas.

Una mujer caminando por la 'levada' do Caldeirão Verde (PR9).
Una mujer caminando por la 'levada' do Caldeirão Verde (PR9).Michael Lutz (Getty Images)

¿Y cómo una isla tan pequeña llegó a tener una red tan enorme de leva­das? Los primeros colonos se dieron cuenta pronto de que, de algún modo, había que canalizar el agua de la lluvia y el rocío que calaban en el interior montañoso hasta la costa del sur, cálida y seca. El norte recibe más de 2.000 mililitros de precipitaciones anuales, mientras que la fértil costa del sur, a veces, no ve una gota durante la mitad del año. En el siglo XVI empezaron las obras de creación de unos acueductos de cauce rápido, cuya red se desarro­lló durante los tres siglos siguientes, a menudo, con mano de obra esclava. Fueron muchos los que murieron excavando los canales en paisajes mon­tañosos increíblemente escarpados, pero para el siglo XX había ya 1.000 kilómetros de levadas que suministraban agua para la agricultura y el consumo humano. Las levadas más largas de la isla, como la Levada do Norte y la Levada dos Tornos, se construyeron en los años sesenta y son infraestructuras vitales.

Hay pocas rutas de levadas que no puedan hacerse en solitario. Todas las empresas de au­tobuses de Madeira ofrecen sus horarios en línea y los caminos están diseñadps pensando en turistas y senderistas. Ir en coche supone un problema, ya que los cami­nos de levada son lineales, así que se necesitará un autobús para volver al aparcamiento o gestionar el retorno con un taxi. La otra posibilidad es hacerlo en grupo, pero, a veces, son grupos grandes, atascan los caminos estrechos y espantan la fauna.

Tres ‘levadas’ espectaculares

La ruta clásica que va de Ribeiro Frio a Portela es uno de los caminos de levada más accesibles, atravesando algunos paisajes espectaculares, entre las laderas de acantilados y por la densa laurisilva protegida por la Unesco desde 1999. Son 11 kilómetros que se hacen en unas cuatro horas, con la compañía de los rápidos de Levada do Furado casi todo el camino. Está señalizada como PR10 y es una de las levadas más antiguas construidas por el Estado, pues data de 1822. Se creó para el riesgo de los cultivos de Porto da Cruz.

La levada do Caldeirão Verde (PR9) es una ruta popular y una de las más pintorescas de Madeira. Cubre 6,5 kilómetros (más 6,5 kilómetros de vuelta) por paisajes espectaculares, pasando por tramos de te­rreno imposible, aferrán­dose a caras verticales de roca y metiéndose por túneles. Es imprescindible llevar linterna, y quizá convenga echar el baña­dor para darse un chapu­zón al final. Parte de Santana, a donde se puede llegar desde Funchal en taxi o en autobuses o incluso ir andando: son unos cuatro kilómetros, aunque todos cuesta arriba y agotadores si hace calor. Después se atravesará el parque forestal de Queimadas, que es un sitio delicioso de donde salen dos rutas populares: una a Caldeirão Verde y otra al Pico das Pedras. Esta es una de las zonas más remotas de Madeira, por lo que hay mucha flora que ver por el camino. Sugis, hayas rojas, enebros, brezales y arán­danos son solo algunas de las especies. También se atraviesa la laurisilva: restos protegidos por la Unesco del bosque que cubría en otros tiempos el sur de Europa. Las aves son la otra estrella en la ruta. Como en otros caminos de levada, los pinzones han aprendido qué parte del bolo do caco tiene la mantequilla y comerán tranquilamen­te de la palma de la mano. También se avistarán palomas de Madeira, reye­zuelos listados, lavanderas cascadeñas y gavilanes.

Un tramo de la 'levada' das 25 Fontes, cerca de Rabaçal, en Madeira.
Un tramo de la 'levada' das 25 Fontes, cerca de Rabaçal, en Madeira. aroundtheworld.photography (Getty Images)

El tercer camino de levada es el de Rabaçal-Levada do Risco y levada das 25 Fontes. Rabaçal, en el extremo sur de la Paúl da Serra, es el inicio de algu­nas de las rutas más populares; de hecho, es una de las pocas levadas en las que se verán funchaleses de excursión. Esta maravilla acuosa de manantiales y cascadas es el lugar donde convergen tres leva­das.

Comida madeirense en el interior de las montañas

Estos son parajes de excursionistas, donde solo de vez en cuando se encuentran algunos restaurantes modestos. Eso sí, generalmente con vistas espectaculares. Aquí van cuatro opciones:

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