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La erupción de los vinos volcánicos de las islas Canarias

Con más de cinco siglos de tradición, el genuino vino de este archipiélago vive un momento de reconocimiento y revalorización. Sin embargo, el abandono del campo y la falta de apoyos plantean retos importantes

Vinos volcanicos
Vista aérea de viñedos volcánicos en la zona de La Geria, en la isla de Lanzarote.GETTY IMAGES
Pablo León

Los vinos volcánicos están en erupción. Viven uno de sus mejores momentos desde el siglo XV, cuando, por primera vez, se pusieron de moda y desde las islas Canarias se propagaron por el resto del mundo. En España, este archipiélago es el único terruño volcánico en el que capas de suelo antiguo se alternan con otras mucho más jóvenes, sometido a una fuerte erosión, con plantaciones desde el nivel del mar hasta casi los 1.700 metros de altitud, y climas diversos. El resultado es “vinos que ofrecen una experiencia singular”, argumenta Juan Jesús Méndez, presidente de la Asociación de Viticultores y Bodegueros de Canarias (AVIBO): “Propuestas que sorprenden y se salen del, muchas veces, homogéneo mercado globalizado”.

Los vinos canarios son como su tradición vitivinícola: genuinos. Y comparten rasgos: textura ligera; aroma contundente, con una marcada expresión mineral, que matiza cada trago; un característico toque salino, y una potente —y muy apreciada— acidez. Además, “Canarias es una reserva genética de viñas, con algunas únicas en el mundo”, apunta Méndez, propietario de bodegas Viñátigo, con sus viñas salteadas en el valle de Icod, en Tenerife. Distribuyen unas 150.000 botellas al año, en 27 etiquetas diferentes. Exportan el 60% de la producción.

Aunque fundó Viñátigo en 1990, Méndez es la cuarta generación de viticultores y algunos de los viñedos que cuida ya los atendían sus abuelos. “Cuando comencé, me llamó la atención la pluralidad varietal de las islas”, dice. Las uvas más cultivadas en el archipiélago son listán blanco y negro, vijariego blanco y negro, malvasía volcánica (blanca) y negra moll (tinta). Sin embargo, hay varias decenas más. Hay estudios que las cifran en más de 80: “Unas 40 no existen en ningún otro lugar de la Tierra; solo sobreviven aquí”, desvela Méndez. Él investiga ese abanico genético en colaboración con la Estación de Viticultura y Enología de Galicia y el Departamento de Biología Molecular de la Universidad de Tarragona.

Las vides llegaron a Canarias hace unos 500 años de la mano de los colonos europeos. Franceses, mallorquines, castellanos, portugueses… Todos traían sarmientos diferentes. Un par de siglos después, sobre 1870, una plaga de filoxera arrasó con los viñedos de Europa. El insecto nunca alcanzó las Canarias. “Aquí todo el viñedo está en pie franco [sin injertar]. Es decir, que conservamos el material genético original. Como desapareció en su lugar de origen, se han vuelto endémicas de las islas”, aclara Méndez.

Rincón de las Bodegas Viñatigo, en la isla de Tenerife.
Rincón de las Bodegas Viñatigo, en la isla de Tenerife.

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Por otro lado, toda esa diversidad de uvas se cría aquí sobre suelos volcánicos, algunos con varios millones de años de edad y otros con unos cientos de miles. Los más vetustos y evolucionados, con arcillas, ofrecen mayor capacidad para retener agua. Los más jóvenes son muy porosos y con un alto contenido de materia orgánica. Además, el viento y el océano Atlántico alteran y transforman estos suelos.

Buscando remarcar esos singulares matices, en las islas hay 11 denominaciones de origen: Tenerife tiene cinco (Ycoden Daute Isora, La Orotava, Tacoronte-Acentejo, Valle de Güímar y Abona), mientras que Lanzarote, La Palma, Gran Canaria, La Gomera y El Hierro ostentan cada una la suya propia. La más reciente es la D. O. Islas Canarias, impulsada en 2011 por AVIBO. En inglés, Canary Wine, como se denominaba hace cinco siglos, aunque también estaba extendido malvasía: “Dame una copa de vino canario”, escribió Shakespeare para uno de los personajes de Enrique IV.

Similar a la categorización aplicada en Burdeos, la D. O. Islas Canarias recoge una serie de subdivisiones piramidales para especificar la procedencia del vino: regional, isleño, de pago… “Vivimos una situación disparatada con 11 denominaciones. Bastaría con una, especificando procedencias. Seríamos todos más conocidos”, opina Juan José Otamendi, copropietario, junto a su hermano Fermín, de El Grifo, en Lanzarote, la bodega más antigua del archipiélago. “Lleva haciendo vino ininterrumpidamente desde 1775″, reseña Otamendi, “es decir, en 2025 cumplirá 250 años”. Desde su fundación, tres familias han ostentado su propiedad; la rama actual, desde finales del XIX, con los bisabuelos de los hermanos Otamendi. “La viticultura se cuidó siempre en las islas, pero en la elaboración hemos mejorado muchísimo”, celebran. Con fama global —medallas de oro en Bruselas incluidas—, producen 350.000 botellas anuales en sus 60 hectáreas de viña, además de las uvas de 150 viticultores que producen para ellos.

Cráteres para guarecer plantas

“La viticultura lanzaroteña ha permanecido casi inalterable desde el siglo XVIII”, explica Juan José Otamendi: “Con las plantas cubiertas por una capa de arena volcánica y protegidas de los vientos alisios por muros de piedra seca. Estas no se pueden levantar por la fuerza del aire y, al ser rastreras, ocupan mucha superficie de terreno”. Esa tipología de cultivo modela un particular paisaje de cráteres que guarecen las plantas, característico de La Geria, zona donde se ubica la bodega.

“En buena parte de los territorios volcánicos, la viña es inevitable; el único cultivo posible. Por eso, su abandono supone también el de la agricultura y el paisaje”, alerta Otamendi. Lamenta la falta de recambio generacional y la desaparición de cultivos, o la ausencia de incentivos para cambiar la tendencia. La producción isleña se mueve en los 10 millones de litros anuales. El 77% se genera entre Tenerife (47%), con una gran diversidad climática y edafológica, y Lanzarote (30%), con suelos arcaicos, azotados por el aire y el mar durante miles de años. De lejos siguen La Palma (14%), Gran Canaria (3%), El Hierro (3%), La Gomera (2%) y Fuerteventura (1%). Con más de 300 bodegas, de las que embotellan unas 200, las islas tienen unas 6.700 hectáreas de vides. Hace una década eran en torno a 9.000. Se han perdido más de un 25%.

Vista de los viñedos de Bodegas Teneguía, en la isla canaria de La Palma.
Vista de los viñedos de Bodegas Teneguía, en la isla canaria de La Palma. SAUL SANTOS

“El vino canario está de moda. La gente quiere novedades, experiencias. Nosotros podríamos darlo, pero no producimos suficiente para la demanda que hay”, lamenta Carlos Lozano, enólogo de Bodegas Teneguía, en La Palma. Su primera vendimia arrancó el 7 de septiembre de 1947 en Fuencaliente. Hoy producen 200.000 botellas anuales.

Luchan “por mantener vivo un sector que genera paisaje, economía, desarrollo rural, cultura, tradición, identidad”. Por eso, desde la bodega han puesto en marcha la iniciativa El legado del viñedo volcánico. Buscan incorporar jóvenes al campo, con una perspectiva para formarse como viticultores profesionales. “La idea es revitalizar parcelas abandonadas. Estamos trabajando en parcelas piloto, planteando nuevos diseños de plantación, optimizando el regadío o realizando la transición a cultivo ecológico”, aclara el enólogo de Teneguía. “Lo más importante que tienen nuestros vinos volcánicos es su narrativa. Además, invitan a tomar la siguiente copa”.

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Sobre la firma

Pablo León
Periodista de EL PAÍS desde 2009. Actualmente en Internacional. Durante seis años fue redactor de Madrid, cubriendo política municipal. Antes estuvo en secciones como Reportajes, El País Semanal, El Viajero o Tentaciones. Es licenciado en Ciencias Ambientales y Máster de Periodismo UAM-EL PAÍS. Vive en Madrid y es experto en movilidad sostenible.

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