_
_
_
_
_

Bajar a una mina, comer pastel de zarangollo con morcilla y visitar un museo del cante: por la Sierra Minera de Cartagena

La Unión, la Mina Las Matildes y su entorno recuperado y la bahía de Portmán trazan una ruta que pone en valor el pasado y la cultura de esta zona de la Región de Murcia

Transporte del lavadero El Lírio
Transporte del lavadero El Lírio, parte del conjunto minero del Cabezo de Ponce, en la Sierra Minera de Cartagena-La Unió (Región de Murcia).
Ana Vidal Egea

Para los amantes de la naturaleza, el senderismo y la historia, la Sierra Minera de Cartagena, en la Región de Murcia, es un regalo del pasado. Aglutina los elementos más icónicos de la industria de la minería —castilletes, chimeneas, hornos, polvorines, canteras a cielo abierto…— y un fascinante paisaje con una morfología y colores propios de otro planeta. Estos 25 kilómetros de cordillera litoral, declarados Bien de Interés Cultural en 2015, constituyen el que fuera uno de los yacimientos minerales más fértiles de la península Ibérica.

Para entender su valor es conveniente remontarse a épocas ancestrales, cuando Cartagena fue uno de los epicentros de extracción de plomo y plata de la Hispania erigida por el imperio romano. Y a mediados del siglo XIX, cuando estalló una fiebre de la plata similar a la del oro norteamericano y esta zona se convirtió en uno de los principales puntos de exportación mundial de estos minerales. Con el crecimiento del número de mineros se fundó un nuevo pueblo: La Unión. Es allí donde comienza nuestro itinerario.

Viaje a la raíz de la minería y el flamenco

La Unión es conocida internacionalmente porque desde 1961 se celebra allí, cada mes de agosto, uno de los concursos de flamenco más prestigiosos del mundo y un punto cultural de referencia: el festival Cante de las Minas, considerado patrimonio nacional. Por él pasaron tanto Camarón como Paco de Lucía, y el premio de la Lámpara Minera ha dado a conocer a artistas que ahora son referentes, como Miguel Poveda. El festival rinde homenaje a los cantes mineros-levantinos que surgieron en la zona de Cartagena y La Unión durante el auge de la minería. Estos cantes fueron forjados por los inmigrantes andaluces que llegaron a trabajar en las minas, un destino que para muchos equivalía a una sentencia a muerte, ya que se exponían a morir a causa del pulmón polvoroso o neumoconiosis, una enfermedad producida por respirar polvo. De ahí, el quejío, la hondura y el desgarro de estos palos del flamenco —la minera, la taranta, la murciana, la cartagenera, la levantica…—, que conforman la mejor banda sonora para recorrer estas tierras.

Restos de una mina abandonada en la localidad murciana de La Unión.
Restos de una mina abandonada en la localidad murciana de La Unión.Sonia Bonet (Alamy / CORDON PRESS)

Boletín

Las mejores recomendaciones para viajar, cada semana en tu bandeja de entrada
RECÍBELAS

Aunque la escapada no coincida con el festival, los amantes del flamenco pueden visitar el museo del Festival Cante de las minas y casa Piñón en la sede del Ayuntamiento. Así como la Catedral del Cante, donde se celebra el festival, y que solía ser el mercado público del pueblo. Diseñado por el arquitecto catalán Victor Beltrí en 1907, es uno de los edificios modernistas más emblemáticos de la Región de Murcia.

Para empaparse de la historia de la industria minera hay que dirigirse al nuevo Museo Minero de La Unión, que se inauguró el pasado mes de febrero. Se trata de un edificio de dos plantas que ronda los 1.500 metros cuadrados y que fue diseñado por el arquitecto José Manuel Chacón, conservando una fachada original que data de 1901. En él se pueden contemplar cientos de objetos únicos del sector minero (vagonetas, maquinaria…), fotografías y una colección de más de 200 minerales. Su gran aliciente es que exhibe el último malacate —la máquina que se utilizaba para la subida y bajada a las minas, así como para la extracción de agua y minerales— de la Península. Una colosal estructura de madera con 200 años de historia y que constituye la pieza central del museo.

Uno de los sitios más recomendados por los locales para comer es el restaurante El Vinagrero, un clásico que aparece en la Guía Repsol y que ha tenido todo tipo de reconocimientos desde que abriera sus puertas en 1910, entre ellos el Premio Mursiya Mezze que otorga anualmente el Club Murcia Gourmet al mejor restaurante de la región. Ahí se pueden degustar platos de la gastronomía murciana, como el pulpo al horno, el pastel de zarangollo con morcilla o los boquerones rellenos de pimiento y jamón ibérico. Para dormir en el pueblo, una opción para alojarse es el Hotel Sierra Mar.

Rutas mineras de senderismo

La Fundación Sierra Minera se fundó en 1998 como una asociación sin ánimo de lucro y fue la culminación de un esfuerzo comunitario de los vecinos, que se movilizaron para proteger la riqueza del patrimonio minero de la zona. Fueron los que impulsaron la conversión en museo de la Mina Las Matildes, que tras su expolio había sido abandonada y que en la actualidad es la única mina restaurada visitable de la Sierra Minera —mientras se espera que se consiga la licitación de una de las minas más grandes de Europa, la Agrupa Vicenta—.

Lo notable de la restauración de la Mina Las Matildes, que incluye la habilitación del acceso a su pozo de 225 metros de profundidad, es que también concierne al reacondicionamiento de su entorno. En paralelo, se emprendió un proceso de restauración ambiental y paisajística de los alrededores, limpiando la contaminación de los suelos causada por los desechos mineros y restableciendo la vegetación con especies autóctonas, como el romero, la sabina mora o el olivo. Pero la Fundación Sierra Minera no solo se limitó a eso, sino que reconvirtió una enorme casa que hace dos siglos albergaba las máquinas de vapor en un centro de interpretación para difundir y educar sobre el patrimonio minero de la zona. En este centro de interpretación se organizan actividades culturales y, previa reserva, se ofrecen rutas de senderismo guiadas diseñadas para los amantes del turismo ecológico y cultural. Pueden personalizarse según preferencias y elegir entre recorridos que van desde la media jornada hasta varios días de duración.

Vista del lago de aguas ácidas de la Corta Minera Los Blancos II.
Vista del lago de aguas ácidas de la Corta Minera Los Blancos II.

Las rutas más populares incluyen la visita del icónico complejo minero del Cabezo Rajao, situado sobre un volcán extinguido y que se erige sobre una montaña partida en dos. Así como el Lago Rojo, llamado así por el color de sus aguas contaminadas con ácido sulfúrico de pirita y otros minerales, procedentes de los vertidos de la cantera minera Brunita. También se recomienda visitar otros enclaves cargados de historia, como la Fundición Pío Wandosell, el Descargadero, la Mina Blanca, el Llano del Beal o el Parque Ambiental de Huerto Pío.

La bahía de Portmán: el mayor desastre ecológico del Mediterráneo

La última parada de este viaje la reservamos para visitar Portmán, un pueblo a 15 minutos en coche de La Unión. Tras una época de esplendor y bonanza durante el apogeo de la minería, Portmán pasó a la historia por convertirse en el mayor vertedero de minerales de España, en la bahía más tóxica del Mediterráneo.

Interior de un edificio minero industrial en ruinas en Portmán.
Interior de un edificio minero industrial en ruinas en Portmán.Jose Calatrava Cano (GETTY IMAGE

El desastre dio comienzo en 1957, cuando la empresa minera que operaba en la zona, una multinacional de origen francés llamada Peñarroya (SMMP), empezó a destrozar el ecosistema con explotaciones a cielo abierto y a arrojar miles de toneladas diarias de vertidos mineros tóxicos en la bahía de Portmán. Una actividad que se prolongó durante más de 30 años con el respaldo de las autoridades de entonces y que acallaron los gritos del pueblo y de organizaciones ecologistas como Greenpeace, incluso después de la dictadura franquista. Cuando Peñarroya cesó su actividad, ya había vaciado 70 millones de toneladas de estériles en la bahía.

En este recorrido por el desastre medioambiental, además de detenerse a contemplar el estado de la bahía en la actualidad —con la bandera negra de ecologistas en acción para visibilizar la mala gestión del litoral—, uno puede visitar por fuera los vestigios del Lavadero Roberto, desde donde se vertieron los residuos que inundaron y destruyeron la bahía, el tren minero abandonado y el Túnel José Maestre, que atravesaba la montaña. También es interesante ver el museo arqueológico en lo que fue el antiguo hospital del pueblo. Para quitarse el mal sabor de boca uno puede comer en Casa Cegarra y dar un paseo hacia el faro.

Eso sí, las secuelas de aquella catástrofe siguen patentes. Más de treinta años después, aún no se ha implementado ningún plan para regenerar la zona.

Suscríbete aquí a la newsletter de El Viajero y encuentra inspiración para tus próximos viajes en nuestras cuentas de Facebook, Twitter e Instagram.

Sobre la firma

Ana Vidal Egea
Periodista, escritora y doctora en literatura comparada. Colabora con EL PAÍS desde 2017. Ganadora del Premio Nacional Carmen de Burgos de divulgación feminista y finalista del premio Adonais de poesía. Tiene publicados tres poemarios. Dirige el podcast 'Hablemos de la muerte'. Su último libro es 'Cómo acompañar a morir' (La esfera de los libros).
Tu comentario se publicará con nombre y apellido
Normas

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_