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Tortuguero, historias de un colorido pueblo perdido en la selva de Costa Rica

Lejos del mundanal ruido, este parque nacional en la provincia de Limón es refugio de tortugas y el pueblo, al que se llega navegando por el río La Suerte, seduce con sus aires caribeños y coquetas pensiones

Tortuguero Costa Rica
Una barca con turistas navegando por un río del parque nacional Tortuguero, en Costa Rica.Federico Meneghetti (REDA&CO / Getty Images

Al subir a la barcaza de madera en La Pavona, el mundo que conocemos se queda atrás. A través del río La Suerte se navega por el parque nacional Tortuguero, el llamado pequeño Amazonas, donde los ríos La Suerte, Penitencia y la laguna de Tortuguero se unen formando una serie de canales navegables en la provincia de Limón, en la costa caribeña. Un auténtico museo natural convertido en parque nacional costarricense desde 1975. Alex es un guía donde los haya. Explica, en español y en inglés, la historia del parque, pero también conoce cada planta, cada árbol y animal con los que se comunica en su mismo lenguaje. “Miren el tucán, allá escondido en el árbol de alcanfor”, avisa mientras imita el trino del pájaro a la perfección, igual que lo hace con el mono aullador e incluso con el jaguar, rey de la selva costarricense.

Sonidos desconocidos brotan entre la espesura. No se ven casas, no se ve gente, solo a las personas que llevan las lanchas que cruzan el río. En las orillas, de vez en cuando, aparece alguna construcción de madera. Desde el barco se observa la calidad de sus materiales, lo acogedor de su porche; entrada a alguno de los bares o alojamientos exclusivos que se encuentran en Tortuguero.

Tras una travesía de película se llega a Laguna Lodge. El resort está camuflado en la vegetación tropical. Sus habitaciones son sencillas y acogedoras. El calor se combate con ventiladores y en las mecedoras del porche que da al jardín es un placer sentarse al atardecer. Este es el lugar idóneo para disfrutar del paraíso acuático de Tortuguero. Escuchar desde la cama los sonidos nocturnos del trópico; algún coco que cae de vez en cuando, y amanecer con el sol para descubrir un universo escondido entre ríos y canales.

En la veranda que da al río La Suerte una persona disfruta apaciblemente de su café mientras contempla el paisaje. Es Yury Matarrita, gerente del alojamiento, un hombre tranquilo que lo sabe todo sobre el entorno que le rodea. Tras hablar sobre el emocionante desove de las tortugas en la playa de Tortuguero, se traslada mentalmente al pueblo del mismo nombre y anima a conocerlo. “Solo se puede llegar por vía fluvial. Se dice que hubo una votación en el pueblo para construir carreteras y el resultado unánime fue negativo”, explica el señor Matarrita.

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Conociendo el pueblo de Tortuguero

Desde el río se alcanza a contemplar unas pequeñas y coloridas construcciones y dos tallas gigantes de tucanes que dan la bienvenida a quienes desembarcan en el pueblo de Tortuguero. Como también recibe a los visitantes la escultura de tamaño natural de una tortuga verde (1,50x1 metros), en honor a su especie mimada que ha dado el nombre al parque y al pueblo. Una tienda de artesanía, el vendedor de cocos y el jolgorio de los niños tras la pelota es lo primero que se ve al entrar en este peculiar asentamiento de calles sin asfaltar. Todo comenzó cuando la construcción del ferrocarril desde la capital de San José a la provincia de Limón atrajo una comunidad afroamericana, llegada de Jamaica para trabajar. Más tarde fueron las madereras las que dieron trabajo en la zona. Nicaragua está rozando la frontera, y cantidad de nicos se han asentado en Tortuguero, pero también lo han hecho australianos, americanos y hasta españoles. El pueblo era camino de paso para los cazadores de tortugas, más tarde enclave de los trabajadores del ferrocarril, hasta terminar siendo hoy un lugar que atrae a viajeros allende los mares.

Un artesano en el pueblo de Tortuguero, en la provincia costarricense de Limón.
Un artesano en el pueblo de Tortuguero, en la provincia costarricense de Limón. Manena Munar

De paseo por el pueblo se escucha música reggae y se observan artesanos de todo tipo trabajando en la calle. Casas de colores y la iglesia pintada de amarillo hablan del origen caribeño de muchos de sus habitantes. Se salpican pensiones agradables con su jardincito provisto de hamacas, como la de Miss Miriam, que presume de cocinar un estupendo casado (arroz, frijoles, plátano frito, carne o pescado), o la de Miss Junie, cuya especialidad son los mariscos cocinados a fuego lento con salsa de coco. Mientras, el Budda Café ofrece unos deliciosos crepes de gambas en un entorno alegre, caribeño cien por cien y punto de reunión de los vecinos. Voluntarios laboriosos acometen tareas como podar los árboles o limpiar las calles antes de ocuparse de lo que realmente les ha llevado a Tortuguero: durante los meses del desove de las tortugas (Verde, Baula, Carey y Cabezona) vigilan su ciclo terrestre desde que salen del mar y ponen los huevos hasta que vuelven a las aguas terminado el proceso. La belleza y emoción del desove de la tortuga marina atrae voluntarios de todo el mundo que cuidan con mimo al animal prehistórico durante el proceso.

Al final de la calle principal está el Centro de Visitantes de Sea Turtle Conservancy Tortuguero, en activo desde el año 1959. Hoy su encargado habla con orgullo de esta construcción cónica de paja, cuyo interior goza de una escalera de caracol: “Tiene 33 escalones, y está hecha a semejanza de una caracola nautilus, guardando proporciones geométricas naturales. La escalera tiene una estructura muy sugestiva y es más que interesante el ir conociendo datos de la zona, como que la playa de Tortuguero es la más relevante en cuanto a la conservación de tortugas marinas. Por otra parte, contamos en el parque nacional con 900 especies de aves, más de 200 de mamíferos y 150 de reptiles y anfibios”, termina el coordinador del centro. Su tatuaje en el brazo muestra una tortuga marina y su pasión por el reptil, protegido desde que el ecologista y herpetólogo estadounidense doctor Archie Carr comenzó la lucha por su conservación en Tortuguero.

Vista aérea de Tortuguero, donde confluyen los ríos La Suerte, Penitencia y la laguna de Tortuguero junto al mar Caribe.
Vista aérea de Tortuguero, donde confluyen los ríos La Suerte, Penitencia y la laguna de Tortuguero junto al mar Caribe. Ingus Kruklitis (Getty Images)

El pueblo se divide en tres zonas: Nicaragüita, refugio de nicaragüenses; el Cocal, que responde a las plantaciones de coco que le rodean; así como el Guayabal lo hace con las de guayaba. A todas les une su aspecto de casas caribeñas, coloridas y abiertas, salpicadas por murales que ratifican el amor de los vecinos por las tortugas y diferentes aspectos de la vida del pueblo. También se encuentran a cada paso restos férreos de la maquinaria que se utilizó en la construcción del ferrocarril.

Muelle de Tortuguero, un pueblo de la costa caribeña de Costa Rica accesible solo en barco o avión.
Muelle de Tortuguero, un pueblo de la costa caribeña de Costa Rica accesible solo en barco o avión.Maciej Laska (Getty Images)

Las sorpresas no cejan durante el recorrido por Tortuguero. La mayor de todas es cuando paseando por el Muelle los Pájaros, al entrar en una atractiva tienda de artesanía llamada The Cuma, en este lugar remoto la forma de hablar de la persona a cargo resulta familiar. Ángeles Amat, Angie, se enamoró de este entorno hace ya años y allí se trasladó desde su Cataluña natal. Vive en el pueblo en compañía, no solo de su marido e hijos, pero también de otras amigas españolas que sucumbieron a los encantos de esta vida lejos del mundanal ruido. Amat cuenta que la mayor parte de su artesanía la fabrican ella y su marido con elementos naturales de la zona. Reciclan materiales, usan frutos y semillas, como también hacen jabones biodegradables y aceite de coco. Al decir “soy guía tortuguera”, se le abre la sonrisa y brillan sus ojos azules. “No es fácil. Hay que cumplir unos requisitos especiales y tener amplio conocimiento de las tortugas marinas. Contemplar en silencio el desove de la tortuga es emocionante. Ver como aparece entre las olas, camina hasta un lugar de la playa donde escarba su nido, se mete en él y comienza a desovar para luego enterrar los huevos con las aletas inferiores y con las superiores camuflar el territorio. Y una vez terminado, dolorida, sale del nido y camina lentamente hacia las olas hasta desaparecer en el mar. ¡Emocionante!”, cuenta.

Es un placer charlar con ella; escuchar detalles como el que la luz llegó aquí en 1996, saber de los lugares donde va la juventud del pueblo (la discoteca Culebra o el karaoke La Taberna, entre otros). Descubrir que Tortuguero tiene escuelas de remo y de música. Nos despedimos con cariño y la alegría de haber encontrado a una paisana que nos habla en primera persona sobre la cotidianidad de Tortuguero.

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