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Siete playas y piscinas naturales en La Palma entre coladas de lava

Un chapuzón en las pozas marinas de Charco Azul, los atardeceres en los arenales de Fuencaliente o buceo con morenas picopato en Malpique. Para eso, y mucho más, da la llamada isla bonita

La Palma
Un hombre salta al agua desde los acantilados junto a la playa de Echentive, al sur de la isla de La Palma (Canarias).Carlos Alvarez (GETTY IMAGES)

No hay en España un litoral tan cambiante y singular como el que circunda la isla canaria de La Palma, declarada por la Unesco reserva de la biosfera en 1983. Desde sus orillas oceánicas nos percatamos enseguida de su índole de lavas y piroclastos, cuya oferta de ocio para bañistas se prodiga en playas de arena negra, pozas, charcos y piscinas intermareales, una posibilidad diferente de disfrutar del Atlántico, como bien demuestran estos siete baños en la llamada isla bonita.

Sus arenales no solo registran constantes mutaciones, sino que el aporte arenoso resulta estacional: lo que roban las corrientes marinas en invierno, lo devuelven a lo largo de la primavera. Un último eslabón de este lento acontecer vulcanológico ―y actual objetivo del deseo turístico― fue la sonora erupción, en septiembre de 2021, del Tajogaite (El Paso), flamante cono que añadir a la larga lista de volcanes que se alinean en la dorsal de Cumbre Vieja.

La anchurosa playa de Charco Verde, icono de Los Llanos de Aridane

Tan cerca llegaron los efectos del volcán, que el enclave turístico de Puerto Naos, a solo un kilómetro de Charco Verde, aún permanece cerrado por la alta concentración de gases nocivos. Razón de que la playa, una de las mejor valoradas de La Palma (estuvo inaccesible durante unos meses), no registre ni asomo de masificación. El primor y calado de este arenal se miden en su belleza escasamente urbanizada y en su entorno de plataneras, que tiene como respaldo la cordillera de Cumbre Vieja, por donde transitan grupos de senderistas los 17 kilómetros de la Ruta de los Volcanes.

Charco Verde sigue disfrutando de aguas limpias en sus dos tramos de playa ―es más amplio y menos pedregoso el meridional―, separados por un roquedo en el que permanece una imagen de la virgen de Carmen. Ancha hasta decir basta y con escalón a la entrada del mar, que habrá que evitar en cuanto se desatan las marejadas. Toda vez que la arena negra retiene endiabladamente el calor, los días de sol se recomienda calzar chancletas —ver, si no, los respingos que dan los niños cuando abandonan las sombrillas—. La toponimia de Charco Verde está ligada a los juncos que orlaban los pozos de agua medicinal situados en su parte trasera. En El Remo, a tres kilómetros, se halla el reputado Kiosko 7 Islas, que tiene previsto reabrir próximamente después de una larga temporada cerrados primero por el covid y, depués, por la erupción del volcán.

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Después nos espera en Las Manchas (Los Llanos de Aridane) el centro de interpretación de las Cavidades Volcánicas Caños de Fuego y Cueva de las Palomas, junto a las lavas solidificadas de la erupción del volcán de San Juan, acontecida en 1949. A unos dos kilómetros en línea recta escudriñaremos la espalda del volcán que ha hecho famosa a La Palma en el mundo entero.

En las playas de Echentive y Malpique

Uno de los arenales más modernos de La Palma se encuentra en la localidad de Fuencaliente, al suroeste de la isla, y lleva por nombre Echentive, o Playa Nueva, enmarcada en el monumento natural de los Volcanes de Teneguía. Fueron las coladas del volcán de Teneguía las que, en 1971, extendieron este arenal hacia el océano. Mucho antes, en 1667, fue la activación del volcán San Antonio la que sepultó la Fuente Santa, de supuestas propiedades milagrosas, que prestó su nombre al municipio y que en 2005 fue reencontrada en Echentive por medio de una galería actualmente cerrada por una puerta circular.

Las Cruces de Malpique, sumergidas en el año 2000 para conmemorar a las víctimas de un ataque corsario, son uno de los puntos de buceo estrella en la isla de La Palma.
Las Cruces de Malpique, sumergidas en el año 2000 para conmemorar a las víctimas de un ataque corsario, son uno de los puntos de buceo estrella en la isla de La Palma. Antonio Camacho (GETTY IMAGES)

A lo largo de una escalinata con barandilla de madera se llega a estos 300 metros salvajes de arena negra, con escasa afluencia de público, algo resguardada de los vientos alisios, pero en la que se debe recelar del oleaje. El sendero de la derecha conduce a dos charcas naturales, admirable expresión de coloraciones verdosas y amarillentas de origen sulfuroso, que no andan cortas de encanto para los fotógrafos.

Un grupo de turistas en las escaleras que conducen a la playa de Echentive.
Un grupo de turistas en las escaleras que conducen a la playa de Echentive. Carlos Alvarez (Getty)

Del entorno queda por conocer la playa de Malpique, quizá el mayor enclave para el buceo de La Palma, por la buena visibilidad de sus fondos volcánicos y, en especial, por encontrarse ambos arenales —Echentive y Malpique— en la zona de protección integral (¡prohibida la pesca!) de la reserva marina Isla de La Palma, cuyo centro de interpretación abre en las antiguas viviendas del faro de Teneguía. Frente a Malpique se hallan sumergidas, a 15 metros de profundidad, 40 cruces que recuerdan, a la manera de un cenotafio, la cruel matanza de 1570, en la que 40 misioneros jesuitas, de camino a Brasil, fueron asesinados a manos de corsarios hugonotes. Además de las cruces, Buceo Isla Bonita organiza salidas para contemplar morenas picopato, rayas mantelinas y algún que otro angelote, un pequeño tiburón desdentado.

Tras la visita autoguiada por las salinas de Teneguía y su tienda, el restaurante El Jardín de la Sal nos saciará con suculenta cocina canaria renovada y basada en pescados de kilómetro 0 (o de menos incluso). Su menu degustación cuesta 60 euros (con maridaje).

Una experiencia visual donde el acantilado se hace playa

Rodeada de escarpados acantilados y comunicada por una carretera con buen firme, la playa de Nogales reúne una imperdible riqueza paisajística. De bajada queda el mirador a mano izquierda (resulta complicado aparcar), donde se pone de manifiesto, mejor en marea baja, el manto verde de aire caribeño que entona a la perfección con el negro de la arena.

El único peaje de la playa lo constituyen los 320 escalones, más bien tendidos, que se aferran al acantilado por espacio de 600 metros. El visitante, ayudado por el nuevo barandal de madera, no parará de hacer fotos entre cardonales e higuerillas. Dicha bajada estuvo cerrada el pasado verano por el riesgo de desprendimientos debido a los temblores causados por la erupción del Tajogaite (nombre aún no oficial). ¡Hasta aquí llegaron los efectos de sus 8.652 terremotos! La cueva del Infierno no es sino la salida de un cono volcánico. Con marea descendente, la arena negra se manifiesta a lo largo de casi un kilómetro, y en algunos de sus rincones se ha observado el desove de tortugas.

Su encanto lo completan las cascadas de vegetación acompañadas por filtraciones naturales, cuando no por sobrantes de riegos. El oído registra con satisfacción el eco del mar al rebotar en los acantilados. Una advertencia: como playa expuesta al norte, el baño entraña graves riesgos, por lo que lo mejor es remojarse hasta las rodillas. De julio a septiembre cuenta con socorrista.

Nogales, tras el cierre de la playa de Los Guirres por la última erupción, es uno de los spots más demandados por los surfistas insulares. Para uno de los mayores entendidos en surf de La Palma, Aarón Rodríguez, resulta, por sus fuertes corrientes solo recomendadas para expertos (salvo En verano se convierte en un paraíso para los novatos de las olas, a los que alecciona Aarón Rodríguez, uno de los mayores entendidos en surf de la isla, con su empresa Barrel Surfhouse.

Para cocina palmera tradicional, queda muy cerca el restaurante Casa Asterio, con ensaladilla de boniatos, quesos palmeros y carne de cabra compuesta.

La Zamora, calas sobradas de atardeceres

Los hay que solo se acercan a las playas del suroeste palmero para disfrutar de sus puestas de sol sentados en el Kiosco La Zamora, donde Isabel Acosta, además de servir pescado fresco del mejor (¡reservar mesa! 618 85 72 73; cierra lunes y martes), informa sobre el estado de la mar para, en caso de fuerte oleaje, ahorrarse el desplazamiento. Bajo este acantilado de Fuencaliente se abren dos calas accesibles por escalinatas aseguradas recientemente con mallas de alambre galvanizado.

A La Zamora Grande, en la que casi siempre hay sitio para tender la toalla, se accede negociando 191 escalones, en tanto que La Zamora Chica exige solo 85 peldaños. Esta es la predilecta de los aficionados al bodyboard cuando el Atlántico se alborota, pese a la protección que generan siete pequeños islotes. Dispone de ducha y solario. De una a otra cala se puede pasar en marea baja salvando el muy resbaladizo resalte rocoso en el que se abre una enorme cueva. Aquí rompe habitualmente la ola, disfrutando por tanto los deportistas de olas de izquierda y de derecha. Los nadadores deberán desconfiar de este océano siempre traicionero.

Las piscinas naturales de La Fajana, lo más parecido a bañarse en medio del mar

Con la erupción del volcán de la cordillera de Cumbre Vieja se formó una fajana, término con el que se alude a una colada lávica que gana terreno al mar, muy propensa para la formación de minúsculas piscinas rocosas. Tal ocurrió en Barlovento, al noreste de La Palma, con los Riegos del Lino. Las cavidades de su fajana se usaron para curtir el lino en agua salada con el que, tras mazarlo y realizar la hebra, confeccionar ropas y mantas en tanto la chavalería chapuzaba en las pozas. “Hace medio siglo, un agricultor avispado realizó el cerramiento de esas pozas con una pared de hormigón, permitiendo así el vaciado y llenado completo de las piscinas dos veces al día, sin necesidad de bombas ni de tener que clorar las aguas, siempre al compás de la fuerza de las mareas”, comenta el alcalde de Barlovento Jacob Anís Qadri. Es como bañarse en el océano, pero sin asumir los riesgos que ello comporta.

Piscinas naturales de La Fajana, formadas con la erupción del volcán de la cordillera de Cumbre Vieja.
Piscinas naturales de La Fajana, formadas con la erupción del volcán de la cordillera de Cumbre Vieja.Pau Venteo (Europa Press / Getty Images)

Quizá lo más atractivo de los tres vasos de La Fajana sea su equipamiento. Escaleras de acceso dotadas con barandillas, solarios decorados con tarajales, sombrillas de hojas de palmera, vestuarios, duchas de agua dulce, aseos, merendero y el recomendable restaurante La Gaviota, especializado en pescado fresco.

Qué mejor consejo al bañista que embeberse de la grandiosidad acantilada, en tanto los últimos rayos de luz caen por el horizonte marino, más allá de la punta de la Gaviota. Al rato de oscurecer, empieza a girar el molinete luminoso del faro de Punta Cumplida, reconvertidas sus viviendas en hotel con encanto.

Las coquetas piscinas de Charco Azul

El mundo de las piscinas intermareales es un elemento tan canario como los dragos o el gofio. En Charco Azul, en la costa del municipio de San Andrés y Sauces, no lejos de los grandes bosques de laurisilva de La Palma, han puesto muros al Atlántico, generando así piscinas que la mar rellena en pleamar y en la que una línea de pilotes impide que el reboso (resaca) succione a los nadadores.

Vista aérea de las piscinas naturales de Charco Azul, en La Palma.
Vista aérea de las piscinas naturales de Charco Azul, en La Palma. Kess16 / Alamy

Charco Azul resalta por el colorido y la tranquilidad de las tres piscinas unidas por pasarelas de piedra excavadas en el basalto, así como plazoletas o solarios con mobiliario. Los vasos cuentan con instalaciones análogas a las del universo playero. Hasta la piscina infantil se bombea el agua salada, y con el sobrante se forma la pequeña cascada que alimenta la piscina de El Charco, la de los mayores. Algo más alejado, detrás de una isleta con sombrilla, se halla el charco de las Damas, especie de spa natural por la forma en que las corrientes oceánicas hierven y masajean a los usuarios mientras proyectan la mirada hacia el Teide.

Entre las instalaciones cabe mencionar sombrillas de hojas de palmera, aseos, vestuarios, duchas de agua dulce y La Cantina El Charco Azul, abonada a los productos de kilómetro 0 preparados con recetas de la comarca.

Aventura vertiginosa en la playa de la Veta, en el municipio de Tijarafe

Bajo el epígrafe “Aventura en La Palma” bien podría inscribirse la Veta, una cala salvaje, acantilada, de una belleza envolvente y acceso no apto para niños o senderistas con movilidad comprometida. Hay que estar en forma para encarar esta excursión playera. La bajada por la estrecha y zigzagueante carretera requiere prudencia, similar a la exigida en la bajada al Proís de Candelaria, puertito cavernícola de visita memorable.

Del aparcamiento, con capacidad para una veintena de coches, parte el sendero de un kilómetro de largo y 278 metros de desnivel (hay que llevar buen calzado), donde se tiene la sensación de estar participando en un paisaje a la medida del senderista, sin que falte un túnel iluminado manualmente. Hay que calcular unos 20 minutos antes de que nos reciba una arena negra estacional que sorprende y encoje la retina del que se aventura a pisarla. Concentra el calor como pocas y carece de sombras donde guarecerse. A 200 metros hay un muelle minimalista, pero que cumple su función.

La Veta no es grande, unos 140 metros de largo, y merece la pena disfrutarla en bajamar; nunca con marejada. En su parte trasera quedan antiguas barracas de pescadores, algunas reconvertidas en residencias de ocio, usadas hoy por veraneantes provistos de embarcaciones. De hecho, casi todos los palmeros acuden por vía marítima.

Desde el puerto de Tazacorte zarpan excursiones para conocer esta costa monumentalmente acantilada. El pequeño catamarán de Nemo La Palma reserva en su singladura 20 minutos para zambullirse en la playa de la Veta (sin desembarcar), a razón de 45 euros por adulto. El restaurante La Muralla es una buena opción para recuperar fuerzas y, al estar en un punto alto del acantilado, concede las mejores vistas sobre el océano.

Y si queremos disponer de una nueva panorámica del cono y las coladas del volcán de Tajogaite, en Cumbre Vieja, la encontraremos al final de la carretera de Tacande, en el Ayuntamiento de El Paso. Se exige caminar 10 minutos hasta donde la montaña de coladas corta la carretera dejando quizá la mejor postal del cráter.

Solo ocho empresas están autorizadas para acercarse a la zona de exclusión del nuevo volcán, a lo largo de un sendero de cinco kilómetros, con 183 metros de desnivel. Una de las firmas más recomendables es Isla Bonita Tours.

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