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Blanes, un idilio de paisajes costeros y bravos

La localidad catalana, en la comarca gerundense de la Selva, es un destino de lo más completo y apetecible. Entre sus variados atractivos hay fiestas, playas, arquitectura y hermosos jardines botánicos que se asoman al Mediterráneo

Vista de la ciudad de Blanes (Girona) desde el castillo de Sant Joan.
Vista de la ciudad de Blanes (Girona) desde el castillo de Sant Joan.Artur Bogacki (Getty Images/iStockphoto)

“Donde comienza la Costa Brava”. Así reza el lema con el que la localidad de Blanes se publicita y que remite a un artículo de prensa de 1908 en el que el escritor, político y gastrónomo Ferran Agulló (1863-1933) usó esa expresión para bautizar el litoral gerundense que se extiende desde el promontorio de Sa Palomera hasta Portbou, en la frontera con Francia. Este es el mayor símbolo visual de Blanes: una roca que se adentra en el mar y cuya cúspide ofrece una vista del Mediterráneo extendiéndose hasta el infinito, con playas a uno y otro lado, los barcos del puerto, el pueblo y, sobre él, la montaña de Sant Joan. Un recodo donde se hallan los restos del antiguo castillo, construido en el siglo XIII, y la ermita del XI, otro mirador extraordinario del paisaje costero y bravo.

La escritora barcelonesa Montserrat Roig dijo de Blanes: “Es una villa repleta de historia y literatura”. Y no se equivocaba. Por lo que respecta a lo histórico, fue sede del vizcondado de Cabrera, un señorío feudal que duró desde el siglo XI hasta el XIX y cuyas huellas aún se aprecian en lo arquitectónico. Así, en un lugar idílico, en la punta de Santa Anna, elevado frente al mar, está el convento, construido en 1583 y donde en la actualidad se organizan todo tipo de eventos, como bodas o actos de empresa; y el antiguo palacio de los vizcondes de Cabrera, que antaño formaba un único edificio junto con la iglesia parroquial.

Este edificio se halla en pleno centro histórico, donde se suceden elegantes edificios como la Casa Saladrigas (construida entre 1926 y 1931), del arquitecto Isidre Puig Boada, discípulo de Antonio Gaudí, o la señorial Casa Tordera, que evoca la época de los indianos que buscaron fortuna al otro lado del Atlántico. De hecho, dentro de la oferta histórica y cultural que proporciona Blanes, hay una ruta que recorre más de una docena de hermosos domicilios de algunos de los blandenses que lograron hacerse ricos, con negocios, sobre todo, en Cuba, durante del siglo XIX.

Otra ruta es la de las ermitas, que muestra un rico legado de leyendas y curiosidades a través de siete lugares estratégicos que no solo estaban pensados para el rezo, sino que, además, servían como puestos de vigilancia defensiva y frontera del pueblo. En lo que respecta a lo literario, también existen tres recorridos pensados para seguir los pasos de escritores como Joaquim Ruyra, al que se le erigió una estatua en 1958 por haber elegido Blanes —había nacido en la ciudad de Girona— como lugar de residencia, o el chileno Roberto Bolaño, que vivió aquí desde 1985 hasta su muerte en 2003.

Vista aérea de la localidad de la Costa Brava y del conjunto rocoso de Sa Palomera y el castillo de San Juan.
Vista aérea de la localidad de la Costa Brava y del conjunto rocoso de Sa Palomera y el castillo de San Juan.JackF (Getty Images/iStockphoto)

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Desde hace medio siglo, cada mes de julio (la próxima edición será del 22 al 26 de julio de 2023), esta ciudad en la comarca gerundense de la Selva celebra el Concurso Internacional de Fuegos Artificiales de la Costa Brava, cuando miles de personas acuden a las playas y el paseo marítimo para contemplar el espectáculo pirotécnico de luces y colores creado por los cohetes disparados desde Sa Palomera. De hecho, hay referencias escritas a los fuegos artificiales en Blanes que datan de 1891. Otro festejo tradicional son las alfombras de flores del Corpus, cuando en primavera se adornan las calles del centro histórico con tapices florales inspirados por los jardines botánicos de la Costa Brava.

Y es que Blanes es una joya en este ámbito. Tenemos, así, el Jardín Tropical Pinya de Rosa, creado en 1945 por el ingeniero industrial Ferran Rivière de Caralt, con una de las mayores colecciones de cactus y plantas crasas de Europa, con más de 7.000 especies originarias de todo el mundo repartidas en 50 hectáreas enclavadas en en el Paraje Natural de Interés Nacional de Pinya de la Rosa. El biólogo alemán Carl Faust creó hace más de cien años el jardín botánico Marimurtra, uno de los más bellos junto al Mediterráneo, con fines de investigación científica y más de 4.000 especies vegetales. En este paraíso botánico se encuentra el templete de Linneo, una construcción de estilo neoclásico dedicada al célebre naturalista y botánico sueco que se asoma a la cala Sa Forcanera creando una de las estampas más bellas de la Costa Brava.

Vista desde el Mediterráneo del jardín botánico Marimurtra, con el el templete de Linneo, en Blanes).
Vista desde el Mediterráneo del jardín botánico Marimurtra, con el el templete de Linneo, en Blanes).Lars Fortuin (Getty Images/iStockphoto)

No muy lejos de allí, alrededor del puerto de Blanes, se ofertan diversos servicios y actividades acuáticas para todas las edades: cursos de vela, kayak, paddle surf, windsurf, submarinismo, pesca deportiva y esnórquel, más excursiones náuticas o la posibilidad de alquilar embarcaciones con o sin patrón. En la Ciutat Esportiva de Blanes está el Centre Running, un punto de atención al corredor con mapas de rutas y servicios para la práctica de este deporte y también para ciclistas, con varios itinerarios señalizados para ir en bicicleta de montaña o por carretera.

La apoteosis de comer en Sa Lola

La abundancia y diversidad de alojamientos en Blanes es tal que cada turista tendrá que elegir el que más convenga a sus condiciones y propósitos, pero lo que sí está claro es que a la hora de almorzar o cenar nada hay más recomendable que dejarse llevar por el bonito Passeig de Pau Casals, lleno de locales de restauración y moda, y llegar al número 59, donde espera una experiencia gastronómica memorable.

Hablamos de Sa Lola, con una carta a la altura de cualquier restaurante con estrellas Michelin. El chef Rafa Salinas, junto al jefe de sala Albert Mir y su esposa Michelle Olde, con un pasado en restaurantes de tanto pedigrí como Tickets o Inopia, de los hermanos Adrià (actualmente cerrados), ofrecen comida creativa a precios asequibles. Y algo más que no tiene precio: una cálida atención al cliente, en una terraza cubierta entre casual y elegante que sirve tanto para el verano como para el invierno, decorada con estética vintage, sofás y lámparas llamativas y luces que cambian a medida que anochece. El restaurante, que lleva abierto 10 años, es conocido por sus olivas esferificadas, y cada plato es una obra de arte para los ojos y el paladar. Y así, una versión de ensalada caprese con pesto y bola de helado de queso de cabra, un hot-dog de pulpo, un canelón de piquillo relleno de ensaladilla rusa y otras exquisiteces redondean la visita con auténtico sabor bravo.

Toni Montesinos es autor de ‘Muy al norte en el turbio mar. Una historia de la literatura inglesa’ (Guillermo Escolar Editor, 2022).

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