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carta blanca
Columna
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A Camila Fálquez

Pedro Álvarez de Miranda

Viendo tu trabajo me he dado cuenta una vez más de cuánto más viable es romper el binarismo sexual que el binarismo gramatical

No te conozco (permíteme el tuteo), pero te admiro. Hace poco vi y disfruté en este mismo magacín tu precioso fotoensayo Somos la belleza olvidada. Además de las magníficas fotografías, también es tuyo el breve texto que las acompaña, así como —supongo— los pies de ellas. Todo ello bellísimo. También turbador.

Cuentas que en tus visitas a los grandes museos has admirado siempre un único tipo de belleza: una belleza blanca y de género binario. Y que con este fotoensayo te propones —lo logras— incorporar a la historia de lo bello a quienes nunca formaron parte de ella.

Dirigiste el objetivo de tu cámara hacia personas que conculcan, intentando romperlo, el binarismo sexual, erigiéndose en representantes de lo que ha dado en llamarse “género no binario” (aquí binario va en su forma masculina porque el sustantivo género lo es; hago explícita esta obviedad por lo que luego se verá). No sé si existe, seguramente sí, un manifiesto que, en paralelo al célebre Le deuxième sexe de Simone de Beauvoir —que lo fue del movimiento feminista—, se titulara El tercer género (mucho más probable esta elección léxica para el título, hoy, que la de la palabra sexo).

El caso es que viendo tus fotografías y leyendo tus textos me he dado cuenta una vez más de cuánto más viable es romper el binarismo sexual que el binarismo gramatical. Eres colombiana y vives en Nueva York, por lo que te manejarás indistintamente en español y en inglés. En esta última lengua casi no hay género gramatical (y por ello no hay lo que llamamos concordancia). Con todo, tiene los pronombres he y she —lo que ha dado lugar al ingenioso (s)he, imposible de leer—, him y her, los posesivos his y her… y se acabó.

En español, bien lo sabes, la cosa es bastante más complicada. Dices que empezaste retratando y experimentando con algunos de tus “amigos”. En inglés dirías “my friends”. Pero en nuestra lengua has tenido que elegir el masculino, “mis amigos”. También te refieres a “los retratados”. Te hemos entendido perfectamente: no has excluido a tus amigas. Y has hecho muy bien en no poner “mis amig@s” ni “l@s retratad@s”, porque eso no hay quien lo lea. La imposibilidad de una lectura en voz alta aqueja también a uno de los pies de foto: “Amarise Carreras es fotógraf@ (género no binario)”.

Hace un par de años supimos que en Holanda se había incluido el género neutro en el registro civil, a instancias de una persona que, inscrita al nacer en 1961 como varón, pasó a figurar como mujer en 2001, para finalmente —y “todavía incómodo” (¿?), decía el periódico— alcanzar un anhelado “género neutro” civil. Como no tengo la menor idea de lengua holandesa, me paso a la española para esta elemental reflexión: si en nuestro país se abriera la misma posibilidad, quien se beneficiara del logro tendría impepinablemente que elegir, en la conversación cotidiana, entre “estoy contento” y “estoy contenta”.

Y es que es mucho más fácil cambiar el Código Civil que la gramática.

Pedro Álvarez de Miranda es filólogo y miembro de la Real Academia Española.

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