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La difícil tarea de enseñar a los niños a pedir perdón

Cuando se entrena una habilidad social es muy importante una buena comunicación durante todo el proceso. Los expertos coinciden en que esta actitud resulta esencial para fomentar la autoestima

Un niño enfadado hace burla.
Un niño enfadado hace burla. Unsplash
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Pedir perdón no es tan fácil. Es una conducta que cuesta aprender y que cuando se entrena en los niños es muy importante que haya una buena comunicación durante todo el proceso, “Será de esta forma como podrá comprender bien las pautas y expresar sus dudas. A la hora de enseñar a un niño a pedir perdón, una norma que favorece la convivencia con otras personas, se deben tener presentes algunas consideraciones”, explica María Uriarte Iturralde, psicóloga, las cuales enumera a continuación:

Cuando un niño tiene un comportamiento inadecuado es prioritario que modifique su conducta no ahora, sino con perspectiva de futuro. “Si solamente nos centramos en el hecho de pedir perdón, conseguiremos lo contrario a lo que estamos buscando como, por ejemplo, estaremos reforzando su mal comportamiento al llamar nuestra atención, propiciando que tenga emociones negativas de ira e, incluso, sienta frustración, etcétera. El padre o la madre no puede estar enfadándose constantemente ni desesperarse con su hijo porque resultará contraproducente y creará un ambiente familiar tenso. El niño madura y aprende con el tiempo. No obstante, no hay que olvidar que cada menor tiene su ritmo de desarrollo y no puede compararse con otro.”, concluye María.

Para Miriam Recio Ventosa, psicóloga y directora del centro Psicoedúcate: “Pedir perdón es una señal de educación social. Sin embargo, a mi modo de ver, lo relaciono más con un aprendizaje y con la empatía”. “Está bien que los padres enseñen a sus hijos a pedir perdón, que lo muestren como algo natural y le alaben cuando en la situación idónea lo pida. No obstante, si esto no conlleva un aprendizaje no tiene sentido alguno. Los padres o tutores son los máximos modelos para el niño y este aprenderá de ellos y sus comportamientos. El padre puede referirse a su hijo: Perdóname te he hablado mal y me siento arrepentido. No volverá a ocurrir”, asegura la profesional.

El mejor aprendizaje para el niño es cuando de una conducta inadecuada logra extraer algo positivo. “Es necesario que asuman la responsabilidad de sus actos y se disculpen si con sus actos dañan a alguien. Con esto podrán prevenir en ocasiones futuras”, prosigue Miriam. No hay que obligar al niño a pedir perdón y, menos aún, de un modo inmediato. “Es muy necesario que se le facilite al niño tiempo y espacio para pensar y reflexionar sobre lo que ha sucedido. Debe darse cuenta si se ha equivocado en algo y no disculparse a la ligera, sin sentimiento, para evitar un castigo o sin comprender el motivo. En ocasiones los padres fuerzan una disculpa en la que el niño no cree, incluso puede ser algo que no podía evitar”, certifica Recio Ventosa.

El niño no siempre está equivocado. Por lo tanto, debe aprender a diferenciar casos y a asumir las consecuencias. “Si los padres convierten en algo frecuente el pedir perdón, el niño puede llegar a sentirse inseguro y culpable de un modo habitual. Por otra parte, cuando el niño dañe a alguien se le puede explicar un perdón en hechos, como dando un juguete, elaborando un dibujo o haciendo una caricia. Incluso si, por ejemplo, rompe algo valioso a su madre o padre, se le puede llevar a la tienda a arreglarlo y explicarle que su acción hará que deba emplearse un dinero en subsanarlo”, declara Ventosa.

Recio Ventosa asegura que es difícil enseñar al menor a pedir perdón y a hacerlo de un modo consciente. Ambas profesionales coinciden en que esta habilidad resulta esencial para fomentar la autoestima del niño. “Lo más recomendable para los padres es poner límites claros, siempre que sea algo preciso y desde el amor. Con el tiempo el niño logrará comprender el fin de determinadas acciones y confiar en su buen hacer”, concluye Miriam.

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