_
_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Inútil

¿Es posible que un hombre cambie radicalmente al exponerse a la experiencia ajena?

Leila Guerriero
El cementerio de Darwin, con las tumbas de los soldados argentinos muertos durante la guerra contra el Reino Unido por las Islas Malvinas.
El cementerio de Darwin, con las tumbas de los soldados argentinos muertos durante la guerra contra el Reino Unido por las Islas Malvinas. REUTERS

Llegamos de noche, bajo una lluvia hemorrágica. Le dije al hombre que conducía el auto que entrara conmigo. No quería dejarlo solo en ese barrio difícil, pero le pedí que no interviniera: yo estaba ahí para hablar de un muerto. En la casa me esperaban tres mujeres. El hombre se sentó, algo apartado, y empecé a preguntar. Ellas me contaron que no habían podido despedirse de su hermano antes de que lo enviaran a la guerra, en 1982: “Fuimos al cuartel y ya se lo habían llevado”. Vieron, aterradas, las noticias por televisión: la multitud que celebraba al Gobierno de facto que se había enfrentado a Inglaterra; los bombardeos en las islas del sur. Cuando todo terminó, fueron al cuartel a recibirlo, pero su hermano no estaba. Nunca les dijeron cuándo murió, ni cómo. Su padre rechazó con furia el cajón vacío y la bandera argentina que el Gobierno militar envió a los familiares de los soldados caídos. Mientras ellas lloraban, leí en voz alta las cartas que el hermano les había mandado desde las Malvinas: pedía comida, decía que tenía frío. Cuando me fui, la lluvia había parado. Al subir al auto el hombre me dijo: “Estoy en shock”. Me contó que era primo de militares, que durante años los había escuchado hablar con orgullo de esa guerra. “Ahora sentí rabia. Los vi tan imbéciles, haciendo alarde, y ese chico ahí, pasando frío, hambre”. Me quedé expectante ¿Era posible que un hombre cambiara radicalmente al exponerse a la experiencia ajena? “Escuchando a estas señoras me di cuenta de que hubo una guerra, pero que para mí siempre fue algo que pasó en la televisión”, dijo, y yo sentí que estaba ante un milagro. Después, habló de otras cosas: la inflación, la política: el país. Y entonces, de la nada, dijo: “Yo siempre digo: lo que necesitamos acá para aprender es una guerra como las que tuvieron en Europa”. Pensé lo que ya sabía: nadie cambia, nada sirve para nada.

Cuando un tema da mucho que hablar, lee todo lo que haya que decir.
Suscríbete aquí

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Sobre la firma

Leila Guerriero
Periodista argentina, su trabajo se publica en diversos medios de América Latina y Europa. Es autora de los libros: 'Los suicidas del fin del mundo', 'Frutos extraños', 'Una historia sencilla', 'Opus Gelber', 'Teoría de la gravedad' y 'La otra guerra', entre otros. Colabora en la Cadena SER. En EL PAÍS escribe columnas, crónicas y perfiles.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_