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Los menores de seis años son los que tienen un mayor riesgo de ingerir cuerpos extraños y atragantarse

Expertos de EE UU concluyen que ha habido un aumento de estos casos y que muchos se deben a la proliferación de aparatos electrónicos con pilas de botón como mandos o juguetes

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C.G.

Un niño de cuatro años falleció el pasado 12 de abril por atragantamiento en Olot (Girona). El suceso ocurrió mientras el menor jugaba con sus tres hermanos en casa y de repente ingirió un globo por accidente, se atragantó y empezó a no poder respirar. Aunque el padre del pequeño le llevó con celeridad al hospital comarcal, donde se hizo todo lo posible por salvar su vida, finalmente, murió. Los pediatras españoles señalan que este artículo no comestible supone un alto riesgo de atragantamiento. En España, en 2018, murieron cuatro menores de 14 años atragantados por objetos y tres más por alimentos.

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Los expertos de la Asociación Española de Pediatría señalan en su informe Accidentes por edades que los atragantamientos constituyen uno de los mayores peligros de los bebés entre los seis y 12 meses y sus consecuencias pueden ser muy graves. Recomiendan que se utilicen juguetes adecuados a la edad de cada niño y, en el caso de que tenga hermanos mayores, que se evite que queden piezas pequeñas al alcance del bebé. Además, advierten de que no hay que darles de comer frutos secos y que “se debe tener mucho cuidado con los globos y sus trozos para que no se los metan en la boca porque pueden obstruir las vías respiratorias".

Para los menores entre uno y tres años, los pediatras aconsejan para evitar los atragantamientos: "guardar los objetos pequeños fuera del alcance y de la vista de los niños (botones, monedas, pilas...), y no darles caramelos o chicles, ni alimentos como frutos secos o que contengan huesos". Añaden que la labor de los padres y cuidadores es "enseñarles a no jugar ni reír mientras se come, impedir que se lleven cosas en la boca mientras corren o juegan, y no dejarles usar ni bolsas de plástico ni globos".

Para los niños entre los tres y seis años, los médicos inciden en que los adultos deben extremar la precaución y reiteran: "Los globos son peligrosos, tanto hinchados como sin hinchar, y no hay que permitir que el niño juegue con bolsas de plástico porque se las pueden poner en la cabeza y ahogarse". "De los siete a los 12 años, el papel de los padres será el de irles dando cada vez una mayor autonomía, asegurando un adiestramiento correcto cuando vayan a realizar alguna actividad que pueda entrañar cierto peligro. El fin es que aprendan a no ser dependientes", redactan los expertos. Según lo expuesto, parece que el mayor riesgo de ingerir objetos extraños y ahogarse se da de los seis meses a los seis años.

Este dato lo corrobora una investigación estadounidense que concluye que "ingerir cuerpos extraños es algo común en los niños menores de seis años y es más frecuente hoy que hace 20 años, por lo que toda precaución es poca". El estudio, publicado en la revista Pediatrics, determina que entre 1995 y 2015 se han casi duplicado los casos de ingesta de objetos como llaves, monedas o pilas de botón, entre otros, en los niños menores de seis años en Estados Unidos, informa The New York Times. Así, se ha pasado de las 25.000 a las 43.000 incidencias anuales.

Sus resultados también indican que la mayoría de estos accidentes ocurren en niños de 1 a 3 años y que el incremento de esta conducta ha sido de un 4% de media cada año. Estos investigadores han evaluado 300.000 casos de pequeños que han ingerido cuerpos extraños y estiman que más de 759.000 niños han acudido a urgencias por este motivo en EE UU durante los 20 años de la evaluación.

Los expertos estadounidenses creen que este incremento de atragantamientos se debe en muchos casos a “la proliferación de aparatos electrónicos con pilas de botón que pueden ser fatales y que se pueden encontrar en mandos, termómetros o juguetes”. Y también señalan el peligro de envenenamiento por estas baterías. En definitiva, hacen un llamamiento para que estos y todos los objetos pequeños estén almacenados en sitios seguros, alejados de los niños, y así evitar los accidentes.

¿Qué hacer en caso de atragantamiento?

Cuando se produce una situación de atragantamiento, el tiempo es vital y hay que actuar con rapidez ya que cuanto más se tarde en auxiliar a la víctima, más probabilidades hay que se den daños cerebrales, incluso la muerte.

  • Si se trata de una obstrucción leve, en la que la persona es capaz de respirar antes de toser, puede hablar o llorar, lo más aconsejable es no interferir en los intentos propios de la víctima por eliminar la obstrucción. Solo si la tos no surte el efecto deseado, debemos inclinar hacia delante a la persona y darle algunas palmadas enérgicas en el centro de la espalda.
  • Si no logra toser es porque sus vías respiratorias están totalmente obstruidas y corre peligro de morir por asfixia en pocos minutos. Si se sabe hacer, se debe practicar la maniobra de Heimlich que es un procedimiento de primeros auxilios para liberar el conducto respiratorio cuando está bloqueado.
  • Existen también dispositivos que funcionan por succión que, aunque no cuentan con aval científico, ya están instalados en centros hospitalarios, servicios de emergencia como Cruz Roja y ambulancias, comedores escolares –los últimos en instalarlo han sido los centros educativos de Elda–, restaurantes, cadenas hoteleras, y residencias de ancianos entre otros en nuestro país. Por ejemplo, en enero de 2019, la compañía LifeVac lanzó en España uno de estos dispositivos que pretende sustituir o complementar a la maniobra de Heimlich. El aparato es de un uso "muy fácil e intuitivo" y no requiere ninguna formación específica, alegan desde la compañía. Incorpora tres mascarillas, siendo una de uso pediátrico. Estas no se introducen en la boca y su válvula impide que pase el aire a través de la mascarilla, por lo que no hay riesgo de dañar a la víctima.

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Sobre la firma

C.G.
La coordinadora y redactora de Mamas & Papas está especializada en temas de crianza, salud y psicología, y ha desarrollado la mayor parte de su carrera en EL PAÍS. Es autora de 'Más amor y menos química' (Aguilar) y 'Sesenta y tantos' (Ediciones CEAC). Es licenciada en Psicología, Máster en Psicooncología y Máster en Periodismo de EL PAÍS.

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