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Las cuatro preocupaciones de los antivacunas

Un grupo de científicos estudia a comentaristas que se posicionan en las redes sociales contra las inmunizaciones para conocer sus motivos y diseñar mensajes para ellos

Pablo Linde
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El vídeo de un grupo de científicos de la Universidad de Pittsburgh recomendado la vacuna contra el virus del papiloma humano pasó desapercibido durante unas semanas. Después de un mes se viralizó y comenzaron a brotar como champiñones cientos de comentarios, en su mayoría contrarios a las inmunizaciones. Sus autores aprovecharon lo que en principio supuso una decepción para estudiar qué mueve a los antivacunas, cuáles son sus preocupaciones, qué motivos arguyen para rechazarlas.

El resultado es un estudio que acaban de publicar en la revista Vaccine, donde analizan los perfiles en Facebook de 197 de los 800 comentaristas que dejaron más de 10.000 opiniones “fuertemente antivacunas” que acumuló el vídeo en la red social en 2017 (hoy solo se pueden leer unas 1.200 porque los moderadores borraron el resto). Proceden de ocho países, así que sin ser una radiografía rigurosa de este movimiento en el mundo, sí da una idea de cuáles son sus motores.

Los investigadores han encontrado cuatro grandes preocupaciones entre los antivacunas:

  1. La primera la engloban bajo el concepto de la desconfianza: algunas personas no creen en la honestidad de la comunidad científica y expresan su miedo que se promueva la obligatoriedad de las inmunizaciones. Esto ya está sucediendo en algunos países de una u otra forma, ante la proliferación de enfermedades que estaban controladas por culpa de este rechazo a las vacunas basado en temores infundados. El caso más claro el del sarampión, una enfermedad que está rebrotando con fuerza en medio mundo después de que las vacunas consiguieran en convertirla en residual.
  2. El segundo grupo es el de los defensores de remedios alternativos, quienes expresan su rechazo a las sustancias químicas de las inmunizaciones. Las que se comercializan han superado numerosas pruebas de inocuidad y se recomiendan en los calendarios porque se estima que los beneficios son muy superiores a los posibles efectos secundarios, que siempre puede haberlos, pero suelen ser leves. Este grupo promueve remedios que no han probado ningún tipo de eficacia, como la homeopatía.
  3. Precisamente, el tercer grupo que los investigadores clasifican es el de los que sobredimensionan los efectos adversos: creen que son mucho más graves que los reales o se aferran a los que suceden en un caso cada millones de vacunados dando una falsa sensación de peligro.
  4. Por último, el cuarto es el de los conspiranoicos, que sugieren que los gobiernos y las instituciones están ocultando información a la población. Entre ellos es frecuente defender bulos como que el virus de la polio no existe.

Vídeo en defensa de la vacuna contra el virus del papiloma humano que generó los comentarios que provocaron la investigación.

Queremos entender a los padres que rechazan la vacuna para darles a los médicos la oportunidad de comunicarse de manera óptima y respetuosa con ellos sobre la importancia de la inmunización

Con estos resultados sobre la mesa, los investigadores pretenden diseñar “mensajes a medida de cada uno de estos grupos que encajen en sus creencias”, según explica por correo electrónico Brian Primack, autor principal del estudio. “Si descartamos a cualquiera que tenga una opinión contraria, estamos renunciando a la oportunidad de entenderlos y llegar a un punto en común. Queremos entender a los padres que rechazan la vacuna para darles a los médicos la oportunidad de comunicarse de manera óptima y respetuosa con ellos sobre la importancia de la inmunización”, subraya.

“El estudio advierte contra un enfoque general de los mensajes de salud pública que fomentan la vacunación. Por ejemplo, decirle a alguien en el subgrupo de desconfiados que las vacunas no causan autismo puede ser contraproducente, porque ni siquiera era su preocupación”, añade Beth Hoffman, otra de las investigadoras.

Uno de los grandes problemas ante quienes tienen este tipo de creencias es que por más datos en contra que se les muestre es complicado cambiar su opinión. Incluso contraproductivo, según varios estudios, que muestran que los argumentos racionales no suelen funcionar en estos casos y que los emocionales son mucho más efectivos.

Esto provoca eternas disputas en las redes sociales entre partidarios y detractores que, generalmente, están condenadas a no alcanzar un encuentro. Una de las soluciones es cortar por lo sano: empresas como Facebook, YouTube, Amazon, Instagram y Pinterest ya han comenzado a restringir o bloquear a los grupos que rechazan las vacunas en la infancia.

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Sobre la firma

Pablo Linde
Escribe en EL PAÍS desde 2007 y está especializado en temas sanitarios y de salud. Ha cubierto la pandemia del coronavirus, escrito dos libros y ganado algunos premios en su área. Antes se dedicó varios años al periodismo local en Andalucía.

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