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Tentaciones
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El 20 de abril en el que descubrí que no soy ‘millennial’

De los de antes, de los que en aquellos noventa escuchamos a Celtas Cortos, quedan muchos (pero han cambiado, y mucho)

Guillermo Reparaz

Si al escuchar "20 de abril" respondes automáticamente "hola, chata, ¿cómo estás?", ya no eres tan joven. Mi primera intención era hablar del concierto que los Celtas Cortos dieron en la murciana Águilas, algún verano de los años noventa. Seguramente fue uno de los primeros conciertos a los que asistí (antes de ese, me quedé dormido en las rodillas de mi madre en uno de Phil Collins en la plaza de toros de Las Ventas). Este fue en Las Delicias, una playa abarrotada de gente, mayores para mi yo de entonces. Y en este ejercicio de memoria he descubierto que ahora ese señor mayor soy yo.

Pensaba contar que el heterogéneo grupo que conforman los millennials tenía un pasado oscuro no documentado, era difícil hacerse fotos y rápido en un concierto cuando el siglo XX estaba a punto de acabar; y que, desde luego, era imposible compartirla inmediatamente con los amigos, lo hacías cuando revelabas el carrete (sí, las cámaras tenían una película con principio y final). Pero, en esas, he descubierto que ni siquiera puedo considerarme millennial. Los que para ir a ese concierto tuvimos que llamar al telefonillo para que dejaran bajar a los amigos —a gritos desde la calle en el peor de los casos—, estamos englobados en una generación bisagra que se llama xennials, a medio camino entre la generación X, la que lloró cuando se murió Kurt Cobain, y los propios millennials, que no saben el miedo que se pasa llamando al fijo de una casa para preguntar por la persona que te gusta. Más concretamente: los nacidos entre 1977 y 1983. 

Tres décadas después es difícil escribir sobre ese concierto. Además de la gente, el mar, la playa y un escenario pequeño (por la distancia), no podría hablarles del repertorio de los Celtas. Doy por hecho que Jesús Cifuentes preguntó desde el micrófono si la chata estaba sorprendida porque le escribiera después de tanto tiempo; sí recuerdo que el grupo debía su nombre a una marca de tabaco, porque a los xennials todavía nos mandaban a comprar tabaco sin que supusiera un escándalo. Hasta llamar chata a alguien estaba bien visto. 

Esta generación, a la que me he tenido que apuntar este 20 de abril de 2018 por culpa de los Celtas Cortos, creció en la calle jugando a las chapas y se recluyó en casa con la llegada del IRC y el Messenger. Los xennials aprendieron a usar Internet y a bajarse música de manera ilegal cuando no había ni Youtube ni Spotify, y mucho después de que Cifu confesara que la música no le cansaba, aunque estuviese vacío. 

El concierto de los Celtas de algún verano de los noventa es un recuerdo mezclado con otras muchas vacaciones en Águilas en las que pasamos de hacer carreras en bici (como Pancho o El Piraña) a las risas de los bares, para discutir si la cabaña era de "Turbo", de "Turmo", o, como es mi caso, de "turno", en demasiado poco tiempo. De los de antes, de los xennials que fuimos a ese concierto, quedan muchos, pero han cambiado. ¡Y tanto que han cambiado! 

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Sobre la firma

Guillermo Reparaz
Es redactor de la mesa web. Periodista de EL PAÍS desde 2017, antes trabajó en varias emisoras de la cadena SER, centrado en temas locales. Es Doctor en Farmacia por la Universidad Complutense de Madrid y Máster de periodismo de la escuela UAM / EL PAÍS.

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