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MIRADOR
Columna
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Filosofía

Sin ella la educación es incompleta, pues sin cimientos intelectuales cualquier conocimiento se convierte en un barniz

Julio Llamazares
Josep María Flotats y Pere Ponce en 'Voltaire / Rousseau. La disputa'.
Josep María Flotats y Pere Ponce en 'Voltaire / Rousseau. La disputa'. MARCOSGPUNTO

Que una conversación sobre el escenario entre dos filósofos mantenga durante 1,5 horas pegados a sus asientos a los espectadores que abarrotan cada noche el teatro María Guerrero de Madrid conduce a una reflexión: ¿no será que la filosofía no es tan aburrida como se dice? Y, detrás de esta reflexión, a otra: ¿de verdad que la filosofía es superflua e improductiva como mucha gente sostiene?

La obra Voltaire/Rousseau. La disputa, adaptación de textos de los dos filósofos interpretada por Josep Maria Flotats y Pere Ponce en un tour de force admirable, supone un reto por cuanto no es habitual ver la filosofía convertida en materia prima de una obra teatral y a dos filósofos como sus protagonistas. Que todo eso no aburra, al revés: constituya una obra entretenida y emocionante para el espectador, es la demostración, además, de que la filosofía, tenida generalmente como algo opaco y pesado, bien contada puede ser tan amena como cualquier otro texto, teatral o no. Y más sustanciosa, como es natural. Escuchar en un escenario que “no toda la educación es necesariamente buena” o que “la política no es más que la posibilidad ofrecida a gente sin escrúpulos de oprimir a gente sin memoria” no es algo muy habitual y menos dicho con la naturalidad con la que lo dicen los dos filósofos que lo escribieron mientras se enfrentan intelectualmente en la casa de uno de ellos (Voltaire), a la que el otro (Rousseau) ha llegado para disputar sobre sus dos visiones del mundo.

Desde hace tiempo, la filosofía ha sido objeto de acoso y derribo por parte de las autoridades educativas españolas, desconfiadas de su utilidad en un tiempo en el que esta se mide casi exclusivamente en términos económicos y convencidas de que la cultura se les supone a los estudiantes por el solo hecho de serlo. Deberían acudir esas autoridades educativas —y mandar hacerlo a los estudiantes, estudien la disciplina que estudien— a la conversación que sobre cultura y barbarie mantienen Voltaire y Rousseau (Flotats y Pere Ponce sobre las tablas del María Guerrero) para comprender que la filosofía no solo no es aburrida sino que puede ser hasta entretenida y también que sin ella la educación será siempre incompleta, pues sin cimientos intelectuales cualquier conocimiento se convierte en un barniz. Dijo Voltaire que “una colección de pensamientos debe ser una farmacia donde se encuentra remedio a todos los males”, pero pocos son los que le hacen caso en un tiempo en el que todo lo que no sea acumular títulos y méritos no interesa, ya sea en la vida o en la Universidad. ¡Qué razón tenía Rousseau cuando escribió que el hombre nace bueno y la sociedad lo estropea!

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