Ortografía pringosa
La carta de Javier Fernández a Pablo Iglesias está plagada de errores. El cuarto párrafo contiene una frase de 137 palabras, llena de subordinadas, incisos y tropezones
La mala ortografía no es la enfermedad. Es el termómetro. La ortografía sirve de ropa para vestir los argumentos, y dice mucho sobre el gusto de una persona, sobre su trayectoria personal y la formación que recibió. El problema no radica por tanto en cometer faltas de escritura, sino en que eso puede interpretarse como un indicio de fiebre.
Los libros disfrutados y el cuidado por la expresión se relacionan con la ortografía del mismo modo que la temperatura del cuerpo se relaciona con el mercurio.
Quizás el prestigio de la ortografía se ha resentido tras algunas propuestas encaminadas a suprimirla y a que se escriba como se habla. Si se hubieran aplicado, millones de obras publicadas hasta ahora resultarían ilegibles dentro de unos años, y la verdadera unidad de nuestra lengua (que se basa en la palabra escrita) habría saltado por los aires. Un argentino que pronuncia “campión” sabe que está usando la palabra “campeón”, y ningún caribeño duda que en su prosodia de “amol” se halla la palabra “amor”.
La pasada semana, el presidente de la comisión gestora del PSOE, el ingeniero Javier Fernández, escribió una carta pública de cuatro párrafos al secretario general de Podemos, Pablo Iglesias. Su texto constituye un claro indicio de que en algún punto del proceso de escritura se produjo un fallo sistémico. Sobran siete comas, faltan cinco, dos tildes se quedaron escondidas en el teclado, se aprecian tres errores sintácticos y una ausencia de los dos puntos, hay una confusión semántica, saltan a la vista dos erratas y las mayúsculas y las minúsculas se repartieron a voleo.
Así que Javier Fernández, siempre admirable y correcto, apareció ese día ante muchos españoles con una grasienta mancha en el traje.
Los errores ortográficos habituales y abundantes suelen ir acompañados de una exposición confusa y una sintaxis difícil, síntomas de la misma patología. Por ejemplo, el cuarto párrafo de la carta está formado por una interminable frase de 137 palabras, llena de subordinadas, incisos, paréntesis y tropezones. Todo esto convierte el texto en casi ininteligible, precisamente cuando contenía un mensaje destinado al entendimiento.
He aquí ese cuarto párrafo (tal cual se difundió):
"En lo que si estoy de acuerdo contigo, es en la gravedad de la situación, y convencido de que, tanto en lo que tiene que ver con la corrupción, como en otros asuntos que están pendientes en el Parlamento, y me refiero (sin ánimo exhaustivo) a la reprobación y dimisión del Fiscal General del Estado y del Fiscal Anticorrupción, a la comparecencia de los ministros de Justicia e Interior o a la constitución inmediata de la Comisión de Investigación de la financiación del PP, que ya han sido solicitadas por el Grupo Parlamentario Socialista, en lugar de hacer de la política un juego de apariencias, deberíamos propiciar acuerdos que exigirían una relación más fluida y más sincera entre nosotros, por el bien de nuestra patria como tu dices (o de la ciudadanía como acostumbro a decir yo)".
Ese fragmento de la carta no parece escrito por una persona, sino por una comisión.
Todos incurrimos en errores ortográficos, por descuido o por ignorancia. Si son aislados, la fiebre baja enseguida. El problema radica en su reiteración y, sobre todo, en no ser conscientes de las propias carencias. Porque eso a corto plazo impide pedir socorro; y a la larga dificulta la cura.
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