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EL PULSO
Columna
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No competirás con las guías de viaje

El viajero elitista que tenía un propósito letrado pertenece a la prehistoria del turismo

Bruce Chatwin (tumbado), uno de los grandes escritores de literatura de viajes, en una estación de Benín.
Bruce Chatwin (tumbado), uno de los grandes escritores de literatura de viajes, en una estación de Benín. J. Kasmin (Camera Press)

Me veo en Hoi An, una localidad vietnamita donde el negocio es hacer ropa a medida. No hay soportal que no oponga al viajero biombos y maniquíes, perchas y telas, como si se tratara de una pista de carreras con obstáculos para que uno tropiece y se anime a tomarse las medidas y hacerse alguna cosa. Y en medio de todo esto puedo apreciar, en terrazas de hostales, cafeterías y bares, a viajeros, bolígrafo en mano u ordenador desplegado, machacando teclados, emborronando cuartillas, actualizando blogs o dilapidando Facebook. Y pienso: qué maravilloso sería que toda esta gente escribiera, además de sin mala ortografea, con algo de maña y encanto. Consiguiendo que llegáramos a viajar a través de sus líneas como si fueran las vías de un imparable tren narrativo. ¿Qué ha pasado con esos exploradores que urdían pulidas crónicas de viaje? El viajero elitista que tenía un propósito letrado pertenece a la prehistoria del turismo. Con la masificación del acto de viajar y el estilo low cost se ha democratizado el desplazamiento, y con ello, la escritura de viajes. Legión de mochileros, trotamundos, exploradores de andar por casa y viajeros respetables con veleidades de papel y tinta, en cuanto ponen un pie fuera de sus países, se creen en el deber de transmitirle al mundo sus experiencias.

Mientras más gente invierta su tiempo en viajar para luego escribir sobre lo que ha visto, más posibilidades tenemos de conocer y amar este ancho mundo. Pero el masificado viaje low cost está propiciando una escritura de usar y tirar que vaga por las redes sociales y no se queda en la memoria. Y estamos ante un fenómeno de inflación donde cada vez se hace más difícil separar la paja del trigo. Mandamiento primero: no competirás con las grandes guías de viaje en cuanto a información se refiere. Hoy más que nunca el viajescritor debe “hacer literatura”. Y no voy a incurrir en la ingenuidad de proclamar que quien pretenda abrirse un blog sea responsable, se cultive y aprenda las normas más elementales de la viajescritura. Pero ayuda, que entretenerse también es una pulsión que habita en el buen gusto.

¿Estamos ante la muerte de la literatura de viajes, tal y como la hemos conocido? Que no se llame a engaño quien escribe sobre sus viajes sin saber lo que hace, ni tampoco nosotros, los incautos lectores que buscamos un texto que nos entretenga y enseñe. Con tanta paja low cost, el viaje del lector exigente es arduo y estéril. La ignorancia se atreve a cualquier cosa, y aunque a veces hace falta un impulso de ignorancia para despegar con un libro de viajes, el personal técnico de los aeropuertos aconseja despegar con el combustible suficiente para no caerle a nadie en la cabeza. Combustible cultural, y cinturones de seguridad en el buen uso de la palabra, amigo viajero.

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