El folio enrollado que salvó corazones
La Real Academia Española de Medicina dedica una muestra al fonendoscopio
Un pecho voluminoso marcó un hito en la medicina. A él se enfrentó el doctor René Théophile Hyacinthe Laënnec (Quimper, Francia,1781-1826) en 1816. Tenía que auscultar a una joven mujer a la antigua, es decir, pegando la oreja al pecho, y se dio cuenta de que, en el caso de esta joven de busto generoso, el método no le iba a servir. Así que, llevado por la chispa del genio, enrolló un folio, lo aproximó al seno y escuchó "de la forma más clara y precisa que jamás lo había hecho". El estetoscopio había nacido.
Casi dos siglos después, a solo un año de que se cumpla el centenario del hallazgo, la Real Academia Nacional de Medicina (RANM) se adelanta al homenaje que Europa rendirá el año que viene al invento con una exposición (gratuita y abierta hasta el 26 de marzo, en Madrid) que recorre cronológicamente la evolución de este compañero indispensable del médico. "Ha cambiado mucho durante 200 años desde el papel enrollado a los estetoscopios electrónicos que ahora tenemos. Pero el principio siempre ha sido el mismo: entre el receptor y el paciente se coloca el artilugio y, luego, es la mente del médico la que debe diagnosticar si hay una patología en el corazón o en el pulmón", explica Javier Sanz Serrulla (Sigüenza, 1957) director técnico del Museo de Medicina Infanta Margarita que acoge la exposición y miembro de la RANM.
La primera de las vitrinas que recibe al visitante cuenta con dos recreaciones, tanto del folio enrollado como del aparato que construyó Laënnec inspirándose en él. Tres piezas que forman un tubo hueco de madera de tres centímetros de diámetro y 25 de longitud. A su lado, los volúmenes que incluyen su tratado De la auscultación mediada o tratado de las enfermedades del corazón y del pulmón (París, 1819), cientos de páginas en los que el médico notificó sus hallazgos de este invento, que muy pronto fue perfeccionado.
Adolphe Pinard (Méry-sur-Seine, 1844-1934) es una de las grandes figuras que reinventó el artilugio. A Pinard le preocupaban las muertes durante el parto, muy comunes en su época en las capas más bajas de la sociedad. Para paliar este problema, creó un hospicio en París en el que atender a mujeres desfavorecidas y atajar a tiempo las complicaciones del parto. Pero el estetoscopio de Laënnec no bastaba para descubrir en qué estado se encontraba el pequeño corazón del feto. Por ello, este científico creó el cuerno de Pinard: "Se le ocurrió abrir más el extremo en forma de trompetilla de estetoscopio y con eso pudo alcanzar a oír con claridad los latidos fetales", asevera Sanz.
Hay también ocasión para los fetichistas, porque el estetoscopio de uno de los mitos españoles de la medicina, Gregorio Marañón (Madrid, 1887-1960), está también expuesto. Sanz rebaja las expectativas de hallar una leyenda tras él: "Era convencional. Es un estetoscopio muy corriente para la época y no tiene marca. Pero también es verdad que a él no le hacía falta mucho instrumento para poder interpretar. No sabemos si auscultó a los grandes personajes de su tiempo con él. Pero lo cierto es que cuando estas personalidades tenían alguna enfermedad iban a ver a Marañón".
El estetoscopio va cambiando con el breve paseo durante las dos salas. Pasa de ser para una oreja (monoaural) y se reinventa para ser escuchado con las dos (binaural), gracias a la generosidad de George Cammann, que renunció a la patente de su invento y lo cedió a la ciencia sin querer llenarse los bolsillos. Usa todos los posibles materiales (madera, marfil, baquelita, plástico, metal) para cada uno de sus elementos. Adquiere una membrana en el extremo, se hace flexible y hasta se vuelve electrónico, como ocurre en el último modelo mostrado en la exposición, el estetoscopio con Bluetooth Litman modelo 3000 creado por la empresa 3M, patrocinadora del evento. Su novedad es que guarda el registro de la auscultación como un archivo digital y se puede usar, por ejemplo, en una clase a alumnos que escuchen en directo cómo el profesor ausculta. "Objetiva los datos. A fin de cuentas, cuando escuchas lo que transmites son impresiones, no queda evidencia de ello. Pero de esta manera el médico tiene un registro y, si alguna vez tiene algún problema, la información está guardada", opina Sanz.
No ha habido en la historia de la medicina un instrumento que haya aportado tanto al diagnóstico como el estetoscopio"
Pero para que uno pueda sentir el romanticismo de un galeno, de un Sherlock Holmes de la salud, la exposición permite que, por un instante, el visitante se transforme en doctor. Con una tablet y unos cascos, la muestra invita a escuchar un corazón y unos pulmones sanos. Y de pronto el sonido cambia a los propios de las patologías. Las crepitaciones fuertes de un pulmón suenan a crujidos de un bosque un día de tormenta; el click de eyección de un corazón es en efecto un click; y el choque pleural evoca a los crujidos del hielo en un glaciar. "No ha habido en la historia de la medicina un instrumento tan sencillo que haya aportado tanto al diagnóstico como el estetoscopio. Ha estado en el maletín y en la bata durante 200 años. Ha sido un magnífico compañero. Y sigue siéndolo", resume Sanz.
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