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el pulso
Columna
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El día en que Pablo Neruda vuelva a morir

La curiosidad por conocer algo más de los personajes de los que ya lo sabíamos todo nos lleva de las bibliotecas a los juzgados

La tumba del poeta Pablo Neruda en Isla Negra (Santiago de Chile), antes de ser exhumada en 2013.
La tumba del poeta Pablo Neruda en Isla Negra (Santiago de Chile), antes de ser exhumada en 2013.afp / getty

Si eres Pablo Neruda, sabes lo que significas: “Es verdad que recibo /cartas que me dicen: / tu palabra / me devolvió el amor, / me dio la vida”. Lo dice el premio Nobel chileno en uno de los textos de Tus pies toco en la sombra y otros poemas inéditos, el libro en el que la editorial Seix Barral acaba de reunir una serie de escritos, hasta ahora traspapelados, del autor de Residencia en la tierra y Veinte poemas de amor y una canción desesperada. La historia de las obras póstumas es larga y variable, va de Kafka y Proust a Ernest Hemingway o Alejandro Dumas. De este, hace no demasiado tiempo, se rescató del olvido, tras estar más de cien años extraviada, El caballero Hector de Sainte-Hermine. Y la rueda nunca se detiene, porque a los cinco años de su fallecimiento están a punto de salir a la luz dos narraciones nuevas del huraño J. D. Salinger, que dada su aversión a ese tipo de negocios, si no va a denunciar a los promotores de la operación es porque desde la tumba no se puede contratar a un abogado, pero sólo por eso.

Al margen de lo estrictamente literario, la curiosidad por conocer algo más de los personajes de los que ya lo sabíamos todo nos lleva de las bibliotecas a los juzgados y de escribir biografías a remover sepulturas. En 2013, la de Neruda en Isla Negra fue abierta para que sus huesos pudieran ser llevados a un laboratorio, y que así se determinara si el autor de Los versos del capitán murió de cáncer o fue envenenado por orden del siniestro general Pinochet, como sospechaba el Partido Comunista y mantenía su chófer. Este aseguraba haber visto a un falso médico que entró dos veces a su habitación del hospital Santa María, en Santiago de Chile, para inyectarle arsénico. En las páginas que logró escribir de sus memorias, Confieso que he vivido, que por cierto también dejó inconclusas y fueron completadas con diferentes materiales por sus herederos, a Neruda le dio tiempo a atacar a los sublevados, que iban a asesinar a más de 3.000 personas y a torturar a 40.000 a lo largo de la dictadura, y a defender a los perseguidos. Para él, de un lado estaban “la Constitución, la ley, la democracia y la esperanza. (…) Y del otro lado, (…) terroristas de pistola y cadena, monjes falsos y militares degradados (…) que tenían las mismas balas que hirieron de muerte a nuestro pueblo en Iquique, en Ranquín, en Salvador o en Puerto Montt”.

En 2013, la tumba de Neruda en Isla Negra fue abierta para determinar si murió de cáncer o fue envenenado

El premio Nobel sostenía que la historia de su país volvía a ser la de siempre: “La oligarquía organiza revoluciones sangrientas y los militares hacen de jauría”. Entonces, ¿fue ejecutado por sus enemigos? Sabemos por el emocionante testimonio de su viuda, Matilde Urrutia, que lo contó en Mi vida junto a Pablo Neruda, que el genio de las Odas elementales murió con el nombre de los criminales y sus víctimas en los labios: “Están matando gente”, le decía a su mujer en la clínica, “la morgue está llena de muertos… ¿Usted no sabía lo que le pasó a Víctor Jara? Le destrozaron las manos. (…) ¡Oh, Dios mío! Si esto es como matar a un ruiseñor. Dicen que él cantaba y que eso los enardecía”. Y sus últimas palabras fueron éstas: “¡Los están fusilando! ¡Los están fusilando!”.

De Neruda llegó a imprimirse, a los cuatro años de su desaparición, un segundo tomo vagamente autobiográfico, Para nacer he nacido, que reunía algunas de sus prosas dispersas. Ahora, a los 45, su voz regresa en Tus pies toco en la sombra y otros poemas inéditos, donde, a pesar de todo, hay dos o tres magníficos. El análisis de sus restos determinó que su muerte había sido a causa de la enfermedad y, por lo tanto, no había sido asesinado. Sus seguidores ardemos en deseos de leer el libro en el que alguno de sus desenterradores nos cuente todo lo que encontraron.

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