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La modesta vida de Ruth Madoff

Cinco años después del escándalo financiero protagonizado por su marido reside medio escondida en Old Greenwich (Connecticut). Hay quien ve su historia reflejada en la película 'Blue Jasmine'

Ruth Madoff, en su casa de Old Greenwich (Connecticut).
Ruth Madoff, en su casa de Old Greenwich (Connecticut).CORDON

Ruth Madoff llegó a ser alguien importante en la alta sociedad neoyorquina. Eso fue cuando la locura por el dinero le llevó a mirar hacia otro lado y disfrutar de una vida de esplendor mientras su marido, Bernard, utilizaba sus encantos para estafar a miles de inversores que le confiaban sus ahorros soñando con convertirse en millonarios como ellos. Algo de eso puede verse en el papel que Cate Blanchett interpreta en Blue Jasmine, la tragicomedia de Woody Allen.

Y como Jasmine, cinco años después de destaparse el fraude trata ahora de recomponer su vida sin esa red de seguridad que le daba el dinero. Bernard se llevó todos los secretos de la trama a Butner, la prisión de máxima seguridad donde cumple 150 años de condena. Ruth está exiliada en Old Greenwich (Connecticut), una pequeña localidad a 45 minutos en coche del lujoso ático que tenía con vistas a Central Park. También es un misterio qué sabía del fraude.

Es fácil imaginar las fiestas que allí se montaron a costa del dinero que Bernard Madoff robó a sus clientes. Su gran mentira llegó a tal extremo, que el financiero exageró incluso la dimensión del fraude, que está probado generó pérdidas por valor de 17.500 millones de dólares frente a los 50.000 millones que confesó a sus hijos Mark y Andrew. El resto, eran todo ganancias ficticias, dinero que pensaban los inversores que habían ganado.

En el momento en el que Bernard quedó entre rejas, se acabaron todos los lujos para Ruth. En la película de Allen, Jasmine se fue a San Francisco para vivir un tiempo con su hermana. Ella se mudó temporalmente a Boca Ratón (Florida). No solo tuvo que renunciar al penthouse en la calle 64 con Park Avenue, también acabó cediendo las propiedades que tenía en Palm Beach (Florida) y Mountauk (a las afueras de Nueva York) y dejó de luchar por toda la fortuna que le prometió su marido para evitar la cárcel.

En el segundo aniversario del fraude perdió además a su hijo Mark, tras suicidarse porque no aguantaba más la presión. Como cuenta Vanity Fair, ahora vive en la casa de Andrew, en tratamiento por un cáncer terminal. Los paseos de la familia en yate y los viajes en avión privado quedaron en visitas con su hijo al hospital. Solo sale de casa, según cuenta la revista, para sacar la basura y recoger el periódico. Las persianas, cuentan los vecinos, están siempre echadas para preservar la intimidad de su nueva vida.

La nueva vida modesta de una de las mujeres más odiadas en la Costa Este estadounidense ya fue descubierta hace dos años por los medios locales en Connecticut, al poco de regresar de Florida. Corrían muchos rumores por el pueblo. Como admitió en una entrevista con el programa 60 Minutes, siente vergüenza por lo sucedido y le da miedo que la gente le reconozca por la calle. Por eso va siempre oculta tras unas gafas de sol.

Cinco años después, en lugar de desplazarse con chófer por las avenidas de Manhattan, conduce su propio utilitario por el pueblo, un Honda Civic, bajo la atenta mirada de los residentes mientras carga las bolsas de la compra. Ruth dice que estos últimos años fueron un periodo que utilizó para sanar las heridas y dedicarse a la comunidad mientras trata de mantener una vida lo más discreta posible. Ahora quiere estar junto a las personas que quiere, su hijo y sus nietos, completamente alejada de Manhattan y de su marido.

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