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Una investigación muestra que la reducción de niños por clase mejora su rendimiento educativo

El trabajo respalda una petición histórica del profesorado, pero poco estudiada en España. Investigaciones previas apuntaban a que tal mejora se producía sobre todo entre alumnado socioculturalmente desfavorecido

Alumnos del colegio público José María del Campo de Sevilla, la semana pasada.
Alumnos del colegio público José María del Campo de Sevilla, la semana pasada.PACO PUENTES
Ignacio Zafra

Un estudio realizado en dos colegios de Extremadura durante la pandemia muestra un efecto positivo y estadísticamente significativo de la reducción del número de estudiantes por clase y su rendimiento académico. El trabajo aprovechó la disminución del tamaño de los grupos adoptada en toda España para prevenir los contagios de covid. Una bajada que en el caso de los dos centros analizados osciló entre el 33% y el 40%, y dejó aulas con entre 16 y 20 niños, según los casos. La mejora de las calificaciones del alumnado de quinto y sexto de primaria, en los que se centró la investigación, fue, trasladándolo a la escala de notas del 0 a 10 usada tradicionalmente en España, de 0,3 puntos en el área de lengua castellana y de 0,27 en la de matemáticas. Dicho cálculo, asegura Jesús Carro, profesor de la Universidad Carlos III y uno de los autores del estudio publicado la semana pasada en la revista Bulletin of Economic Research, se sitúa en la “cota inferior de mejora”. Es decir, que se trata de una estimación conservadora y el efecto positivo de la medida podría ser en todo caso mayor.

La reducción de estudiantes por aula, conocida como bajada de ratios, es una demanda histórica del profesorado como forma de mejorar la calidad de la enseñanza. El resultado de la investigación de Carro y Pedro Gallardo, que recabaron los datos en el curso 2020-2021 con una muestra de 250 alumnos de entre 9 y 12 años, respalda dicha petición. Y coincide con la impresión que manifestaban entonces muchos docentes, que valoraron mucho aquella disminución. “Nuestra conclusión es que esta política sirvió, al menos, para compensar los efectos negativos de la pandemia y fue un acierto aplicarla”, afirma Carro, profesor de Economía en la Universidad Carlos III especializado, entre otros campos, en economía de la educación.

A pesar de resultar muy intuitiva ―cuantos menos estudiantes haya en un aula, lo lógico es que mejor podrá desarrollarse la clase y los resultados tenderán a ascender―, la relación entre la bajada de ratios y el aumento del rendimiento académico no es del todo pacífica. O lo es, sobre todo, para grupos en los que predominan los estudiantes de entornos socioculturalmente desfavorecidos. Uno de los elementos que caracterizan la investigación ahora publicada es que los centros analizados, uno público y otro privado, situados en una zona urbana de un municipio de tamaño medio de Extremadura, no se distinguen por tener un volumen elevado de alumnado desfavorecido, y el rendimiento académico previo de los estudiantes se situaba “en la media, o, en todo caso, un poco por encima”, señala Carro. “Es una novedad que aparezca un efecto positivo y significativo para este tipo de alumnos, ya que la mayoría de los efectos positivos se habían encontrado hasta ahora en alumnos de entornos más desfavorables”, añade.

De no haber sido por la pandemia y las circunstancias que impuso, prosigue el investigador, no parece probable que un ensayo en centros socioeconómicamente estándar como estos se hubiera realizado. Al menos en España, un país donde pese a la importancia que la comunidad educativa concede a la bajada de las ratios, su efecto se ha estudiado poco, y la mayor parte de la bibliografía que existe sobre el tema procede de Estados Unidos.

Los autores del estudio introdujeron varias cautelas para intentar aislar los resultados de los muchos factores educativamente poco convencionales que se vivieron durante los meses de pandemia. Uno de ellos fue el de la magnanimidad de los docentes a la hora de calificar. Para controlarlo, Carro y Gallardo entrevistaron a los docentes y tomaron como referencia en su comparación las notas del final del primer trimestre del curso 2019-2020, cuando todavía no había estallado la pandemia, y las notas del final del primer trimestre del curso 2020-2021, cuando las instrucciones que tenía el profesorado de ambos colegios no diferían de la de los cursos anteriores, y un periodo que los maestros suelen aprovechar para determinar el nivel de los estudiantes y que, al no estar en juego su promoción, suele ser más neutra.

El caso del maestro sin experiencia

Aunque no era el asunto central de la investigación, al analizar los datos los autores se encontraron con otra cuestión llamativa. La mejora académica se había producido en todos los grupos, salvo en el que había tenido como tutor a un profesor nuevo, que daba clase por primera vez. Uno de los más de 33.000 docentes que las consejerías de educación tuvieron que contratar, algunas de ellas a toda prisa tras haberse resistido inicialmente a hacerlo, para cumplir con los protocolos de prevención de contagios diseñados por los ministerios de Educación y Sanidad. Los alumnos de este docente obtuvieron en promedio 1,25 puntos menos en Lengua castellana y 0,43 puntos menos en Matemáticas respecto a la variación del resto de los estudiantes. Es decir, un descenso muy significativo.

La muestra de la investigación es demasiado reducida, tanto en tamaño como en tiempo de observación, para extraer conclusiones fuertes sobre este segundo aspecto, dice Carro. Como hipótesis, los investigadores consideran plausible que una parte de los nuevos maestros contratados de forma masiva, en ocasiones novatos, resultaran claramente menos competentes que sus colegas experimentados a la hora de dar clases, hasta el punto de que en otras circunstancias no hubieran sido contratados. “Sabemos por otros estudios que los primeros años de experiencia tienen un impacto positivo en la calidad docente de un maestro. Si la peor calidad es por la falta de experiencia, se trataría de algo que desaparece con el tiempo, en unos pocos cursos, y no representaría un problema sistémico”, sigue Carro. Pero si el problema está más relacionado con las dificultades de las administraciones educativas para encontrar docentes adicionales a gran escala que cumplan unos estándares mínimos de calidad, se trataría, prosigue el investigador de la Carlos III, de “un efecto negativo permanente que habría que restar al beneficio positivo de la reducción del tamaño de clase para hacer una evaluación completa de la política de reducción del tamaño de clase”. Al menos, si dicha bajada de ratio se implantara de forma muy rápida y generalizada, como sucedió en la pandemia.

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Sobre la firma

Ignacio Zafra
Es redactor de la sección de Sociedad del diario EL PAÍS y está especializado en temas de política educativa. Ha desarrollado su carrera en EL PAÍS. Es licenciado en Derecho por la Universidad de Valencia y Máster de periodismo por la Universidad Autónoma de Madrid y EL PAÍS.
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