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Demografía y desigualdad
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Transformación de los hogares y de sus finanzas

Más del 55% de los núcleos familiares españoles tienen uno o dos miembros y los formados por jóvenes bajan

Hogares
Tomás Ondarra

La Fundación Afi Emilio Ontiveros acaba de publicar el estudio Finanzas de los hogares 2000-2022: escaso ahorro y mayor brecha generacional, sobre los grandes cambios acaecidos durante este casi primer cuarto de siglo en lo que son las unidades básicas de nuestra economía y su comportamiento financiero. De él se derivan implicaciones tanto macroeconómicas como de estabilidad financiera y de potencial vulnerabilidad de determinados colectivos, dentro de ese conjunto heterogéneo que hoy conforman los casi 19 millones de hogares españoles.

Ese comportamiento ha estado muy marcado por la doble confluencia de un contexto económico y de una evolución sociodemográfica realmente singulares, que ha acabado desembocando en una extraordinaria transformación. Con relación al primer factor, cabe destacar que el proceso de convergencia de la economía española con las europeas sufría una fuerte disrupción con la crisis financiera de 2010-2012 y sus secuelas, después del insostenible crecimiento soportado en un boom inmobiliario cimentado sobre la base de unos muy bajos tipos de interés tras nuestra incorporación al euro. Hasta el punto de que la renta bruta disponible per capita de los hogares españoles apenas ha recuperado en términos reales su nivel existente al inicio del siglo, aumentando su brecha frente a la media de la eurozona y a algunos de sus principales países.

Tal estancamiento de la renta per capita contrasta sin embargo con el crecimiento observado en el PIB real agregado. Esto tiene su explicación en un factor demográfico: el intenso crecimiento de la población española, mucho más acusado que el de los otros grandes países de la eurozona, explicado mayoritariamente (en más del 70%) por un volumen de flujos netos de inmigración desconocido históricamente en nuestro país. Simultáneamente, el crecimiento de los hogares, muy superior al observado en la población por razones de muy diversa índole (no solo demográficas), ha tenido como resultante una reducción de su tamaño medio, aunque este es todavía mayor que en la eurozona y, sobre todo, que en sus dos grandes países.

Hoy en día los hogares constituidos por solo uno o dos miembros representan ya más del 55% del total, 10 puntos porcentuales más que a inicios de siglo. No menos relevante es que, en ese cambio estructural que se ha producido, los hogares más jóvenes, aquellos cuyo cabeza de familia tiene menos de 35 años, se han desplomado en nuestro país casi ocho puntos porcentuales en el periodo. Y como se pone de manifiesto en el estudio, no solo porque la población joven se ha reducido, sino porque simultáneamente se han deteriorado extraordinariamente las condiciones facilitadoras de la creación de nuevos hogares. Tanto que, tras el mencionado desplome, el porcentaje de hogares jóvenes españoles es actualmente menos de la mitad de los alemanes y franceses. En definitiva, los hogares españoles son hoy muchos más en número, pero también mucho más pequeños y viejos.

Lo que no se ha modificado durante todos estos años, a pesar de estos cambios estructurales, es su muy baja propensión al ahorro, y no menos la severa volatilidad de esta, si comparamos con el comportamiento de la tasa de ahorro de los hogares de los países de nuestro entorno. En esa reducida y volátil tasa de ahorro de los hogares españoles pesan, sin duda, factores históricos y culturales de carácter agregado, como la mayor valoración del disfrute presente y la mayor confianza en redes de protección tanto familiares como del Estado de bienestar, muy especialmente en un sistema de pensiones públicas más generoso en términos comparativos. Pero también inciden unos niveles de renta inferiores, así como una mayor sensibilidad del PIB y del empleo de la economía española a las diferentes condiciones del ciclo económico.

La rica información disponible, combinando las cuentas nacionales y las siete oleadas de Encuestas Financieras de las Familias acometidas por el Banco de España en estas más de dos décadas, proporciona muchas otras conclusiones de gran relevancia. Entre ellas, la ampliación de la brecha de renta disponible que también se ha producido generacionalmente, con un deterioro relativo evidente entre los jóvenes (los más afectados por el desenlace de la crisis financiera) y los hogares mayores (con mayor fortuna en cuanto a la instrumentación de políticas de protección de ingresos). Esa ampliación de la brecha generacional es aún más acusada en términos de la riqueza. Siendo un hecho estilizado que el mayor nivel de riqueza de los hogares se produce en edades avanzadas, antes de iniciarse el proceso de desacumulación, lo cierto es que la brecha frente a los hogares jóvenes ha aumentado; más aún, la riqueza detentada por estos últimos se ha reducido en términos reales frente a su situación hace dos décadas. A la evidente vinculación de este hecho con el deterioro real de la renta de los hogares jóvenes, hay que sumar aquí un fenómeno singular. El de que los hogares de mayor edad que disponían de vivienda propia durante los primeros años del siglo (la inmensa mayoría entonces) se vieron favorecidos por la revalorización que procuró en los activos inmobiliarios la reducción estructural de los tipos de interés. Y ello, a pesar de los ajustes que tuvieron lugar tras la crisis financiera.

Una revaloración que, a su vez, ha hecho mucho más costoso a las nuevas generaciones el acceso a la vivienda en propiedad. Aun cuando esta no es la única razón, dado que también se están produciendo cambios en las preferencias habitacionales, lo cierto es que los hogares más jóvenes han reducido a la mitad (35%, desde el 70% al inicio de siglo) su propensión a la vivienda en propiedad. El desplazamiento a un nuevo “modo de vida” basado en el alquiler topa por otra parte con la inexistencia de un mercado de este tipo verdaderamente profundo que amortigüe las fuertes presiones alcistas de sus precios. Las dificultades para la emancipación y la consiguiente creación de nuevos hogares jóvenes en España, que antes mencionamos, emergen aquí de nuevo.

Este cambio acelerado de “modo de vida” por el que se han duplicado (del 10% al 20%) los hogares con vivienda en alquiler, no impide que España siga definiendo un porcentaje muy inferior al de los principales países europeos, de tal modo que la riqueza total de los hogares españoles continúa materializándose aún mucho más en activos inmobiliarios. Algo que colateralmente provoca que, en mayor medida, la riqueza financiera se concentre en los de rentas altas. Hasta el punto de que actualmente, y tras un aumento continuado de esa concentración, el 10% de hogares con mayor nivel de renta acapara prácticamente el 50% de lo que estrictamente es la riqueza financiera de los hogares. Concentración que es todavía más acusada en el caso del ahorro previsional, tan relevante en otros países de nuestro entorno, y cuya presencia es apenas testimonial fuera de ese segmento de hogares más favorecido.

Toca ahora, tras un diagnóstico como este, un debate sereno y racional, sobre orientaciones para avanzar en la corrección de esos desequilibrios observados en la situación financiera de los hogares españoles.

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