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El cerebro de la plataforma de criptodivisas FTX, condenado a 25 años de cárcel por fraude

Los fiscales habían pedido entre 40 y 50 años para Sam Bankman-Fried por dirigir la firma “como quien juega al Monopoly”

Sam Bankman-Fried
Sam Bankman-Fried, fundador de FTX, en junio de 2023 a su llegada de una de las vistas del juicio en Nueva York.Michael M. Santiago (Getty Images)
María Antonia Sánchez-Vallejo

Ni los más de cien años teóricamente imputables por la suma de todos sus delitos ni los 6,5 que como máximo solicitaban sus abogados. El cerebro de la plataforma de criptomonedas FTX, Sam Bankman-Fried, ha sido sentenciado este jueves en Nueva York a 25 años de cárcel por su responsabilidad en el colapso de la compañía y el robo de 8.000 millones de dólares a sus clientes, hechos por los que había sido condenado en noviembre. La vida de lujo y delirios —en definición de los fiscales, pero también del actual consejero delegado de FTX, que no se ha ahorrado las críticas contra su predecesor— llevó a Bankman-Fried, de 32 años, a dirigir la firma como quien juega al Monopoly, una expresión utilizada por los fiscales para definir la alocada gestión del emprendedor. Bankman-Fried, más conocido por sus iniciales, SBF, engañó a todo el mundo: mintió a los inversores que entraron en FTX, a los prestamistas que le inyectaron dinero y a los clientes que operaron en su plataforma de intercambio. También financió campañas políticas de representantes de ambos partidos en Washington, incurrió en fraude de ley y engaño e intentó irregularmente desbloquear 1.000 millones de su fondo de cobertura congelado por Pekín, además de realizar inversiones en otras empresas y lujosas compras inmobiliarias, como la del chalet de Bahamas donde con su reducido grupo de íntimos especulaba con las criptomonedas.

El juez federal Lewis Kaplan le ha descrito antes de dar lectura a la sentencia como alguien “extremadamente inteligente. Y padece autismo”, señalando su comprensión de la enfermedad. Según el alegato de Kaplan, “SBF es capaz de grandes logros”, al tiempo que señaló que tiene “una forma de interactuar con la gente que es inusual y a veces desagradable.” El juez se mostró de acuerdo con la acusación de que Bankman-Fried “quería ser una persona muy, muy influyente políticamente en este país”, y que eso impulsó sus delitos financieros. Por eso a la hora de dictar sentencia no excluyó la posibilidad de que pudiera reincidir en el futuro. “Existe ese riesgo, y no es un riesgo trivial”.

“Mucha gente se siente realmente defraudada, y se sintieron muy defraudados, y lo lamento”, ha dicho Bankman-Fried en el tribunal antes de conocer la sentencia. “Lamento lo ocurrido en todo momento. Y hay cosas que debería haber hecho y cosas que no debería haber hecho”, se disculpó en su primera manifestación explícita de responsabilidad desde que fue detenido en 2022, aunque no de remordimiento, como matizó Kaplan. “Lo tiré todo por la borda. Eso me atormenta cada día y es insoportable, pero no soy yo el que importa: lo que importa son los clientes, que no se merecen nada de este dolor”.

Aunque la sentencia haya sido menor de lo esperado, SBF apuntó: “Mi vida útil probablemente haya terminado. Hace tiempo que se acabó”. Su abogado, Marc Mukasey, intentó ganarse las simpatías del juez afirmando que “Sam no era un despiadado asesino en serie financiero que salía cada mañana a hacer daño a la gente”. “Sus verdaderas motivaciones fueron malinterpretadas y malentendidas”, dijo el letrado. “Realmente es un torpe empollón matemático... Le encantan los videojuegos y el veganismo, y es compasivo con los animales”, añadió con el típico discurso Disney tan del gusto estadounidense.

Hace dos semanas, los fiscales pidieron una sentencia de 40 a 50 años de cárcel para el exejecutivo porque, lejos de mostrar algún signo de arrepentimiento, insistía en que su actividad al frente de FTX no fue en absoluto delictiva y, como máximo, admitió algunos fallos de gestión. “Su vida en los últimos años ha sido una [vida] de codicia y arrogancia sin igual; de ambición y racionalización; cortejando el riesgo y apostando repetidamente con el dinero de otras personas”, escribieron el 15 de marzo los fiscales federales de Manhattan al juez Kaplan. “E incluso ahora Bankman-Fried se niega a admitir que lo que hizo estuvo mal”. El agente encargado de supervisar las condiciones de su libertad condicional recomendó una condena de 100 años, sólo 10 años menos que el máximo.

Antes de dar a conocer la sentencia, Kaplan señaló que los delitos de Bankman-Fried ocasionaron una pérdida para los inversores de 1.700 millones de dólares, números rojos para los prestamistas de Alameda Research de 1.300 millones de dólares y para los clientes de FTX, de 8.000 millones de dólares. La defensa argumentó en cambio que no hubo pérdidas para ninguna de los damnificados, alegando además que serán resarcidos en el proceso de quiebra que se ejecuta en Delaware. “Rechazo totalmente que no haya habido pérdidas reales”, dijo Kaplan.

Precisamente el proceso de reestructuración de la firma, sometido al Capítulo 11 o ley de quiebra, ha generado en las últimas semanas una nueva polémica. En documentos presentados la semana pasada ante el tribunal de quiebras de Delaware, el actual consejero delegado de FTX, John Ray, afirmó que Bankman-Fried había tergiversado las recientes declaraciones de la empresa sobre su capacidad de reembolsar el dinero perdido a los clientes, al asegurar que el perjuicio para estos, así como para prestamistas e inversores, era “nulo”. “Todas estas declaraciones son imprudentes y falsas”, escribió Ray. “Incluso el mejor resultado imaginable en el procedimiento del Capítulo 11 no generará una recuperación económica verdadera y completa a todos los acreedores e inversores de capital, es decir, un resarcimiento total como si el fraude nunca hubiera existido”, dijo. Bankman-Fried hizo esas afirmaciones “imprudentes y falsas” según Ray para defender por qué, a su juicio y el de sus abogados, merecería una pena de prisión leve.

Bankman-Fried fue condenado en noviembre pasado por siete cargos de fraude y conspiración, casi un año después de su extradición desde Bahamas a Nueva York para ser juzgado. Aplaudido en sus días de éxito como el gurú de las criptomonedas, sus empresas —FTX y el fondo de cobertura Alameda Research, en realidad vasos comunicantes del expolio— se derrumbaron en noviembre de 2022, menos de un año después de que el joven ejecutivo alcanzara la cima. La manifestación de su éxito incluyó un anuncio en la Super Bowl, el respaldo de celebridades y una comparecencia ante el Congreso. Pero tan fulgurante como su ascenso resultó su caída. En agosto pasado, vio cómo se le revocaba el arresto domiciliario por intentar manipular a los testigos —entre ellos su exnovia, responsable de Alameda Research— y tuvo que ingresar en una atestada prisión de Manhattan, lejos de las comodidades de la mansión de sus padres donde pasó los primeros meses en libertad condicional tras depositar una fianza de 250 millones de dólares. En el juicio declararon sus tres colaboradores más cercanos, incluida su expareja, que optaron por colaborar con la justicia.

Sentencia ejemplarizante

La implosión de FTX y la posterior detención y condena de su principal artífice se consideraron un aviso para navegantes, en un sector insuficientemente regulado. Aunque sobre la laxitud del sector cabe recordar las declaraciones de Damian Williams, fiscal federal del Distrito Sur de Nueva York, tras el veredicto de noviembre: “La criptoindustria puede ser nueva, pero este tipo de fraude, este tipo de corrupción, es tan antigua como el tiempo”. El precedente de FTX como paradigma de corrupción se ha visto consagrado por la sentencia impuesta al gurú cripto mientras los precios de la mayoría de los activos digitales siguen disparados, en la senda del bitcoin. El proceso contra Bankman-Fried puso el foco en la emergente y poco regulada industria de las criptodivisas y en el grupo de jóvenes emprendedores veinteañeros que cohabitaban en una lujosa mansión en las Bahamas mientras soñaban con convertirse en actores protagonistas de un nuevo nicho de las finanzas.

La suerte de SBF, con creciente presencia pública e incluso política —intentó ganar influencia en Washington financiando a candidatos de ambos partidos y coqueteó con la idea de una posible carrera a la presidencia—, tocó fondo definitivamente durante el juicio. Caroline Ellison, su exnovia y testigo estrella de la acusación, declaró que Alameda tomó varios miles de millones de dólares del dinero de los clientes de FTX y los utilizó para sus propias inversiones y para pagar las deudas que tenía. También para sufragar los excesos de una vida de lujos en la que Bankman, según la biografía de Michael Lewis publicada con ocasión del juicio, era incapaz de nombrar a tres de sus lugartenientes en la firma, dado que los contrataba sólo para firmar documentos a cualquier hora del día (o de la madrugada).

Además de la sentencia penal, punto final de su huida hacia delante, el descrédito de Bankman-Fried sigue en aumento, a juzgar por las duras descalificaciones de su sucesor al frente de FTX. La semana pasada Ray dirigió también una carta al juez Kaplan, asegurando que la afirmación de Bankman de que los clientes, los prestamistas y los inversores no se vieron perjudicados por su desquiciada gestión era radicalmente falsa y que el condenado vivía una “vida de engaño”. “El Sr. Bankman-Fried sigue viviendo una vida de delirio. El negocio que dejó el 11 de noviembre de 2022 [cuando se produjo el colapso de FTX] no era ni solvente ni seguro. Vastas sumas de dinero fueron robadas por el Sr. Bankman-Fried, y fue condenado con razón por un jurado”, escribió el actual consejero delegado de la compañía al juez federal.

Según Ray, el hecho de que el código de bancarrota dicte que cada una de las reclamaciones de las víctimas deba valorarse retrospectivamente, con fecha del 11 de noviembre de 2022, cuando el valor de las criptodivisas era un 400% inferior al actual, agrava aún más los engaños —o el delirio— de Bankman.

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