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“Dinero del ‘Monopoly”: cómo engañó a los inversores el joven rey de las criptomonedas Sam Bankman-Fried

El imperio con pies de barro se gestionaba con un programa de contabilidad para pymes

Sam Bankman-Fried, fundador de FTX, a la salida del juzgado de Nassau (Bahamas), este martes. Foto: DANTE CARRER (REUTERS) | Vídeo: EPV
Miguel Jiménez

Sam Bankman-Fried engañó a todo el mundo. Mintió a los inversores que entraron en el capital de FTX, a los prestamistas que le confiaron dinero y a los clientes que operaron a través de su plataforma de criptomonedas. Lo hizo ante la pasividad de las autoridades y de los organismos supervisores, que solo a toro pasado han tomado cartas en el asunto. El joven rey de las criptomonedas ni siquiera necesitó hacerlo de forma sofisticada. Básicamente, saqueaba el dinero de los clientes en beneficio propio. El principal activo de la firma acabaron siendo las criptomonedas que él mismo emitía. “No muy diferente al dinero del Monopoly”, resumió este martes en la Cámara de Representantes el congresista por Nueva York Ritchie Torres.

El relato de la Fiscalía, los pliegos de cargos presentados por la Comisión de Valores y Bolsa (la SEC) y por el regulador de los mercados de futuros (la CFTC), junto con las explicaciones en el Congreso del liquidador, John Ray III, dejan al descubierto lo que el fiscal del Distrito Sur de Manhattan, Damian Williams, definió este martes como “uno de los mayores fraudes financieros en la historia de Estados Unidos”. Un fraude masivo que sitúa a Bankman-Fried en la galería de villanos junto a nombres como Bernie Madoff, autor del famoso timo piramidal que estalló con la crisis financiera. El agujero está estimado en unos 10.000 millones de dólares, si se suman los 1.800 millones estafados a inversores que entraron en el capital de FTX y los más de 8.000 millones en que se cifra el desfalco a los clientes de la plataforma.

La compañía carecía de controles de riesgo y se dirigía de una forma chapucera. Transferencias millonarias se ordenaban mediante chats y la empresa se gestionaba con un programa de contabilidad para pymes, según reveló este martes su liquidador, John Ray III, que se mostró pesimista con respecto a las posibilidades de que los clientes (se calcula que puede haber un millón de afectados) recuperen su dinero: “Al final, no vamos a poder recuperar todas las pérdidas”. Ray III no sabe dónde están los activos que le quedan a la firma, las operaciones están sin documentar y la tarea de recuperación se complica. Pese a que se encargó de gestionar la quiebra de Enron y de otras firmas, el liquidador asegura no haber visto nada parecido en toda su carrera.

FTX fue un engaño desde el principio. Bankman-Fried “orquestó un fraude masivo de años de duración, desviando miles de millones de dólares de los fondos de los clientes de la plataforma de negociación para su propio beneficio personal y para ayudar a hacer crecer su imperio de criptomonedas”, según la SEC.

Bankman-Fried se presentaba como un líder respetable de la comunidad cripto que destacaba la importancia de la regulación y de la rendición de cuentas y dirigía una empresa innovadora, pero a la vez responsable. Se presentaba como un visionario honrado, solidario y preocupado por los problemas de la humanidad. Presumía de buenas relaciones con los reguladores. En su campaña de relaciones públicas fichó a famosos como el quarterback de fútbol americano Tom Brady, la supermodelo Gisele Bundchen y el baloncestista Stephen Curry, patrocinó a los Miami Heat y se anunció en la Super Bowl como “la forma más segura y sencilla de comprar y vender criptomonedas”.

Con todo eso atrajo miles de millones de dólares de clientes que pensaron que en FTX su dinero estaba a salvo. “Pero desde el principio, Bankman-Fried desvió indebidamente los activos de los clientes a su fondo de inversiones cripto privado, Alameda Research. Luego utilizó esos fondos de los clientes para hacer inversiones de riesgo no declaradas, lujosas compras de inmuebles y grandes donaciones políticas”, resume la SEC.

Una gran mentira

El fundador de FTX, que ahora tiene 30 años, dijo a los inversores y a los potenciales inversores que su mercado contaba con sofisticadas medidas automatizadas para proteger los activos de los clientes, que esos activos estaban seguros, que su firma era transparente y que Alameda, el germen del grupo, era un cliente más de la plataforma sin privilegios especiales. Todo era mentira. El dinero de los clientes se traspasaba a cuentas que en realidad estaban controladas por Alameda. No había transparencia ni controles adecuados. Además, Alameda tenía un trato privilegiado, no estaba sujeto a las medidas de control de riesgo y disponía de una línea de crédito prácticamente ilimitada por parte de FTX que se financiaba con el dinero de los demás clientes.

Con sus engaños sobre lo innovador y sofisticado de sus sistemas de control de riesgo, captó al menos 1.800 millones de dólares en diferentes rondas de financiación en las que fue incorporando como accionistas a inversores de capital riesgo. La valoración de FTX era cada vez más alta (llegó a los 32.000 millones) y, sobre el papel, Bankman-Fried se había convertido, con 29 años, en uno de los hombres más ricos del mundo. En esas emisiones de acciones atrajo al menos a 90 inversores estadounidenses que aportaron 1.100 millones de euros. El fundador de FTX les engañó, pero sorprende que ninguno hiciera los deberes para saber dónde metía su dinero.

En principio, un mercado de intercambio de criptomonedas debería ser un lugar donde son los inversores los que toman posiciones al alza y a la baja, compran y venden criptomonedas y asumen ellos el riesgo. En las operaciones al contado no hay problema y en las apalancadas es necesario controlar las posiciones y las garantías de los clientes. Pero eso quedaba desvirtuado en FTX por los privilegios concedidos a Alameda, exenta del control de riesgos y de las garantías. Cuando las criptomonedas estaban al alza, Alameda destinó las teóricas plusvalías latentes para comprar inmuebles, realizar arriesgadas inversiones y hacer multimillonarias donaciones a los partidos políticos. Cuando en mayo de 2022 el valor de los criptoactivos se desplomó en los mercados, el castillo de naipes se empezó a derrumbar.

Miles de millones

Los prestamistas de Alameda exigieron el reembolso de préstamos o nuevas garantías. A pesar de que Alameda ya había tomado miles de millones de dólares de activos de clientes de FTX, era incapaz de pagar sus deudas por las pérdidas asumidas en sus propias inversiones, así que Bankman-Fried ordenó a FTX que desviara miles de millones más de activos de clientes a Alameda para que mantuviera sus relaciones crediticias y que el dinero siguiera fluyendo de los prestamistas y otros inversores.

El nuevo consejero delegado y liquidador de FTX, John Ray III, durante su comparecencia de este martes en la Cámara de Representantes.
El nuevo consejero delegado y liquidador de FTX, John Ray III, durante su comparecencia de este martes en la Cámara de Representantes.ELIZABETH FRANTZ (REUTERS)

Era una huida hacia adelante, pero Bankman-Fried siguió con lo que el liquidador, John Ray III, definió este martes como “un desfalco a la vieja usanza”. Pese a que sabía que su situación era insostenible y que Alameda debía miles de millones a FTX (que en realidad correspondían a los clientes), siguió apropiándose de fondos durante el verano para nuevas inversiones, para concederse préstamos a sí mismo y a los cofundadores de FTX (Bankman-Fried se llevó 1.338 millones de dólares; Nishad Singh tomó otros 554 millones de dólares y Gary Wang, 224,7 millones) para comprar casas de lujo en las Bahamas o para donaciones políticas. Hasta se presentó como salvador del sector, apoyando a otras firmas en apuros. “Nos tomamos muy en serio nuestro deber de proteger el ecosistema de activos digitales y a sus clientes”, llegó a tuitear cuando dio una línea de crédito a BlockFi, presentándose como héroe de las criptomonedas, pese a que su propio imperio tenía ya pies de barro. BlockFi ha acabado entrando también en bancarrota.

Bankman-Fried siguió engañando a los inversores sobre la situación de su firma para intentar tapar el agujero. No lo consiguió. La espiral se desató cuando el medio especializado CoinDesk reveló que FTX tenía una fuerte exposición a su propia criptomoneda, FTT. De hecho, Alameda había estado dando token de FTT como garantía de los más de 8.000 millones de dólares contantes y sonantes que se había llevado de los clientes a través de la línea de crédito. El regulador del mercado de futuros acusa a la firma de haber manipulado el precio de su criptmoneda en el mercado.

El mercado rival Binance, que había sido accionista de FTX, recibió el pago de su participación en FTT bajo la premisa de que su precio era un valor de mercado y que la plataforma no tenía como activo a su propia criptomoneda ni dominaba la fijación de su precio. Al enterarse de que no era así, decidió venderla. La criptomoneda era ilíquida y había una especie de pescadilla que se muerde la cola. El valor de FTX dependía de sus activos en FTT y el valor de esa criptomoneda dependía del valor de FTX. Una vez que los dólares de verdad habían salido rumbo a Alameda, los token pasaban a ser como “dinero del Monopoly”.

Los clientes reclamaron su dinero, la firma no pudo devolvérselo y congeló los reintegros, pese a que antes Bankman-Fried había tuiteado que no había ningún problema y que había dinero para devolver a todos los clientes, mintiendo una vez más para intentar evitar el colapso. El FTT se desplomó un 80% en un día. FTX intentó ser rescatado por Binance —que ahora se ha visto contagiada por la crisis de confianza y está sufriendo una fuerte retirada de clientes—, pero tras una mínima revisión, este lo descartó. Bankman-Fried dimitió y su sucesor, propuesto por los acreedores, declaró la bancarrota.

Partidos políticos

La Fiscalía y los supervisores se pusieron a investigar “contrarreloj”, según el fiscal Damian Williams. Presentó los cargos ante el juzgado el pasado miércoles, un gran jurado le imputó el viernes y se transmitió la orden de detención a Bahamas, que lo detuvo el lunes. Este martes, el juez le denegó la libertad bajo fianza tras comparecer ante el juzgado. Era el día en que estaba citado a declarar en la comisión de Servicios Financieros de la Cámara de Representantes, lo que ha provocado el malestar de su presidenta y también algunas suspicacias por si esa coincidencia de calendarios fuera una forma de taparle la boca. Bankman-Fried ha donado decenas de millones de dólares al Partido Demócrata y al Republicano (aunque lo de este segundo no se sabía), y lo ha hecho de forma ilegal, según la Fiscalía, que investiga esas donaciones como irregulares. El fundador de FTX donó dinero que era de los clientes y el fiscal ha pedido a los partidos y candidatos que lo devuelvan.

El fiscal Damian Williams resumió este martes las acusaciones que derivan en cargos por ocho delitos. Bankman-Fried y sus cómplices (aunque no hay ningún acusado más por ahora) robaron miles de millones de dólares de los clientes de FTX para su beneficio personal. El fundador de FTX mintió a los prestamistas de Alameda sobre el origen del dinero que estaba utilizando para pagar sus deudas. Además, mintió a los inversores de FTX, al ocultar que había desviado miles de millones de dólares en dinero de clientes de FTX a Alameda. “En cuarto lugar, acusamos a Bankman-Fried de haber violado las leyes federales de financiación de campañas al hacer contribuciones ilegales por valor de decenas de millones de dólares a candidatos y comités asociados tanto a demócratas como a republicanos”, disparó también. “Las contribuciones fueron financiadas por Alameda con dinero robado de clientes. Y todo este dinero sucio se utilizó al servicio de los deseos de Bankman-Fried de comprar influencia bipartidista e influir en la dirección de la política pública en Washington”, concluyó. Como para el resto de los cargos, la investigación sigue en marcha.

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Sobre la firma

Miguel Jiménez
Corresponsal jefe de EL PAÍS en Estados Unidos. Ha desarrollado su carrera en EL PAÍS, donde ha sido redactor jefe de Economía y Negocios, subdirector y director adjunto y en el diario económico Cinco Días, del que fue director.

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