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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Europa regula la inteligencia artificial, el primer paso de un largo camino

Hay que dotar de recursos a organismos especializados para evitar que se dañe al ser humano y es algo que queda todavía pendiente

Adrián Todolí
Inteligencia Artificial
Robot automatizado de la empresa Artificial que utiliza la Inteligencia artificial desde hace años.Nadia Morera Rovira

Cuando se analiza la cuestión del futuro del empleo y la inteligencia artificial (IA) se hace desde dos miradas muy distintas. De un lado, desde la perspectiva de la sustitución de la mano de obra por robots. En efecto, la mayoría de los estudios realizados en la última década examinan la probabilidad de desaparición de determinadas profesiones en el futuro, la destrucción o creación de empleo resultante de los procesos de automatización derivados de IA, etc. Sin embargo, una segunda perspectiva está ganando terreno. Esta partiría de la premisa de que la IA no será un sustitutivo de las personas trabajadoras, sino un complemento. De hecho, los más recientes estudios realizados por el Banco Mundial, la OCDE y la OIT apuntan a que la mayoría de los empleos y profesiones se verán afectados por la interacción humano-IA (un 80% de empleos de todos los sectores y niveles de cualificación), mientras que solamente unos pocos empleos resultarán totalmente sustituidos por una máquina (se pronostica que entre el 10 y el 15% de los empleos pueden verse sustituidos).

Esta segunda perspectiva en la que la IA sería una especie de “compañero de trabajo” parte de la premisa de que la máquina no sustituye profesiones completas, sino tareas concretas. De esta forma, una profesión, compuesta por multitud de tareas, seguirá existiendo, solo que algunas de estas tareas serán complementadas por la máquina. Esta perspectiva, adicionalmente, plantea otras interacciones, esta vez no ya de complementariedad, sino de subordinación a la máquina.

Actualmente, se están viendo cada vez más empresas que recurren a la IA como supervisor o mando intermedio en las empresas: fenómeno al que se ha llamado “dirección algorítmica del trabajo”. Aunque en el imaginario colectivo nos cueste entender la idea de una IA como jefe, la lógica detrás de este movimiento es absoluta.

Una IA, a día de hoy, lo que mejor hace es analizar datos y “decidir” cuál es el mejor camino para llegar a un concreto resultado. Esta habilidad es bastante similar a realizada por los mandos intermedios en las empresas. Así, una IA puede “leer” miles de CV y decidir cuál encaja mejor en la empresa, escuchar conversaciones en un call center y calificar a las personas trabajadoras en materia de empatía, cortesía y resolución de problemas. También puede cronometrar, mediante un smartwatch, la velocidad en la que una camarera de piso arregla una habitación o limpia un retrete, para, de esta forma, decidir si va suficientemente rápido de acuerdo con el índice de productividad decidido por la propia IA. Por supuesto, ya existen múltiples casos de despidos “adoptados” por una IA. La decisión partiría de un ranquin de productividad realizado por esta, conforme a los parámetros que considera adecuados y, aquellos que se encuentran en el percentil inferior, reciben una carta de despido automáticamente enviada por la IA.

Los riesgos de tener un algoritmo como jefe saltan a la vista. Se han detectado casos de IA de reclutamiento que discriminaba a las mujeres. Casos en los que el índice de productividad, calculado por la IA, no contemplaba un permiso por conciliación, siendo despedida automáticamente. Casos donde han aflorado problemas de salud mental por ritmos de trabajo inasumibles decididos por la IA y también se han documentado decisiones algorítmicas que han provocado accidentes graves y mortales de personas trabajadoras.

Estas cuestiones son tenidas en cuenta por el recientemente acordado Reglamento Europeo de Inteligencia Artificial, regulación que clasifica sistemas de IA por niveles de riesgos para las personas. En este sentido, la regulación establece que la IA que afecte a las personas trabajadoras y se use para reclutamiento, evaluación, determinación de salarios, etc., se considerará un sistema de alto riesgo.

El problema surge debido a que, como suele ocurrir con regulaciones transversales —y es el caso de la regulación de protección de datos también—, las particularidades del mercado de trabajo no son contempladas por esta nueva regulación. Por tanto, aunque el Reglamento Europeo es un gran avance para garantizar que se mantienen los derechos fundamentales y de seguridad y salud en el trabajo de las personas trabajadoras, se considera insuficiente.

Asentado que el mayor reto de la IA no será la destrucción de empleo, sino la subordinación de las personas trabajadoras a las decisiones tomadas por la IA, mejores salvaguardas son necesarias. Cuestiones como las auditorías de la IA, así como dotar de recursos a organismos especializados en condiciones de trabajo e IA para que supervisen y auditen el funcionamiento de las IA con objeto de evitar que estas dañen a un ser humano quedan todavía pendientes. La regulación europea debe verse solamente como el primer paso de un largo camino para adaptar los derechos de las personas trabajadoras al mundo del S. XXI.

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