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La negociación de los precios con la industria pone al sector lácteo en la encrucijada

Los ganaderos rechazan las posiciones de la industria de bajadas en la negociación de los nuevos contratos que abocarían a más abandonos

Vacas
Varias vacas durante el ordeño en la ganadería Bértolos e Serranos, en Lugo, Galicia.Carlos Castro (Europa Press)

El conjunto de la industria láctea, lecheros, queseros y fabricantes de otros productos derivados mantienen en estas fechas negociaciones con la mayor parte de los 9.951 ganaderos de leche que se resisten en la actividad o a través de sus organizaciones de productores, para la renovación de los contratos que se deben cerrar en las próximas semanas. Desde la industria se plantean unas reducciones de entre dos y cuatro céntimos por litro sobre unos precios actuales medios en el campo de 0,52 euros y que van desde los 0,49 en Galicia a los 0,55 en Castilla y León o Andalucía. En todo caso, lejos de los más de 0,60 euros litro de 2022.

En la actualidad los precios pagados a los ganaderos españoles son, sin embargo, ligeramente superiores a los percibidos como media por sus homólogos en toda la Unión Europea, situados en poco más de 0,46 euros con unos costes de materias primas similares. La diferencia es que ellos tienen unas estructuras productivas más eficientes que les permiten tener una posición más competitiva en los mercados con precios bajos para algunos productos elaborados con excedentes, como algunos quesos que llegan como vertedero a los lineales españoles desde Alemania, Holanda o Dinamarca.

Para Rosario Arredondo, ganadera y responsable del sector en Coag, no se entiende que las rebajas ofertadas sean similares por parte de las diferentes industrias y considera que se trataría de un pacto tácito entre las mismas. Estima que en estas negociaciones hay una parte más débil, que es el ganadero, con un producto perecedero en sus manos al que debe dar salida, que no puede almacenar y que sufre una actuación insuficiente de control por parte de la Ley de la Cadena Alimentaria.

Desde la Federación Nacional de Productores Lácteos, escarmentadas una serie de industrias por la multa impuesta en el pasado por operar así, se rechazan este tipo de prácticas y se ve en las ofertas un reflejo de la situación por la que está atravesando toda la industria.

Desde la perspectiva del consumo, en los hogares, lejos de crecer, ha caído la demanda de todos los productos lácteos un 0,16% hasta los 4,233 millones de toneladas. Las ventas de yogures y postres se redujeron en un 3,1% y del 2,5% en los batidos. En la parte positiva, el consumo de leche líquida creció un 1,8% y el de quesos un 1,1%, pero con la salvedad de que las importaciones, según tipos, van desde un 6% hasta el 10% —unas 362.000 toneladas y unas exportaciones de 117.000 toneladas—, mientras la producción nacional experimentaba un descenso medio del 3%. Todo ello supone menos compras de leche en el campo y más producto almacenado que, a la postre, se refleja en los precios de los mercados en origen.

Importaciones

Elemento clave en la actual situación del sector lácteo es el comportamiento de las importaciones; desde la leche fresca, con unas 100.000 toneladas, hasta las 169.000 toneladas de yogures, 45.000 toneladas de nata o 75.000 toneladas de leche en polvo. Pero, sobre todo, las 362.000 toneladas de queso que, en equivalente a leche, a razón de siete litros por kilo, ya suponen más de 2,56 millones de toneladas y que en conjunto superarían los 4,4 millones de toneladas de leche realizando las correspondientes equivalencias en cada producto.

Finalmente, el sector sufre en los últimos años la estrategia de la gran distribución empeñada en posicionarse en los mercados de cara al consumidor final con las marcas blancas o de la distribución, más baratas que las marcas de fabricante cuyo diferencial de precios se reabsorbe en la parte inicial de la cadena y que tienen una cuota de mercado del 58% en leche y del 70% en yogures y quesos. Si la gran distribución sigue optando por la leche barata de reclamo, los efectos directo son en primer lugar para la industria, pero el coste final lo pagan los ganaderos.

El balance global en el sector lácteo se concretaría en un consumo total de unos 10 millones de toneladas de leche, una producción estable de 7,3 millones, unas importaciones totales de productos de 4,4 millones y unas exportaciones de 1,6 millones de toneladas. Esto supone una dependencia exterior del 45%.

El conjunto de circunstancias tiene una clara repercusión en el sector lácteo y especialmente en el vacuno. El número de ganaderos bajó por primera vez en 2023 de los 10.000 trabajadores. Se trata de una caída constante frente a los 14.000 que había en 2018, a razón de un ajuste de entre 600 y 700 explotaciones al año, consecuencia de su fuerte dependencia y baja rentabilidad. Aunque a su favor han jugado los ajustes en las cotizaciones de los cereales, en su contra se hallan los precios a la baja, las importantes subidas de los costes de producción —desde la paja y los forrajes, a la energía— de cara a la sostenibilidad, y el relevo generacional de las explotaciones. El cambio en la estructura de las explotaciones hace que, al aumentar la capacidad productiva de las mismas, las entregas de leche en origen prácticamente se hayan estabilizado en el entorno de los 7,3 millones de toneladas.

Lo más grave para el futuro del sector ya no es solo ese ajuste de ganaderos, sino la falta de relevo generacional. Un 12% de las personas que trabajan en el sector tiene más de 65 años, el 37% está entre los 55 y los 64 años, el 29% entre los 45 y los 54, el 16% entre los 35 y los 44, el 5% entre los 25 y los 34 y solo el 1% tiene menos de 25 años de edad.

Esta situación dará lugar al desarrollo de grandes explotaciones, especialmente más cerca de los grandes centros de consumo, y en consecuencia al cierre de pequeñas y medianas empresas en la cornisa, provocando un mayor abandono del un territorio ya abandonado.

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