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La economía española crea uno de cada tres empleos de la eurozona

El tirón de la población extranjera impulsa la actividad, pero deja el crecimiento del PIB per cápita en el 1,2% en 2023

Un hombre repartía paquetes en una calle de Santander el día 2 de febrero.
Un hombre repartía paquetes en una calle de Santander el día 2 de febrero.Pedro Puente Hoyos (EFE)
Antonio Maqueda

La economía española genera un tercio de todo el empleo creado en la eurozona. Entre el tercer trimestre de 2022 y el tercero de 2023, último periodo del que hay datos comparables de Eurostat, la ocupación ha aumentado en unos dos millones de trabajadores en el conjunto de la zona euro. De ellos, unos 700.000 pertenecen a España. A pesar de suponer apenas un 10% de la economía del euro, España crea un 33% de los puestos de trabajo.

Estas cifras certifican el robusto crecimiento de la actividad en España, al tiempo que la producción en Europa languidece en medio de la fuerte escalada de tipos y las repercusiones de la crisis energética y de precios. Sobre todo sufre Alemania, cuyo modelo productivo acusa la pérdida del gas barato de Rusia, la desaceleración de China, la transición hacia el vehículo eléctrico, la falta estructural de inversión y el retraso en la digitalización.

A pesar de esta ralentización y aunque con menos horas trabajadas, el mercado laboral está exhibiendo una gran resistencia en toda Europa. Las vacantes no cubiertas han tocado incluso cifras récord en todos los países. Y en este contexto España es el que está arrojando los mejores números de creación de empleo. Influye algo la intensa recuperación del turismo tras la covid. De hecho, el gasto turístico se encuentra en términos reales un 17% por encima de los niveles previos a la pandemia, gracias a que el sector está siendo capaz de fijar precios más altos.

En plena crisis energética, también pesa la menor dependencia del gas ruso, el mayor uso de renovables y la presencia de instalaciones para procesar gas natural licuado (GNL). Además, con la disciplina fiscal europea suspendida por ahora, el consumo público ha supuesto un tercio de todo el crecimiento anotado en 2023 debido al incremento del gasto de las comunidades en sanidad y educación.

Pero quizá el elemento más diferencial haya sido el fuerte impulso que ha registrado la población inmigrante. Esta se ha disparado en cerca de 600.000 personas el año pasado. El número recibido es similar al de los años de la burbuja inmobiliaria, cuando entraban a razón de medio millón al año. Hasta el punto de que en 2023 cuatro de cada diez empleos creados en España fueron de extranjeros, pese a que solo suponen un 13% de la población. La cifra asciende a seis de cada diez si se toman los trabajadores de doble nacionalidad. Según datos de Eurostat, la economía española creó un tercio de todo el empleo foráneo generado en la eurozona.

El grueso procede de América Latina, así que el idioma podría convertirse en un activo importante a la hora de aliviar el enorme déficit demográfico y el aumento de las vacantes a pesar del elevado desempleo. Semejante capacidad para acoger mano de obra es todavía más meritoria después del shock de la pandemia y de la crisis de precios. Apuntaría que la economía ha salido con menos cicatrices de las que cabría esperar. El Ministerio de Economía insiste en que estos trabajadores reúnen en promedio una mejor capacitación y presentan unos perfiles profesionales más diversificados que los que tenían en 2007, incluyendo una parte que ha ido a empleos más cualificados.

En todo caso, el aumento del empleo extranjero, en unas 330.000 personas en un solo año, puede suponer hasta medio punto de PIB más y ayudaría en parte a explicar que se hayan batido las previsiones que hablaban de crecer apenas un 1% a principios del año pasado.

El crecimiento basado en sumar trabajadores tiene efectos muy positivos a la hora de obtener más recursos para Hacienda, financiar las pensiones o hacer frente al pago de la deuda pública. Pero crecer apoyados en la población significa que la tarta por habitante no engorda tanto. De acuerdo con las cifras de Eurostat, el PIB per cápita español solo sumó un 1,2% en 2023, por debajo del 2,5% que avanzó el conjunto de la economía. Mientras que el PIB prepandemia se alcanzó en el tercer trimestre del 2022, en términos per cápita no se recuperó hasta mediados de 2023.

Se crece más por el aumento de trabajadores y no tanto porque estos produzcan mayores cantidades. Como resultado, la productividad descendió el año pasado por ocupado un 0,7%. Por hora creció algo, pero lo está haciendo a peor ritmo que en otros países europeos. Y este comportamiento de la productividad está provocando que los costes por unidad producida subieran mucho en 2023. Es muy positivo que el sector exportador español haya aguantado con esa alza de costes porque significaría que compite por calidad. Pero de mantenerse esta evolución, podría, a medio y largo plazo, acabar erosionando una competitividad exterior que ha mostrado un gran comportamiento durante la última década y que ha sido uno de los motores de la economía.

En tales circunstancias, la consecuencia evidente es que este crecimiento tan robusto de la actividad no se está traduciendo en la misma proporción en una convergencia con Europa en términos económicos. Medido en poder de compra por habitante, España está perdiendo respecto a la media europea. Gana frente a Alemania. Pero se le acercan Portugal y Polonia. Y ya le adelantaron Chequia o Chipre.

Esta tendencia también se observa en el consumo per cápita. El total del gasto privado ha igualado ya las cotas prepandemia. Sin embargo, por habitante todavía se encuentra un 3% por debajo del periodo precovid debido a la brutal crisis de precios y el encarecimiento de las hipotecas. Este es el mejor termómetro para calibrar el bienestar de la población desde el punto de vista económico, y evidencia que la crisis inflacionaria todavía no ha quedado superada a pesar de la moderación de precios. Aunque el lado positivo es que a futuro hay algo de recorrido para la mejora en un contexto de creación de empleo y recuperación gradual del poder adquisitivo.

Otro efecto importante de este tipo de crecimiento es que el paro ha dejado de bajar con la intensidad que lo estaba haciendo tras la pandemia. Por ejemplo, el Banco de España vaticina que en los próximos años se quede estancado en el entorno del 11%.

Y la trayectoria de la productividad y los costes laborales coincide con una caída de la inversión, que sigue hundida tras la pandemia, lastrada por las subidas de tipos a pesar de la llegada de fondos europeos. De modo que se observan señales mixtas bajo el fuerte crecimiento: por un lado, se aprecia una progresiva recuperación de los salarios reales con subidas superiores a los precios, más ahorro, menos deuda, más capacidad para generar recursos porque hay más trabajadores y un sector exterior que aguanta relativamente bien pese a las dificultades. Pero, por otro lado, la inversión no tira, la productividad flojea y el crecimiento se apoya en la inmigración y en un consumo público sin las bridas de la disciplina fiscal europea. Y quizás estos no sean los mejores determinantes del crecimiento a futuro.

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Sobre la firma

Antonio Maqueda
Periodista de la sección de Economía. Graduado en Periodismo en la Universidad de Navarra y máster por la Universidad de Cardiff, ha trabajado en medios como Cádiz Información, New Statesman, The Independent, elEconomista y Vozpópuli.

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