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Bruselas prevé que Europa se adentre en una época de bajo crecimiento económico en los próximos años

La Comisión Europea pronostica un aumento de la actividad en la zona euro del 1,2% el año que viene y del 1,6% el siguiente; para España apunta que será del 1,7% y del 2%

Una trabajadora en la línea de producción del fabricante de maquinaria alemán Bosch en una planta en Eschenburg (Alemania).
Una trabajadora en la línea de producción del fabricante de maquinaria alemán Bosch en una planta en Eschenburg (Alemania).Sascha Schuermann (Getty Images)
Manuel V. Gómez

La economía europea no va a salir con fuerza de la crisis energética. Lleva tiempo flirteando con caer en una recesión leve, aunque por ahora se ha quedado en el estancamiento. Y para los próximos años, no parece que el escenario vaya a cambiar radicalmente. Si se cumplen las previsiones de la Comisión Europea, mejorará algo, pero tampoco una barbaridad. El crecimiento que espera para este año en la zona euro y la UE es del 0,6%; del 1,2% para el que viene y del 1,6% al siguiente en el área monetaria.

Esa anemia económica está muy relacionada con Alemania y Francia, los dos grandes motores de la UE. En ambos países no se esperan grandes saltos adelante, más bien podría hablarse de pasitos. De España, en cambio, los economistas del Ejecutivo comunitario, que ha divulgado este miércoles sus pronósticos, esperan un comportamiento mejor: un crecimiento del 2,4% este año y del 1,7% el que viene, ya en 2025 llegará al 2%.

“La economía europea ha perdido su momentum. El PIB real apenas ha crecido en los tres primeros trimestres de este año. En los siguientes, se espera un ligero rebote”, ha destacado el comisario de Economía, Paolo Gentiloni, en la presentación del informe de perspectivas económicas. Ese documento y el comunicado informativo que le acompaña remacha varias veces esa idea del “momentum” perdido, o lo que es lo mismo, el frenazo en seco provocó la invasión de Ucrania por Rusia, la escala de los precios energético, el descontrol de la inflación y la subida de tipos de interés de los bancos centrales para controlarla.

Vaticinan los economistas de la Comisión que el crecimiento en el futuro inmediato va a ser “débil”. “Muy débil”, ha subrayado Gentiloni, yendo más allá de lo que hay escrito en los documentos e, incluso, en las palabras que llevaba escritas para la presentación. De hecho, en los dos informes previos de previsiones (primavera y verano) los números publicados eran más optimistas. Y como ya es costumbre desde desde hace años en este tipo de publicaciones, los cálculos sobre el futuro de la actividad económica tiene una gran advertencia: hay mucha incertidumbre y algo podría dar al traste con lo previsto. En esta ocasión ese algo llega por la invasión de Ucrania por Rusia, el conflicto abierto en Oriente Próximo y las posibles consecuencias de ambos sobre los precios de la energía.

En la búsqueda de causas a la pérdida del momentum, el director general del departamento de Economía y Finanzas, Maarten Verwey, señala varios culpables en el prólogo que escribe al documento. El primero es “el alto coste de la vida”, es decir, la inflación. La subida de precios, empujados por las cotizaciones del gas, han sido grandes responsables directos de que se quebrara la vigorosa salida de la crisis que trajo la pandemia. Y todavía están encaramados a un nivel considerable, el 5,6% de media espera Bruselas para 2023, y el 3,2% en 2024. Habrá que esperar hasta 2025 para llegar al 2,2%, una cifra que se acerca al objetivo de inflación del BCE a medio plazo.

Previsiones para España

Este último vaticinio se vincula a otra de las causas que explican la pérdida de vigor económico: la subida de tipos de interés. Esta dura respuesta al descontrol de los precios ha endurecido mucho las condiciones del crédito y, por tanto, ha enfriado la economía. El objetivo se está cumpliendo, controlar la inflación, pero a cambio hay que pagar un precio.

Sobre este escenario, empezará a construirse un crecimiento modesto que, según los técnicos comunitarios, se asentará en una mejora del consumo doméstico -a falta de tirón de las exportaciones-. En última instancia, esto implica que el mismo elemento que ha sostenido la economía europea en los últimos tiempos, la robustez del mercado laboral, será ahora el soporte de la recuperación. Cuando se destruye empleo, es difícil que el consumo repunte y, de hecho, las previsiones apuntan un aumento del 0,5% de puestos de trabajo en los dos próximos años y una rebaja de la tasa de paro a cerca del 6%.

También apunta a otro vector de crecimiento en la inversión, que crecerá a pesar de que los tipos de interés se mantengan altos. Según la Comisión Europea, una parte importante de este comportamiento se explica por el Fondo de Recuperación, la medida estrella puesta en marcha por el Ejecutivo comunitario para salir de la crisis que provocó la pandemia e impulsar los cambios en el tejido productivo (transición digital y medioambiental).

Precisamente el plan de recuperación, la pronosticada aceleración de su ejecución y de los desembolsos es uno de los argumentos que Bruselas esgrime para explicar que España crezca en 2024 un 1,7%. Las consecuencias de la inversión financiada con fondos europeos se dejará notar tanto el año próximo como el siguiente, 2025, “cuando el impacto de los créditos del Fondo de Recuperación provea más estímulo todavía”.

Sobre este año, los pronósticos de Bruselas para el PIB son iguales a los del Gobierno español: un crecimiento del 2,4%. También el vaticinio de inflación mejora sensiblemente el de toda la zona euro para 2023: un 3,6% de media frente al 5,6%. La situación se invierte en 2024: en 3,2% en el área monetaria frente al 3,4% en España, que fue uno de los primeros países en contener el aumento de los precios desde los altos niveles alcanzados hace ahora un año, pero que ahora está encontrando resistencia para acercarse al 2% de objetivo que marca el BCE. Eso empezará a ver, cree la Comisión, ya en 2025.

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Sobre la firma

Manuel V. Gómez
Es corresponsal en Bruselas. Ha desarrollado casi toda su carrera en la sección de Economía de EL PAÍS, donde se ha encargado entre 2008 y 2021 de seguir el mercado laboral español, el sistema de pensiones y el diálogo social. Licenciado en Historia por la Universitat de València, en 2006 cursó el master de periodismo UAM/EL PAÍS.
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