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El tijeretazo de la OPEP dispara el precio de los carburantes y añade presión sobre el IPC

El diésel escala 15 céntimos en una semana y en muchas estaciones de servicio ronda de nuevo los dos euros antes de la subvención gubernamental. La gasolina ya supera los 1,75 euros

Precio gasolina España
Un hombre reposta en una gasolinera de Barcelona en primavera.Alejandro García (EFE)
Ignacio Fariza

El cartel petrolero pone de nuevo contra las cuerdas a Occidente. El recorte en la producción petrolera anunciado por la versión ampliada de Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP+), dominada con mano de hierro por Arabia Saudí y Rusia, ha provocado un terremoto en el precio de los carburantes: en España, el diésel roza de nuevo los dos euros por litro, tras subir 15 céntimos en una semana; y la gasolina, tras escalar alrededor de 10 céntimos, supera otra vez los 1,75 euros de antes de la subvención gubernamental. Este repunte no solo es una mala noticia para los automovilistas, que sufren la subida directamente en su bolsillo, sino que arriesga el incipiente cambio de trayectoria de la inflación, que en septiembre arrojó las primeras señales de estabilidad en mucho tiempo.

Vuelta a las andadas. Aunque la reducción artificial de los bombeos no será un hecho hasta noviembre, la referencia petrolera europea (el brent) se ha disparado más de un 10% en lo que va de octubre. Un ritmo de subida que no se veía desde principios de verano —cuando el inicio de las vacaciones suele aumentar la demanda de carburantes en el hemisferio norte— y que abre una brecha cada vez mayor respecto a los valores de un año atrás, cuando la gasolina rondaba los 1,5 euros y el gasóleo superaba por poco los 1,3 euros por litro. Si en septiembre su bajada hasta niveles no vistos desde la primavera fue un factor esencial para el suave aterrizaje del IPC hasta el 9% (1,5 puntos menos que en agosto), ahora ocurre exactamente lo contrario.

Los próximos meses se antojan fundamentales para determinar la trayectoria futura de los precios. No solo porque son los últimos de 2022 y fijarán la cota anual de este indicador, fundamental para las negociaciones salariales, sino porque la inflación empieza a encontrar lo que los economistas llaman efecto base: como a estas alturas de 2021 los precios ya habían empezado a subir, ahora la comparación interanual empieza a ser más favorable. La pendiente de la montaña a escalar es menor de lo que era.

Los carburantes no son la única partida energética que invita a pensar que octubre será peor mes de lo previsto en lo que a inflación se refiere: la electricidad, el componente que más ha presionado al alza el IPC en los últimos meses, ha empezado este mes con el pie cambiado. Los contratos regulados de la luz, los únicos que tiene en cuenta el Instituto Nacional de Estadística (INE) para calcular el índice, también apuntan valores algo más altos.

Frente al buen tramo final de septiembre, en el que ninguna jornada se superó la barrera de los 200 euros por megavatio hora en el mercado eléctrico mayorista, con el ajuste por la excepción ibérica incluido, las tornas han cambiado. La sequía sigue lastrando las centrales hidráulicas; y el viento sigue sin soplar con la fuerza necesaria como para presionar a la baja su precio. Además, la demanda récord francesa —para paliar su déficit de generación nuclear— y portuguesa —para cubrir la parte que antes aportaban los saltos de agua— están obligando a poner en marcha las centrales de gas antiguas, menos eficientes y más caras.

A primera vista, el peso de la electricidad y los carburantes sobre la inflación podría parecer pequeño: la luz solo supone el 4% del IPC, el gasóleo un 3,1% y la gasolina un 2,5%. En total, menos del 10%. Su incidencia, sin embargo, va mucho más allá del impacto directo, el más obvio: la energía es el único ingrediente común a todos los procesos productivos y es el principal coste en el transporte de mercancías. Su subida, de una u otra forma, presiona al alza el precio de bienes y servicios a lo largo y ancho de la economía, una tendencia que ha quedado más patente que nunca en el último año.

Cambio “estructural” en el mercado petrolero

Incluso con el riesgo de recesión en Occidente —un factor esencial para la demanda global de crudo— creciendo en intensidad (y en decibelios) en el debate público semana tras semana, el reciente golpe de mano de la OPEP+, que ha ido más allá de lo que esperaban los analistas, ha obligado a revisar cualquier escenario previo de precios.

El brent está, de nuevo, a un solo paso de los 100 dólares por barril, y el sentimiento bajista de los últimos meses ha dado paso a una sensación de que la cotización aún puede subir. “Los grandes exportadores, con Arabia Saudí a la cabeza, se arriesgan a una repetición de lo ocurrido en 2008, cuando los precios del petróleo cayeron de manera precipitada como consecuencia de la Gran Crisis”, alertan los técnicos de la consultora de riesgos Eurasia en un informe para clientes. “El tijeretazo sobre la oferta indica que están decididos a actuar preventivamente y en función de las señales de precios de corto plazo, sin prestar atención al impacto inflacionario en las grandes economías consumidoras”. Un aviso a navegantes que no debería caer en saco roto: en el siempre complejo juego de equilibrios del mercado petrolero, cualquier paso en falso puede ser fatal.

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Sobre la firma

Ignacio Fariza
Es redactor de la sección de Economía de EL PAÍS. Ha trabajado en las delegaciones del diario en Bruselas y Ciudad de México. Estudió Económicas y Periodismo en la Universidad Carlos III, y el Máster de Periodismo de EL PAÍS y la Universidad Autónoma de Madrid.

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