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Los altos precios ralentizan la marcha de la economía europea

La eurozona apenas creció un 0,2% en el primer trimestre del año mientras que los precios subieron un 7,5% en abril

Subida inflacion eurozona
Varios personas comprando en el Mercado Central en València hace unos días.rober solsona (Europa Press)
Manuel V. Gómez

La salida de la crisis del coronavirus discurre en Europa por un angosto desfiladero que cada vez se estrecha más por la alta inflación o por lo que es su principal causa ahora: la invasión de Ucrania por Rusia. El IPC de la eurozona ha acabado abril en un 7,5%. Otro récord. Muchos en los últimos meses como para que no afecte a una economía todavía renqueante del golpe de la pandemia. Y lo ha notado, como muestra el hecho de que en el primer trimestre de este año el PIB de la eurozona sigue perdiendo fuelle, al crecer un 0,2%, y un 0,4% en el conjunto de la UE. En ambos casos, una décima menos que el trimestre anterior, según Eurostat, la oficina europea de estadísticas.

Ese empuje de los precios estropea uno de los motores de la recuperación económica: la demanda interna. Lo ha notado Francia, en donde los hogares han comenzado el año consumiendo un 1,3% menos. El país que ha reelegido como presidente a Emmanuel Macron estuvo a salvo de los primeros coletazos de la inflación por su menor dependencia de los combustibles extranjeros y su apuesta por los reactores nucleares. Pero en los últimos meses ya se nota la presión de los precios y, además, no se queda solo en la energía, llega a otros productos (alimentos) y a los servicios.

Y eso no solo sucede en Francia. Las medidas que han adoptado los Gobiernos para contener el tirón de los combustibles se han notado en abril, cuyos precios han crecido menos (del 44,4% en marzo al 38% este mes). Pero el contagio al resto de la cesta de la compra se ve en la inflación subyacente, la que elimina del índice los productos más volátiles (energía y alimentos frescos). Este índice, que hasta hace poco era el único optimista de las cifras sobre precios, ha subido al 4% en abril y se acerca cada vez más al indicador general.

El debilitamiento de la economía europea podía haber sido mayor, incluso haber caído en el comienzo de año, de no ser por la inesperada resistencia que ha mostrado Alemania. La primera potencia de la UE esquivó con un exiguo 0,2%, suficiente para volver a crecer después de la caída de finales de 2021, cuando la variante ómicron trajo nuevas restricciones en casi todo el continente y frenó una recuperación que iba a buen ritmo en el continente, que pasó de crecer trimestre a trimestre por encima del 2% a quedarse en el 0,3%.

Con el nuevo año, la UE empezaba a olvidar el coronavirus. Han quedado algunos coletazos de ómicron, pero parecía que el desfiladero ya se ensanchaba. Todo estaba pendiente del permiso de Moscú, de que la amenaza de una guerra en el este no diera paso a mayores tasas de inflación. Y el permiso no ha llegado. La guerra abierta en Ucrania golpea directamente a los precios energéticos y también a los de los alimentos: entre los dos países implicados en la guerra suministran mucho combustible, cereales y abonos a la UE. De nuevo, todo vuelve a estrecharse.

Y como apuntan los economistas de ING, el camino no va a ser más fácil en el futuro. “Las cadenas de suministro siguen interrumpidas por el cierre de Shanghái y la guerra en Ucrania. Algunas podrían interrumpirse definitivamente. La elevada incertidumbre y el miedo pesarán tanto en la oferta como en la demanda en los próximos meses. La renta real disponible de los hogares se resentirá, y las empresas tendrán cada vez más dificultades para hacer frente a los costes de la subida de los precios de la energía y las materias primas, lo que presionará los márgenes de beneficio de las empresas”, dibujan con colores grises —tirando a negro— previendo, solo, el futuro próximo en Alemania. Pero su opinión no mejora sobre Francia, y ambas son las dos mayores economías de la UE.

Lo mismo subrayó el vicepresidente del BCE, Luis de Guindos, un día antes de que se conozcan estos datos en el Parlamento Europeo. El exministro de Economía español apuntó a que el elevado nivel de los precios frena o retrae la demanda interna; que el rebrote del coronavirus en China entorpece el tráfico a lo largo de las cadenas de suministro, algo que agrava la invasión rusa de su vecino más pequeño.

Y su vaticinio para el futuro está relacionado directamente con sus competencias: la inflación seguirá alta en los próximos meses. El BCE ya no pone el acento en que esta situación sobre los precios es pasajera. Y lo hace cuando cinco países de la zona euro tienen un IPC por encima del 10% (Estonia (19%), Lituania (16,6%), Letonia (13,2%), Holanda (11,2%) y Eslovaquia (10,9%) y son bastantes los que lo rozan.

Además de estos datos, también ha contribuido a este cambio un artículo del propio BCE divulgado este jueves en su web que reconocía sin ambages que había “infravalorado” los riesgos de unos precios al alza en los últimos meses. El texto destaca que sus previsiones para el primer trimestre de este año han sido las que más se han desviado desde que comenzó a hacerlas en 1998 y apunta a las causas reiteradas: energía (y guerra), latigazos imprevistos del coronavirus, alta demanda a la salida de la crisis, cuellos de botella en las cadenas de producción. Pero una destaca muy por encima de las otras, la energía. Los tres economistas del BCE que suscriben esa investigación señalan que a ella se deben tres cuartas partes de las reiteradas desviaciones en los precios.

Tanto esa comparecencia de Guindos como ese artículo recuerdan que esta vez el BCE tiene mucho menos margen para salir al rescate. Con unos precios en el 7,5%, el manual señala que hay que drenar liquidez y en eso está. En el tercer trimestre pondrá fin al programa de compra de bonos y, posteriormente, pocas dudas hay de que llegarán las subidas de tipos de interés, es decir, créditos más caros.

Otro estrechamiento del camino justo cuando empiezan a llegar los giros de algunas obligaciones contraídas durante el coronavirus: el Banco de España cifraba esta semana en 94.000 millones de euros los préstamos en riesgo de impago.

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Sobre la firma

Manuel V. Gómez
Es corresponsal en Bruselas. Ha desarrollado casi toda su carrera en la sección de Economía de EL PAÍS, donde se ha encargado entre 2008 y 2021 de seguir el mercado laboral español, el sistema de pensiones y el diálogo social. Licenciado en Historia por la Universitat de València, en 2006 cursó el master de periodismo UAM/EL PAÍS.

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