Viraje de ACS hacia aguas tranquilas
La compañía se transforma para enfocarse en negocios con ingresos recurrentes, pero sigue sin definir quién la liderará en los próximos años
Más de 250 periodistas de todo el mundo se conectaron a finales de febrero a la presentación de resultados anual de ACS, algo insólito. La compañía estaba a punto de completar la venta de su división industrial Cobra al grupo francés Vinci por la que pronto ingresará casi 5.000 millones de euros y, ante la lluvia de preguntas sobre qué iba a hacer con el dinero, Florentino Pérez, su presidente, lo sintetizó en pocas palabras: autopistas y energía renovable.
Han pasado dos meses y el futuro del gigante español formado por 44 compañías, 180.000 empleados y 35.000 millones en ventas está a punto de decidirse. Si sale cara, su oferta de hasta 10.000 millones por el 88% que posee Atlantia en Autostrade per l’Italia (ASPI) tendrá éxito y formará, junto a su filial Abertis (donde también tienen como socio a la familia Benetton, los mayores accionistas de Atlantia), el mayor grupo concesional del continente al sumar 3.000 kilómetros de vías de peaje. Un sueño hecho realidad para el grupo constructor español.
Si sale cruz, ACS deberá buscar otros lugares donde emplear el dinero de la venta, ya que ha decidido que no habrá un dividendo extraordinario por la operación. Pero siempre teniendo en cuenta lo que dijo Florentino Pérez: que no pondrá ni un euro en comprar aeropuertos o en ampliar su participación en las filiales de construcción más importantes que posee, como la australiana Cimic o la alemana Hochtief.
Entre medias, otro acontecimiento agitó a los mercados estos meses: el designado como heredero del grupo por Florentino Pérez, Marcelino Fernández Verdes, daba un paso atrás al anunciar su intención de no seguir como consejero delegado para concentrarse en dirigir Hochtief, en un movimiento que sonó a cese encubierto. Fernández era hasta el otoño pasado el máximo responsable de Cimic, que sufrió bajo su gestión fuertes pérdidas por inversiones realizadas en Oriente Próximo. El sucesor es una incógnita, aunque suenan nombres como el de José María Castillo Lacabex, consejero delegado de la actividad industrial. Mientras, la compañía calla. “ACS tiene 180.000 personas, hay bastante banquillo”, citan fuentes del sector quitándole importancia a la decisión. “Si va a terminar siendo una especie de holding, quizás ACS no necesite un consejero delegado al uso”.
Los analistas consultados creen que el viraje, realizado en plena pandemia, es creíble y que suavizará bastante el perfil de riesgo de la compañía. Porque para conseguir las mejores notas de solvencia, las calificadoras (Moodys, Fich, S&P) exigen a las constructoras mucha caja y poco o ningún pasivo. Pero si el grupo suma más negocios con ingresos recurrentes, como las concesiones, su apalancamiento podría aumentar sin sobresaltos en la nota de crédito.
“Vamos a ver qué pasa con la oferta. ACS tiene la ventaja de que puede captar valor con la construcción de nuevas autopistas y su explotación”, resume desde Renta 4 Ángel Pérez. Desde GVC Gaesco, Rafael Fernández de Heredia también observa sinergias entre el negocio de concesiones y el de construcción. “Veremos cómo se articula la operación, hay muchas incógnitas. Tienen que convencer al Gobierno italiano”. Precisamente para ganar el favor del Ejecutivo de Mario Draghi, que puede vetar la operación por considerarla estratégica, el grupo está dispuesto a integrar su oferta con la del otro pretendiente de ASPI, la pública Cassa Depositi e Prestiti (CDP). “En ACS no quieren ir solos”, citan fuentes próximas a la operación. “Con el apoyo de CDP tendrían un socio financiero y ellos irían como socio industrial”. Además, Abertis no solo tiene autopistas en España, también posee activos en Latinoamérica o Estados Unidos. Y, añaden las mismas fuentes, “tienen algo diferencial: la operación mejora el negocio de los accionistas de Atlantia que no son los Benetton [en referencia a Appia Investments, que tiene el 6,94%, y el Fondo de la Ruta de la Seda, con el 5%]”.
El pilar renovable
El futuro para ACS también tiene otra cara más verde, como explicó José María Castillo a los periodistas en la presentación de resultados. “Tenemos en desarrollo 25 gigavatios en nuestro porfolio”. Están tanto en energía eólica convencional como en la marina y fotovoltaica. En la Península, ACS tiene en cartera más de 2.000 megavatios y confía en que los molinos flotantes sean el futuro. Pero para desarrollar este negocio y conseguir, como esperan, tener seis gigavatios completados en los próximos cuatro años necesitarán invertir 1.500 millones anuales. En este negocio también funcionan con alianzas. Junto a Vinci, ACS creará una empresa a la que se aportarán —a precio de mercado y una vez que estén terminados, conectados a la red y listos para producir— todos los activos renovables que desarrolle la división industrial, como mínimo, durante ocho años y medio. Vinci tendrá un 51% de derechos políticos y económicos, y ACS, el restante 49%.
Lo que no esperan tocar en el grupo constructor es la división de servicios, la que menos dinero aporta al resultado, pero la que más empleo genera (unos 75.000 puestos). Y en cuanto a construcción, piensan seguir operando como hasta ahora, en especial porque los planes de reconstrucción de los gobiernos frente a la pandemia movilizarán enormes sumas de dinero.
En suma, la batalla italiana se augura decisiva. ACS cree tener todas las cartas a su favor. Curiosamente, también lo creía en 2006 cuando, poco antes del nombramiento del exjuez Antonio Di Pietro como ministro de Obras Públicas en el Gobierno de Romano Prodi, estaba convencida de que Abertis se fusionaría con Autostrade. Llegó Di Pietro y de un plumazo frustró la operación cuando la española ya había puesto el champán a enfriar.
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