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Guerra en el Cáucaso

EE UU advierte que el desafío ruso "no puede quedar sin respuesta"

La crisis militar en el Cáucaso planea sobre la campaña presidencial

Antonio Caño

Con el recuerdo en la mente de los viejos duelos entre superpotencias, Estados Unidos intenta hacer frente al acto de fuerza ejercido por Rusia en Georgia con prudencia, pero decidido a actuar diplomáticamente para que este aparente desafío no quede completamente impune.

"Esto no puede quedar sin respuesta", ha advertido el vicepresidente, Dick Cheney, que recoge un estado de opinión muy crítico contra la actuación del Gobierno ruso, tanto de parte de la Administración como de los candidatos presidenciales.

"Quiero expresar mi profunda preocupación por la desproporcionada respuesta de Rusia y condenamos enérgicamente el bombardeo de Osetia del Sur", dijo ayer el presidente George W. Bush en Pekín, poco antes de emprender regreso a Washington, donde a partir de hoy discutirá con sus asesores de seguridad la reacción más adecuada.

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"Rusia debería cesar sus actividades militares de forma inmediata e incondicional y retirar todas sus fuerzas del territorio soberano de Georgia", exigió ayer el candidato presidencial republicano, John McCain.

Aunque el estallido de este conflicto ha cogido al candidato demócrata, Barack Obama, inoportunamente de vacaciones, también él hizo ayer un comunicado, más equilibrado, en el que, además de condenar la invasión rusa, pedía que "ambas partes manifiesten contención y pongan fin a este conflicto armado".

Como cada hecho importante o irrelevante, esta crisis militar ha atravesado la campaña electoral norteamericana y dará oportunidad a que cada uno de los aspirantes exhiba sus habilidades y sus ideas en un caso grave de política exterior. McCain cuenta a su favor con el asesoramiento de Randy Scheunemann, uno de sus principales consejeros de asuntos internacionales y un gran experto en Georgia. Tan experto, añaden en la campaña demócrata, que ha hecho lobby a favor de Georgia en el Congreso norteamericano.

Para los candidatos y para el Gobierno, en esta situación hay en juego más de lo que la lejanía geográfica del problema o su desconocimiento entre los ciudadanos podrían hacer parecer. Está en juego la capacidad de ayudar a un aliado incondicional y, al mismo tiempo, la autoridad de Washington para poner límites a la nueva aparición agresiva de Moscú en el escenario internacional.

Estados Unidos es tan querido en Georgia que en Tbilisi, su capital, hay una calle con el nombre del presidente George W. Bush. Los periódicos norteamericanos recogían ayer el grito desesperado de los ciudadanos de ese país rogando a sus amigos de Occidente que acudan en su ayuda. "No se trata de Osetia del Sur, se trata de salvar a Georgia como nación", decía ayer en The Wall Street Journal el presidente georgiano, Mijaíl Saakashvili.

Responder a ese llamamiento, para Estados Unidos no es simplemente una cuestión humanitaria. Se trata de enviar un mensaje a Rusia de que el retorno a antiguos criterios expansionistas por encima de la voluntad de las naciones no es aceptable en el mundo actual.

Es difícil, sin embargo, establecer ese principio sin deteriorar las relaciones con Rusia más de lo razonablemente admisible. Bush y el primer ministro de Rusia, Vladímir Putin, estuvieron sentados a pocos metros de distancia el pasado viernes durante la inauguración de los Juegos Olímpicos. Aunque se saludaron e intercambiaron unas pocas palabras sobre lo que estaba sucediendo en Georgia, según ha contado Bush, el lenguaje corporal de aquel encuentro manifestaba la tensión entre ambos.

Estados Unidos no tiene muchos instrumentos de presión sobre Rusia sin perder la cara entre sus aliados en la región. El instrumento de Naciones Unidas está descartado porque Rusia es miembro permanente del Consejo de Seguridad y, como tal, con derecho a veto sobre cualquier iniciativa que le perjudique.

El contexto internacional no permite tampoco hoy el juego de ajedrez estratégico tan frecuente durante la guerra fría y que daba lugar a que una superpotencia retirara una ficha de Georgia si la otra retiraba la suya de los Balcanes. Moscú está claramente insatisfecho con la evolución de los acontecimientos que permitieron la desintegración de Yugoslavia, su gran aliado, pero poco puede ofrecerle ahora Estados Unidos al respecto.

Todo lo más que Washington puede hacer para que Rusia conserve la influencia en su entorno geográfico es responder negativamente al deseo de Georgia de formar parte de la OTAN.

Para Estados Unidos también es importante que los movimientos que se puedan dar en relación a la crisis actual estén coordinados con Europa y esperen a que los europeos tomen la iniciativa.

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