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Columna
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China en el retrovisor

Andrés Ortega

Estados Unidos vuelve a estar obsesionado con China. "Cuando uno va el primero en la carrera mira por el retrovisor obsesivamente a quién tiene detrás, aunque marche a gran distancia", dicen en Washington, quizá porque se percatan que China es "el único país capaz de poner en jaque la supremacía de EE UU". Esta capacidad es aún lejana y algunos expertos consideran que China no estará en disposición de proyectar de forma global fuerzas militares en 15 años al menos, si es que lo quiere. Pero en unos años, China ha empezado a competir con Estados Unidos por posiciones en Asia, África y América Latina.

No es probable que se vaya a una guerra fría entre Washington y Pekín, entre otras razones porque en esta competencia no cuenta ya la ideología, sino el más puro poder o influencia, y ambos países están ya estrechamente imbricados en términos comerciales y financieros. Pero el anuncio, en vísperas de la Asamblea Popular Nacional, que se clausura esta semana, de que China va aumentar sus gastos militares en 17,8% -el crecimiento más alto en los últimos años, exceptuado 2002- ha causado cierto desasosiego en vecinos y en Estados Unidos. Si bien, de hacer caso al Libro Blanco sobre política de defensa de diciembre del año pasado -toda una novedad-, China tuvo en 2005 un gasto militar equivalente al 6,2% del americano, y a la mitad que el Reino Unido.

El Military Balance 2007 del Instituto Internacional de Estudios Estratégicos (IISS) de Londres calcula que en realidad el gasto militar chino estaba en 2005 en 104.000 millones de dólares, el doble que el británico y una cuarta parte que el de EE UU (495.000 millones de dólares, sin incluir los gastos derivados de las guerras de Irak y de Afganistán).

China está inmersa en un amplio proceso de modernización de sus fuerzas armadas. Desde 2003, el Ejército Popular de Liberación ha reducido en 200.000 sus efectivos, a 2,3 millones, y está en plena renovación de sus capacidades tecnológicas, por ejemplo con el avión de combate J-10, en principio desarrollado para contrarrestar a Taiwán, que acaba de ensayar un misil de crucero que puede alcanzar Hong Kong, y cuyas defensas ahora EE UU va a reforzar, para gran irritación China, pero también para la exportación.

Occidente aún sigue cavilando sobre por qué China realizó y anunció recientemente el éxito de una prueba con un misil contra un satélite. Éste es uno de los grandes temores americanos: el que un rival logre la capacidad de anular sus satélites y dejarle ciego, sordo y mudo. Según indica un experto americano, hubo tres pruebas antes, pero nadie desde China avisó. "Seguimos intentando adivinar quién lo decidió y por qué", señala un experto americano en doctrina militar china.

También hay que considerar, como hacen estos expertos, que la prioridad militar china es regional, no global, pues, pese al aumento del gasto militar, China carece de defensas reales de lo que constituye ahora su centro de gravedad económico: todo el frente marítimo. Y ésta va a ser su prioridad -de ahí los submarinos-, junto a la defensa de las rutas marítimas de abastecimiento de petróleo y tres posibles contingencias: Taiwán (con cuya economía está la de China estrechamente vinculada), Japón e India (aunque no quepa contar con un choque entre China y esta otra gran potencia emergente).

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Es verdad que no ha habido ascensos pacíficos de grandes potencias en la historia, pero también que ésta tiene lugar en un contexto muy diferente, el de la globalización. El reto para EE UU es convertir su relación con China en una asociación estratégica, como planteó Clinton, en vez de una competencia como la vuelve a afrontar Bush, obsesionado con el retrovisor. Y China ve lo que está ocurriendo como algo natural: pues en un tiempo no tan lejano se llamó Imperio del Centro. En 1800 era la mayor economía del mundo con un 44% del PIB mundial. Bajó hasta un 3,5% con el maoísmo. Hoy, es más de un 15%, y crece, crece, crece, aunque también empieza a envejecer.

aortega@elpais.es

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