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Columna
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La ciudad prometida

Debajo de todas las ciudades existe otra ciudad invisible que tiene el mismo nombre que la otra, las mismas calles y la misma Historia, pero que en lo demás no se parece mucho a ella, porque no está construida a base de cemento, hierro y cristal, sino de promesas sin cumplir. Y no de promesas ordinarias, de ésas que pueden nacer de un exceso de optimismo o de un simple error de cálculo, sino de promesas electorales, lo cual es más peligroso, porque pueden acabar en un engaño masivo, en una desilusión de tres millones y medio de cabezas y, a menudo, en un río de rencor.

Ya dijo el filósofo y político Giuseppe Mazzini: "Las promesas pueden ser olvidadas por los príncipes, pero jamás por el pueblo". Juan Urbano, que había leído los Pensamientos sobre la democracia en Europa del revolucionario genovés y estaba de acuerdo con algunas de sus ideas, también es de los que creen sólo en los hechos y, por lo tanto, considera que una promesa ya es media mentira. "No hace falta más que recordar lo que dicen los candidatos a lo que sea durante sus campañas promocionales y compararlo con lo que hacen cuando llegan al poder", se dijo, permitiendo que el agua negra del fatalismo se lo llevase.

El día en que la ciudad en que vivimos se parezca a la que nos prometen será una maravilla

Mientras le traían el café que había pedido en un bar de la calle de Atocha, cerró los ojos y vio qué hermosa sería la Comunidad de Madrid si fuera ese lugar que prometieron que iban a hacer casi todos los que lo han gobernado: hospitales, museos, escuelas, zonas ajardinadas, bibliotecas, polideportivos, carriles para bicicletas, bosques... Todo eso y mucho más se tenía en abundancia y formaba un auténtico paraíso urbano en el que, para empezar, hacía tiempo que estaban resueltos los problemas más urgentes: el del transporte y la vivienda. Qué maravilla.

A Juan Urbano se le había venido todo eso a la cabeza mientras leía en el periódico las primeras promesas electorales que había hecho el candidato del PSOE al Ayuntamiento de Madrid, sobre todo en lo que se refiere a asuntos tan espinosos como el transporte y el urbanismo. Miguel Sebastián ha asegurado que si gana volverá a poner un tranvía en nuestras calles, con dos líneas que pasarían una por la Castellana y otra por Vallecas, Hortaleza y San Blas, y que hará peatonal el tramo de la Gran Vía comprendido entre las calles de Hortaleza y San Bernardo, ni más ni menos. A Juan le encantaron esos proyectos, aunque como ya era un hombre escarmentado, es decir, desencantado de forma preventiva, dudó que alguna vez llegaran a ser realidad. Y también le gustó que el candidato socialista jurase sobre siete biblias que si llega a alcalde de la capital su primer empeño será firmar un Pacto por la Movilidad "que ponga fin a la ley de la selva que impera en Madrid". Pues qué maravilla, si sucede.

La verdad es que Juan, como todos los ingenuos, siempre ha pensado que las promesas electorales debieran hacerse ante notario y con el compromiso escrito de dimitir en caso de incumplimiento. Pero, de este lado, a ver quién le pone el cascabel al gato y, del otro, a ver quién admite que no ha cumplido sus promesas, si aún seguimos discutiendo, por poner un ejemplo doloroso, si en Madrid hay o no hay listas de espera y la gente se muere y sufre esperando su turno para ser operado en los sanatorios de la Seguridad Social.

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Y no sólo eso, sino que en temas que debieran ser tan sensibles como el de la Sanidad, algunos políticos se permiten el lujo de utilizarlos una y otra vez en sus campañas, ponerlos delante de los micrófonos como quien desempolva un disfraz y prometer de nuevo lo mismo que ya habían prometido antes y esperar que a alguna gente se le haya olvidado la vez anterior y que a otra le dé igual, porque hay personas que siempre, llueva o haga sol, votan fielmente a un partido, tanto si cumplió su programa como si no. Pues bueno, qué vas a decirles, si están en su derecho.

Calle del Amparo arriba, Juan se fue hacia su casa pensando que el día en que la ciudad en la que vivimos se parezca a la ciudad que nos prometen será una maravilla vivir en un lugar tan hermoso como la Comunidad de Madrid. ¿Será Miguel Sebastián el primero en conseguirlo? Quién sabe. A ver ahora qué prometen sus rivales, para compensar.

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