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"Trabajábamos siempre con el bote de cola abierto, sin guantes ni mascarillas"

Testimonio ante el juez de una afectada por la 'parálisis del calzado' en Villena

"Trabajábamos toda la jornada con el bote de cola abierto, sin guantes ni mascarillas", relató ayer al juez Mercedes García, una de las 10 operarias de la fábrica de calzado Aparados Hergar, radicada en Villena, afectadas por el síndrome conocido como la parálisis del calzado -inhalación de gases tóxicos emanados por colas y disolventes-. La ex trabajadora ofreció al tribunal un dramático testimonio de los síntomas de la enfermedad: "No podía ni subirme la cremallera del pantalón, y cuando iba por la calle me agarraba a las rejas de las ventanas para no caerme".

La vista oral por el caso de la parálisis del calzado continuó ayer en el Juzgado de lo Penal número 4 de Alicante con la declaración de las 10 ex trabajadoras afectadas. Los acusados son Agueda García, legalmente dueña de la fábrica, y José Antonio Hernández, encargado del departamento comercial, aunque según las ex empleadas, era el jefe real de la empresa. El fiscal pide para cada uno de ellos dos años y medio de cárcel.

Mercedes García, una joven de 20 años cuando ocurrieron los hechos -primavera de 1998- señaló que comenzó a trabajar en la fábrica en mayo de 1997. "Primero con un contrato de tres meses, y luego sin contrato y sin estar dada de alta en la Seguridad Social", dijo. La ex operaria ofreció un revelador relato sobre las precarias condiciones del centro de trabajo, en el apartado relativo a seguridad e higiene. "Yo era aparadora de mano [encargada de encolar las distintas piezas del zapato]. Durante toda la jornada, unas diez horas diarias, teníamos el bote de cola abierto, no usábamos ni guantes ni mascarillas. La encargada tampoco nos dijo nunca que los productos eran tóxicos", aseveró. "No había extractores y las ventanas estaban habitualmente cerradas", añadió.

Mercedes declaró que comenzó a notar los primeros síntomas de la enfermedad en la primavera de 1998. "Iba perdiendo movilidad, hasta el punto de que ni podía peinarme, ni abrocharme la cremallera del pantalón. Tenía vómitos y vértigos. Para caminar por la calle me tenía que agarrar a las rejas de las ventanas para no caerme", explicó.

La ex trabajadora no dudó a la hora señalar al acusado José Antonio Hernández como el auténtico jefe de la empresa. "Las decisiones de tipo económico las tomaba él", dijo.

Esta versión fue corroborada por la también ex trabajadora Carmen Monje: "Fue él [el procesado] el que me llevó de su antigua fábrica a la nueva". Monje ratificó la declaración de sus compañeras sobre la ausencia de medidas preventivas en la fábrica.

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