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Tribuna:PATRIMONIO CULTURAL DE LOS ANDALUCES
Tribuna
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La historia de Andalucía en televisión

A veces se habla de la pasividad, el silencio o la falta de compromiso de los intelectuales. Algunos, sin embargo, todavía consideramos que nuestro quehacer profesional sigue estando muy ligado a los intereses de nuestro pueblo.

Los que suscribimos este texto desarrollamos una actividad vinculada a una determinada ciencia social. Desde la literatura, la historia o el cine, el comportamiento profesional que anima nuestra labor puede expresarse, en última instancia, de una manera muy simple: aspiramos a devolver a la sociedad su encargo de proveerla de conocimientos, de herramientas para intentar comprender mejor el mundo que vivimos o de ideas que ayuden a distraer la vida cotidiana. Tal posición conlleva a menudo un conflicto que no todos ni siempre somos capaces de resolver: cómo transmitir esos conceptos sin renunciar a la rigurosidad que como científicos sociales se nos exige; cómo no banalizar la difusión de unos conocimientos y que al mismo tiempo seamos capaces de acceder a un público no especializado (y puede que no siempre interesado en recibirlo).

Desde Andalucía, uno de estos compromisos imprescindibles -quizá el primero de todos ellos- consiste en contribuir a la difusión del pasado común a todos los andaluces. De la historia que forjaron durante siglos nuestros antepasados, pero que al mismo tiempo sustenta lo que somos y lo que pretendemos ser en un futuro inmediato. Estamos a punto de disponer de un nuevo texto de convivencia que definirá la Andalucía del siglo XXI; bueno es que contemos también con un marco de referencia que nos permita conocer, desde la perspectiva resumida en el anterior párrafo, cómo hemos llegado hasta aquí; y que sea desde Andalucía desde donde se pueda llevar a cabo esa tarea.

En cualquier caso, la historia de Andalucía -de todos los andaluces- es algo demasiado serio como para que se frivolice con tratamientos parciales y equívocos; su construcción es una empresa demasiado compleja como para abordarla sin un previo y profundo proceso crítico y reflexivo. En tal tesitura, la conjunción de las iniciativas privadas y públicas es siempre deseable. En el caso de estas últimas no tanto ni especialmente por cuestiones económicas, sino por algo más simple pero más importante: su propia responsabilidad -recogida en el texto del nuevo Estatuto- de fomentar y difundir, como lo es la historia, el patrimonio cultural común a todos los andaluces. Ahora bien, esa competencia exige extremar el cuidado a la hora de promover este tipo de actuaciones. Unas actuaciones que deben ser sensibles a los nuevos modos y medios de comunicación propios de la centuria recién nacida. En otras palabras, ha de hacerse también con los medios propios del tiempo que nos ha tocado vivir. Y nadie duda que a comienzos del siglo XXI uno de los soportes de mayor eficacia para esos fines es, como es sabido, la televisión.

En ese empeño, sería deseable que los entes de naturaleza pública pudiesen impulsar de manera decisiva y en cuanto fuera posible asumir un protagonismo para dotar a los ciudadanos de un conocimiento veraz y claro del pasado regional. Sin duda, una empresa de tal naturaleza estaría en la propia razón de ser de ese ente, que junto a otras funciones recreativas e informativas pudieran servir de poderoso instrumento en la formación histórica, cívica y cultural de nuestro pueblo, en su afán de recuperar y visualizar la memoria histórica milenaria de nuestra Comunidad. La manera de trasmitir esos argumentos también tendría que modificarse. Es hora de explorar nuevos territorios de convivencia entre imagen, historia y narrativa cinematográfica; de sustituir la vieja historia documental por otra acorde con las nuevas tecnologías, con dimensión cinematográfica, que pueda conciliar la rigurosidad del texto con la plasmación de un desarrollo argumental ágil y fácil de captar por los destinatarios y sea capaz a la vez de mantener la atención y la tensión del telespectador.

Los autores de estas líneas llevamos más de dos años trabajando en un proyecto, Andalucía es Historia, que intenta recoger y asumir las anteriores preocupaciones, comprometido con los valores que vertebran nuestra sociedad pero ajeno a los intereses que, en tiempos recientes, intentan ofrecer una lectura interesada de ese pasado común. Un proyecto en el que texto e imagen se presentan con los formatos tecnológicos más avanzados, de similar calidad a la que avalan anteriores producciones de todos conocidas, aunque por el momento sin encontrar apenas eco en estos afanes. ¿Acaso es que en este aspecto la Comunidad andaluza no está todavía en condiciones de asumir el reto y el compromiso de modernidad e innovación de una aventura interdisciplinar que tiene como objetivo fundamental ofrece a todos los andaluces una historia de su región tan avanzada en sus contenidos como en su técnica de realización?

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Por nuestra parte, continuamos en el empeño, esperando que el esfuerzo de nuestra preocupación pueda plasmarse en un futuro próximo. Al hacer públicas estas reflexiones sólo queremos evitar que el silencio sea de nuevo síntoma de asentimiento. Al contrario, pensamos que las cosas se pueden hacer de otra manera, y a veces mejor.

También firman este artículo José Manuel Caballero Bonald, Antonio Miguel Bernal, Juan Lebrón, Antonio Parejo Barranco y Manuel González Jiménez.

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