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Los dioses del fútbol

Un partido de fútbol es como un gran acontecimiento teatral. Pero a diferencia del teatro, transcurre en su mayor parte sin lenguaje, aunque con una importante participación de los espectadores. A partir de este juego sin lenguaje, los espectadores construyen relatos sobre sí mismos: en un campeonato del mundo una nación se ve a sí misma como en un espejo. Un éxito en el fútbol es una prueba de que pervive la mitología nacional y de que refleja la situación actual de la nación.

En un partido de fútbol los espectadores reconocen el estilo particular con el que su equipo intenta resolver la tarea de ganar el partido. En cada nación existen determinados prejuicios, ya sean positivos o negativos, de cómo lograr superar los problemas. Cada nación ha creado un tipo de mitología sobre sus propias habilidades, que le proporciona una fe en sí misma. Del estilo del equipo surge el mito que ensalza sus habilidades particulares. De ahí que los espectadores se interesen por un determinado estilo especialmente en tiempos en que la fe en la nación cobra sentido para su futuro. Este interés, en el que convergen formas de actuación, valores, mitos y sentimientos, urde los lazos entre el fútbol y la política.

Bien es verdad que las formas de actuación son individuales -cada individuo actúa a su manera- pero hay una predisposición social en los tipos de comportamiento humano, que caracteriza a todos los miembros de un grupo social o incluso a toda una nación. El tipo y la manera de moverse, cómo se hacen determinadas cosas, cómo se resuelven los asuntos, se coloca el cuerpo y con cuánta fuerza, violencia, técnica o buena habilidad, todo esto se adquiere junto a otras personas. En el tipo y la manera en que uno conduce la pelota, la golpea, la dispara a portería, la pasa a su compañero y detiene a un delantero se reconoce un estilo particular de jugar al fútbol. Cada participante, ya sea jugador, entrenador o espectador hace realidad un determinado modelo de motricidad futbolística y social. Vemos los modelos en las estrellas y en el juego de los grandes equipos; éstos pertenecen a la socialización del deporte tanto como el conocimiento de las reglas de juego.

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Una forma de actuación crea en el plano de la motricidad una comunión entre los jugadores y los espectadores. Sus miembros la conocen por experiencia propia y la recordarán cuando la reconozcan en otras personas. A través de la motricidad social se crea una memoria particular que llega a ser muy profunda. Funciona emocionalmente, sobrepasa las fronteras del cuerpo del individuo y es la prolongación de la actuación y del habla de los espectadores. Sus efectos comunicativos provocan dos fenómenos culturales que, bajo esta forma, sólo existen en el fútbol: el colectivo de hinchas y los héroes del partido.

El colectivo en el fútbol se crea de distintas maneras y en lugares diferentes: en la masa de los estadios y en los muchos individuos en casa delante del televisor. También el espectador que se encuentra entre cuatro paredes se siente miembro de un grupo inmenso cuando, de repente, en las calles apacibles y vacías oye cantar un gol que resuena a través de las ventanas de muchas casas. El colectivo que se crea a partir del entusiasmo por el fútbol genera formas de admiración, incluso de veneración y hasta adoptan un carácter religioso.

El desarrollo de una religiosidad en el fútbol puede explicarse a través del modo típico en que se forma un hincha. Entra en el grupo mediante una especie de ritual grandilocuente en el que el candidato es sometido a unas pruebas determinadas. El "novicio", como le llama el iniciado, persigue alcanzar una especie de vocación, una llamada interior. Su participación es absolutamente voluntaria y no va acompañada de obligaciones sociales; nace del deseo de cumplir con los requisitos del colectivo de hinchas de manera comprometida. Sus modos de comportarse son establecidos según una ética especialmente desarrollada para el colectivo, que está basada en unas opiniones, unos ideales y unas costumbres determinadas. A partir de estos imperativos que se ha dado a sí mismo el hincha crea su pathos. Se ve a sí mismo como alguien especial, distinguido por el sentimiento de servir al colectivo y de entregarle ofrendas.

Del círculo del colectivo de hinchas surgen representaciones ideales, de cómo debe de ser él mismo. Con sus acciones conjuntas los hinchas se remiten a todas aquellas características que corresponden a las representaciones ideales del colectivo. La idea que el colectivo se hace de sí mismo (Durkheim) constituye el núcleo religioso de las asociaciones de fútbol. Sus miembros están convencidos de las reacciones que ellos mismos han propiciado y creen en ellas con entusiasmo. De esta manera aumenta el poder del colectivo; también lo reconocen cada vez más los de afuera. Los hinchas aplican toda la fuerza del colectivo a los objetos de veneración: moldean la imagen de sus jugadores favoritos como figuras santificadas de tamaño sobrenatural. No obstante, estos santos se someterán a las exigencias del colectivo de hinchas, el cual quiere volver a reconocerse a sí mismo en ellos. Para los hinchas la realización de las cualidades anheladas a través de los ídolos significa el cumplimiento y la recompensa por los compromisos contraídos.

En el fútbol, además de la memoria motriz, que es inconsciente e inaccesible para el lenguaje, hay otra memoria que se conserva mediante los relatos de partidos pasados. En los recuerdos narrativos los venerados jugadores sobreviven como héroes de la antigüedad. Cada relato nuevo es una repetición del relato original, una actualización que se renueva una y otra vez. Esta dinámica incesante de la memoria, esta explicación sobredimensionada y repetida de lo antiguo es característica del mito. En los mitos del fútbol se describe un mundo de combates. En ellos todo gira alrededor de grandes acciones y de grandes jugadores. Con sus actuaciones éstos consiguen una libertad de acción inexistente desde hace tiempo. La mitificación de personas de la vida cotidiana no sólo es un fenómeno arcaico -existe desde que empezó el deporte- sino que además ha extendido el esquema de la producción de héroes al mundo del espectáculo, la economía, la política y finalmente también al del conocimiento.

A pesar de todo, los relatos del deporte dejan entrever también un sentimiento de impotencia frente al paso del tiempo. En los campeonatos y récords que la memoria conserva se trata en última instancia de hacer pervivir la fuerza y la grandeza de una persona y protegerla de lo efímero.

Günter Gebauer es filósofo y sociólogo del deporte en la Universidad Libre de Berlín. Es autor del libro Poética del fútbol. Traducción de Martí Sampons.

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