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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

El Rick's de Shanghai

Javier Ocaña

El cine de James Ivory nunca se ha caracterizado por la cercanía o el abrigo del espectador. A kilómetros de distancia, el más británico de los directores estadounidenses ha construido sin embargo una importante filmografía basada en las adaptaciones literarias de época protagonizadas por sufridores que esconden su tormento bajo un manto de orgullo, de mentira, de fachada con clase. Como en La condesa rusa, ambientada en el Shanghai de los años treinta, donde buena parte de sus personajes viven en un ostracismo marcado por la desolación y el recuerdo de una felicidad que jamás volverá.

Como en la mítica El expreso de Shanghai (Josef von Sternberg, 1932), pero esta vez desde el recuerdo y no desde la contemporaneidad, Ivory retrata una ciudad al borde del abismo, entre la guerra civil china, el acoso japonés y la desmesura de los extranjeros. Un caos de facciones políticas en el cual un ex diplomático (el primero de los sufridores) pretende construir un microcosmos donde la serenidad reine por encima de las diferencias: un lujoso bar de copas que sirva de refugio sentimental a los contendientes, un oasis que remite directamente al Rick's que regentaba Humphrey Bogart en Casablanca.

LA CONDESA RUSA

Dirección: James Ivory. Intérpretes: Ralph Fiennes, Natasha Richardson, Lynn Redgrave, Vanessa Redgrave. Género: drama. EE UU, R U, 2005. Duración: 138 minutos.

Basada en un guión de Kazuo Ishiguro, autor de Lo que queda del día, probablemente la mejor película de la carrera de Ivory, La condesa rusa completa su nómina de sufridores con una familia de la aristocracia rusa, huida de su tierra tras la caída de los zares, que sobrevive gracias a la lucha de la única mujer que parece haber caído en la cuenta de que los días de relumbrón han dejado paso a la lucha al pie del camino.

Con su habitual academicismo un tanto frío, pero con un innegable gusto estético, Ivory compone su tragedia con placidez, casi con parsimonia. Desde hace años, el director parece haber perdido cierto toque para que, a pesar de su decidida apuesta por el sosiego, sus películas no se ahogaran en el tedio. Así, algunas de sus mejores obras (Una habitación con vistas, Regreso a Howard's End) fueron dejando paso a castillos de barro como Sobrevivir a Picasso (1996) o a simples delirios como Le divorce (2003). Con La condesa rusa recupera una parte de lo mejor de su cine ya que los personajes no dejan de cautivar, pero, tanto formal como narrativamente, siempre se ve venir desde lejos, olvidándose de la capacidad de sorpresa y, por tanto, manteniendo al espectador con una sensación de frío calculado que puede dejar tieso al más entusiasmado.

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Sobre la firma

Javier Ocaña
Crítico de cine de EL PAÍS desde 2003. Profesor de cine para la Junta de Colegios Mayores de Madrid. Colaborador de 'Hoy por hoy', en la SER y de 'Historia de nuestro cine', en La2 de TVE. Autor de 'De Blancanieves a Kurosawa: La aventura de ver cine con los hijos'. Una vida disfrutando de las películas; media vida intentando desentrañar su arte.

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