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Memoria rota de los judíos del norte de Marruecos

Este año se celebra el cincuentenario de la independencia de Marruecos del Protectorado francés y español. Pero la presencia española y francesa no fue la única en disminuir hasta casi desaparecer el 3 de marzo de 1956; también, después de siglos, los judíos marroquíes, de manera gradual pero continua, abandonaron sus ciudades, se exiliaron, para iniciar, sin lamentos ni grandes construcciones dramáticas, su vida en países como Israel, España y Francia. Recientemente, unas trescientas personas, custodiadas por fuerzas de la Policía y el Ejército, visitaron lo único que queda de la judería de Tetuán: el cementerio.

La presencia española se remonta a 1912, cuando se inicia el Protectorado. Por un convenio hispano-francés, Marruecos queda divida en tres zonas, el Norte bajo Protectorado Español, el Sur francés, y Tánger, zona internacional. Pero había sido en la ocupación por los españoles de algunas zonas del norte de Marruecos en 1860, que duró apenas dos años, cuando se inició un acercamiento de España a los sefardíes del Norte de Marruecos. En su diario, Pedro Antonio de Alarcón recoge el testimonio de un judío: "Estábamos muy vigilados, se desconfiaba de nosotros, se nos creía afectos a España". Lo cierto es que los españoles encuentran en Tetuán una importante comunidad sefardí que les habla en su lengua y vive su llegada con alegría y la esperanza de mejorar su difícil situación.

Podemos considerar estas históricas comunidades sefardíes repartidas por el mundo como verdaderas embajadas españolas. Sus dificultades consistían en que, como en otros países árabes, a los judíos de Marruecos se les consideraba infieles. Sólo los varones musulmanes eran miembros de pleno derecho de la sociedad, que no era equivalente a ser ciudadanos, un concepto desarrollado en Europa después de siglos de luchas por la igualdad y libertad. La mujer, el esclavo o el infiel eran considerados inferiores y regulados por la ley sagrada. Judíos y cristianos podían quedarse a condición de vivir en inferioridad respecto a los practicantes de la considerada religión verdadera, el islam.

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La humillación era el precio por no ser como los demás, el impuesto de la diferencia. El estatus de los infieles en tierras de islam estaba regulado por una ley llamada la Dimma. En Marruecos los judíos debían vivir en barrios específicos llamados mellah y usar vestimentas distintas, incluso en un tiempo debían caminar fuera del mellah descalzos o con sandalias especiales. Frente a una Europa en muchos casos más violenta y eficiente en su destrucción, los judíos de los países árabes aceptaron estas reglas, consiguiendo a veces prosperar en importantes comunidades.

La llegada del Protectorado supone de alguna manera la abolición de la Dimma. Los judíos son considerados por primera vez marroquíes como los demás. Esto da una cierta tranquilidad a las comunidades judías sometidas, hasta ese momento, al capricho y no al derecho. Para la comunidad judía del Norte de Marruecos, el Protectorado es la llegada de la modernidad. Dejar de estar sujetos a la Dimma origina un cambio en sus costumbres.

Pero el Protectorado español fue también un reencuentro con España después de siglos. La comunidad sefardí de Tetuán se había formado con la llegada de los judíos expulsados de España en 1492. El Protectorado era un volver de otra manera. Los judíos del norte de Marruecos hablaban en su mayoría la jaquetía, que es un español antiguo con palabras en hebreo y en árabe; el encuentro con España originó la pérdida de esta lengua. Hay por lo tanto un resurgimiento del vínculo de estas comunidades sefardíes con España. En el Archivo Histórico de la Guerra Civil se encuentran cartas que manifiestan la creencia de los delegados del Gobierno de que los indígenas judíos podían facilitar la labor española: los judíos éramos útiles a España.

A partir del nacimiento del Estado de Israel, en 1948, se produce un cambio en la situación de los judíos del Protectorado, que comenzaron su exilio, originándose una emigración ilegal con el asentimiento en la sombra del Gobierno español. Como sucedió en otros países árabes, también en Marruecos desaparecieron las comunidades judías. De exilio en exilio. Pero los judíos de los países árabes, por comparación con los judíos europeos que sufrieron los pogromos y el Holocausto, se creyeron afortunados.

La creación de Israel genera en el mundo árabe un empeoramiento de su acritud hacia los judíos, que son acusados de vinculación con el nuevo Estado. Y así el antisemitismo europeo encuentra un nuevo desarrollo. Se repite en los países árabes musulmanes la acusación de crímenes de sangre que se hacía en la Europa de la Edad Media a los judíos. Marruecos no se distancia mucho de esta actitud, por eso la presencia española tranquilizaba a estas comunidades. Pero con la salida de España, los judíos aumentaron su exilio y las dificultades de la emigración se agudizaron. El miércoles 11 de enero de 1961, un barco con tripulación española y cargado de emigrantes ilegales que viajan a Israel, el Pisces, sale de Casablanca y se hunde en circunstancias muy extrañas, aún sin aclarar, en la costa de Alhucemas. El capitán y sus dos marineros se salvan en el único bote salvavidas, dejando morir a los pasajeros. Esta tragedia marca profundamente a los judíos marroquíes y en Israel son los primeros héroes de esta comunidad. Pero lo importante es que ahí cambia radicalmente la actitud del Gobierno de Marruecos, que se vuelve más permisivo con esta emigración que comenzó ya en los últimos años del Protectorado y culminó con la independencia. Sobre el Protectorado el que sería Mohamed V dijo: "Ha sido aceptado sólo como una transición entre el Marruecos de antaño y un Estado moderno". Hoy Marruecos es un país con mayor unidad política y con la conciencia de la necesidad de acercarse a Europa. Su reto es cómo convivir con los grupos islamistas fanáticos y la consolidación de las nuevas y tímidas libertades. Pero de los judíos que allí vivieron durante siglos sólo queda la memoria rota.

Aunque permanecen pocos judíos en el mundo árabe y musulmán, si no hubo lamentos en su momento, no es éste el momento de hacerlos. No obstante, sí cabe denunciar que persiste en ese mundo un peligroso antisemitismo. Hoy existen más traducciones de Los Protocolos de los Sabios de Sión en árabe que en ninguna otra lengua. Es cierto que también hay en nuestros días brotes antisemitas en Europa, pero son controlados por movimientos y por derechos y garantías que permiten la convivencia. Estos cortafuegos no existen, en cambio, en el mundo árabe y musulmán.

Los judíos aprendimos en Europa que somos según actuamos con el otro. Ése es el reto: que sean los ciudadanos marroquíes y los de los otros países árabes y musulmanes quienes sepan distinguir su conflicto con Israel de la violencia antisemita en contra del pueblo judío y se enfrenten por propia iniciativa y con vigor a las atrocidades cometidas por los fanatismos.

Esther Bendahán es escritora, autora de Déjalo, ya volveremos. (Seix Barral).

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