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Crítica:CANCIÓN | Gal Costa
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Calidad sin fisuras

Se presentó con Aquarela do Brasil, esa canción que Ary Barroso compuso allá por los años treinta, a la que los anglohablantes llaman Brazil, y que es un himno oficioso del gigante suramericano. Siguió Chega de saudade, de Jobim y Vinicius, que João Gilberto grabó en 1958 provocando un terremoto musical. Ni Caetano Veloso, ni Gilberto Gil, ni Chico Buarque van a desmentir que fue tras oír aquella grabación en la radio que decidieron agarrar una guitarra y empezar a cantar.

Gal Costa se empeñó en que el respetable la canturreara mientras se repetía, admirada, "¡cómo me gusta este acento!". Después cantó Desafinado y Pra machucar meu coração, otra de Barroso. Todas esas canciones las grabó en algún momento su maestro João Gilberto: la voz de Gal Costa, históricamente asociada al tropicalismo, se reivindicó bossanovista.

Gal Costa

Gal Costa (voz), Marcus Teixeira (guitarra), Bororó (bajo eléctrico), Jurim Moreira (batería) y Zé Canuto (flauta y saxo). Veranos de la Villa. Conde Duque. Madrid, 5 de julio.

En su reencuentro con Madrid optó por lo seguro. Hacía tantos años que no venía por aquí -dijo que 10- que tampoco era cuestión de anticipar canciones inéditas del disco que prepara en Brasil. Se imponía -acertó plenamente- un repertorio contrastado: tesoros de uno de los cancioneros, el brasileño, más extraordinarios del siglo XX. Desde lo más obvio -La chica de Ipanema, Wave, Corcovado..., con ese fraseo y timbre que siempre tuvieron el beneplácito cómplice de su autor, Antonio Carlos Jobim- hasta lo menos conocido lejos de Brasil. Por ejemplo, la emotiva Ave Maria no morro, de 1942.

Trajo A rã, del gran Donato, a cuya melodía se aferró Jacques Brel para aquel exabrupto en francés contra los flamencos, y la Dama do cassino, una composición de Caetano Veloso de los ochenta. Casi todas las canciones de Caetano le sientan bien. Muchas fueron escritas pensando en su voz. Como esa Força estranha, sólo con guitarra, que suscitó un silencio atento.

Diamante

Tiene un diamante en la garganta, aunque parece no darle la menor importancia. Canta con naturalidad, sin poses, clara y cristalina. Y se acompaña de un formato acústico, exquisitamente sobrio, del tipo que pululaba por los clubes de Copacabana en los comienzos de la bossa.

Hizo un guiño a la jarana con Festa do interior, pero quiso terminar suavemente con Faixa de cetim, una de esas canciones brasileñas que hubieran firmado Cole Porter o Irving Berlin, y que Caetano le susurra a Bebo Valdés en la película de Fernando Trueba.

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