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Reportaje:Signos

Un chapuzón para los sentidos

El escritor Guillermo Busutil se mueve entre el verano y la fuerza de los sentidos en un libro de relatos

Javier Martín-Arroyo

Llega el calor y el salón se cambia por la playa o el monte. Los sentidos se disparan. Fogonazos corporales y descanso, todo se potencia. No es necesario apartar los ojos del libro, y hay quien los combina, casi como si pasara las páginas mientras practica submarinismo. En su nuevo libro de relatos, Guillermo Busutil (Granada, 1961) pone sus personajes a remojo, a experimentar con el verano y los sentidos, con el compromiso de tener que disfrutar. Nada sabe tan bien como la boca del verano, que ha publicado Editorial e. d. a. libros, es el título de la obra.

"El verano sabe y tiene olor, es la fruta y la sensualidad, se abre, se huele y se derrama", explica. "Pero también es la mejor paleta de colores: verdes limón, azules zafiro, naranjas del litoral, grises de ciudades...". Son las atmósferas en las que sus personajes mudan de piel para afrontar el hedonismo, dejar atrás la rutina y reincorporar nuevos propósitos. A veces hasta darle la vuelta al carpe diem, para que parezca incluso que ni siquiera disfrutan, porque de hecho también sufren. Trazos que componen lo que el autor define como "un fresco con veranos de iniciación, de aventuras, pero también de prospecciones interiores".

En la obra están los temas que ya abordó Busutil en anteriores títulos como Individuos S. A., en torno a la sociedad moderna y la cultura, y que le obsesionan: la incomunicación social, la arquitectura, la mitomanía. Por encima de todos está quizá la fragilidad humana, que impregna de dudas cada decisión que toman muchos de sus personajes.

En sus páginas hay continuas referencias a obras de arte y creadores. Atom Egoyan y Doris Day comparten página sin que quepa el pudor. Todo está impregnado por las pasiones de este periodista y crítico de arte, que confunde realidad y ficción sin tapujos. "Muchos personajes caminan por las calles de Málaga y me los cruzo a diario", confiesa. Los protagonistas deambulan por unos espejismos en los que el diálogo entre verdad y fábula se difumina y se hace "más atmosférico". El ambiente pesa o refresca las páginas de estas breves historias "leídas como pasajes entre el desayuno y el trabajo, que flotan y no pesan".

Los personajes que llevan el peso de historias como Pop de la Costa Oeste o World Woman Love son casi todas mujeres que ponen en práctica su inteligencia, mientras que los hombres sencillamente actúan de manera más directa, sin mucho planteamiento previo. El autor defiende el relato como género ("cápsulas de tiempo libre que dan destellos de vida", define) y se zambulle en él, porque es donde, dice, más cómodo se ha sentido. "Infravalorado, para mí está lleno de pequeñas historias, aventuras increíbles, fantásticas, y grandes clásicos. Ahora está saliendo del ostracismo", opina.

Todo son elogios para las historias breves, que compara con las vacaciones cortas. "Ya no se llevan las vacaciones largas, se parten y no dan para una novela, sino para fragmentos de vida, para un relato", concluye.

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Sobre la firma

Javier Martín-Arroyo
Es redactor especializado en temas sociales (medio ambiente, educación y sanidad). Comenzó en EL PAÍS en 2006 como corresponsal en Marbella y Granada, y más tarde en Sevilla cubrió información de tribunales. Antes trabajó en Cadena Ser y en la promoción cinematográfica. Es licenciado en Periodismo por la Universidad de Sevilla y máster de EL PAÍS.

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