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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Corte de perfil

Acostumbrados como estamos a que la mayoría de los novelistas españoles, jóvenes o no tanto, no sean más que almas nacidas para escribir y sólo escribir, sorprende que este Germán Sierra, coruñés de 1960 (no tan joven, pues, pero empezó a publicar en el año 1996, sin meter ruido, y tiene tres novelas publicadas antes que este libro de relatos que nos convoca), sea investigador en el área de la neurociencia y además profesor universitario de bioquímica. Un libro de relatos, ya se sabe, puede tener una línea común, algo con lo que hilvanar las historias o, simplemente, es un saco con fondo, donde se echa de todo un poco.

En una primera impresión es lo que ocurre con este libro de Germán Sierra, que se tarda en encontrar el sendero desmigado, esa línea difusa que es como un corte de perfil. Escribe Sierra -desde su profesión- con aparente frialdad. En un primer momento, ya digo, no apasiona, resulta tal vez excesivamente frío, como alguien que se mueve, con indudable acierto y oficio, por el área restringida de la neurociencia, que debe ser la sala de espera de las almas tocadas de ala por los inconvenientes del vivir.

ALTO VOLTAJE

Germán Sierra

Mondadori

Barcelona, 2004

135 páginas. 15,50 euros

Hasta que el lector (precisemos, este lector) se encuentra con el cartelito de peligro de muerte, ése de la portada del libro, ese icono antiguo que te advertía de lo traicionera que era la electricidad pública, y más si era de alta tensión, la torre ésa o el poste sin más. El cartelito está delante de Alto voltaje, un relato extenso, que bien podría haberse convertido, digo, en una novela, y que da título al libro. Es el mejor relato, para mi gusto: ese par de historias de blues y heroína(s), fronterizas y tan tex-mex, tampoco está mal.

Pero habiendo leído el li-

bro hasta entonces por orden, como es obvio, llegué a Alto voltaje y entendí entonces ese corte de perfil, sutil, a veces, complicado, otras, que realiza Sierra con las almas de sus personajes. Acabé el relato citado y, de pronto, me vi gratamente deslumbrado por esa inteligente y sutil, repito, historia de amor triangular entre un periodista, que no lo es, y dos hermanas, una de ellas en cama con fiebre.

Germán Sierra no necesita más que unas pocas líneas para describir esa mínima relación, pero me sirvió para darme bríos, para dar marcha atrás, para volver a leer ese relato y, a partir de entonces, creer o haber creído, entender cómo opera este narrador, cómo construye sus historias (unas mejores que otras, desde luego, pues no es un libro redondo, ni mucho menos), y me convence.

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