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Reportaje:CULTURA Y ESPECTÁCULOS

La nueva vida de Claudio Abbado

El genial director de orquesta italiano comenta, en una de las poquísimas entrevistas que ha concedido en los últimos años, y tras su grave enfermedad, sus proyectos de Lucerna, Emilia-Romagna, Cuba y Venezuela.

De un bolso Claudio Abbado extrae, apartando partituras de Beethoven y Hindemith, dos botellas de zumo de frutas, unas galletas y una tableta de chocolate suizo. "Tengo que comer cada dos horas", dice. Cuando me fue requerido un cuestionario de preguntas antes de la entrevista, contesté que no tenía más que una y ésta era saber de qué manera había cambiado el concepto de la música del maestro después de la enfermedad que le ha perseguido los últimos años. El despliegue de alimentos sobre la mesa era una evidente contestación a los efectos que dejaba de herencia el cáncer de estómago. Después de la operación he cambiado, desde luego, pero en una dirección difícil de explicar. "Vivo como un asceta, comiendo poquísimo, pero tengo la enorme satisfacción de tener más tiempo para pensar, para estudiar, para estar en contacto con la naturaleza. He tenido además la felicidad de sentir un movimiento de amistad, de solidaridad de muchos músicos con la creación de la Orquesta del Festival de Lucerna. Sí, la vida la veo muy distinta, pero la gran fortuna es, muy por encima de todo, que pueda seguir viviendo".

"En Lucerna se habla de música. En Salzburgo se habla prioritariamente de otras cosas"

Atrás, muy atrás, han quedado sus etapas de dirección de la Sinfónica de Londres, el teatro de La Scala de Milán, la Ópera de Viena, la Filarmónica de Berlín y el festival de Pascua de Salzburgo. Las imágenes televisadas del Réquiem de Verdi, en la interpretación que conmemoraba en Berlín el día del centenario de la muerte del gran compositor italiano, hacían presagiar lo peor. Le faltaba aire al maestro. Ahora, tres años y medio después, rebosa energía por todos los poros. Está delgado, pero luce buen color y tiene la fuerza añadida que le proporcionan sus amigos-músicos, que le consideran, en cierto modo, un padre. "No, en todo caso, un hermano. Esta reacción de fidelidad ha sido conmovedora y me ha proporcionado una alegría infinita. Me dicen que hago la música ahora de distinta manera, con más pasión. Es posible. Los que tocan son, en cualquier caso, los músicos. Es verdad que tienen una predisposición especial conmigo. Hay una metáfora que lo dice todo. Mientras los instrumentistas de la Filarmónica de Viena, o incluso de la de Berlín, se dan la mano después de cada concierto, los de la orquesta del Festival de Lucerna se abrazan entre ellos".

Es cierto. Y emociona ver sentados al lado de jóvenes de medio mundo a solistas de la categoría de Sabine Meyer, Kolja Blacher, Alois Posch o cuartetos de postín como el Alban Berg o el Hagen. En el caso de la violonchelista Natalia Gutman, tiene incluso a sus dos hijos en las últimas filas de la cuerda de violines. Se ríe, más bien sonríe continuamente Claudio Abbado, con una serenidad dulce, y en cierto modo seductora, mientras mantiene, como en el pasado, un jersey echado por encima de los hombros.

A la Orquesta del Festival de Lucerna la solicitan desde París, Nueva York, Londres o Viena. También desde España. De momento, parece ser que en 2005 irá a Roma, y en 2006, a Tokio. "La música orquestal debería aspirar a tener el espíritu profundo de la música de cámara. Con una mayor amplitud de sonidos y colores, desde luego, pero con la nitidez y la actitud de amigos que se reúnen en torno a la música que experimentan los instrumentistas de un cuarteto. Otro tema importante de las orquestas es establecer una lucha sin cuartel contra la rutina". ¿Será esa lucha la clave del éxito de Claudio Abbado, lo que explica de alguna manera la reacción de esos públicos que ovacionan en pie al maestro durante 10 minutos después de escuchar una sinfonía de Mahler? ¿O serán otras las razones de su carisma?

En Lucerna se encuentra a gusto. "En Lucerna se habla fundamentalmente de música. La gente de aquí ama y tiene mucho respeto a la música. En Salzburgo, por poner un ejemplo, se habla prioritariamente de otras cosas". Pero también está a gusto Abbado en la Emilia-Romagna, ¿rememorando, tal vez, los tiempos de Música Realtá, uno de los escasos proyectos de la izquierda en relación con la música? "El nivel de vida en esa zona es ahora más rico, pero siempre la cultura ha ido paralela al aumento del despegue económico en esta región. En Reggio Emilia, pongamos por caso, no hay gente desocupada. Sí que es verdad que cada año voy a hacer una ópera con la Mahler Chamber por la zona en poblaciones como Ferrara, Módena, Regio Emilia y otras. Este año ha sido Così fan tutte y en 2005 será La flauta mágica, con puesta en escena de mi hijo Daniele. Hay una relación afectiva, evidentemente".

El tercer frente de la nueva vida de Claudio Abbado está en la formación de nuevos músicos en Latinoamérica, concretamente en Cuba y Venezuela. "En La Habana ya estuvimos en el último periodo navideño y fue una experiencia gratificante. Fíjese que abordamos nada menos que la Séptima de Beethoven y algunos fragmentos de Tristán e Isolda. Los comienzos no fueron fáciles, pero los jóvenes fueron asimilando con rapidez los aspectos más inverosímiles y en el concierto final todo salió estupendamente. Se nota la huella del trabajo en el pasado de Erich Kleiber en La Habana. Volveremos este año".

Abbado obtuvo por este trabajo la condecoración más alta en el terreno de las Artes del Gobierno cubano. "En cuanto a Venezuela, la colaboración parte de una gira de 1999 con la Mahler-Jugendorchester en la que recalamos en Caracas y pudimos admirar el nivel de una joven orquesta venezolana a la que invitamos inmediatamente a Berlín. Pues bien, esta orquesta es el fruto de los esfuerzos del señor Abreu, un hombre al que habría que dar el Premio Nobel de la Paz, pues ha fomentado los estudios musicales de 125.000 jóvenes procedentes de las favelas y otros espacios pobres, gracias a una fundación que compra instrumentos musicales para favorecer una integración social a través de la música. Mire, cuando dieron el primer concierto en Berlín el nivel fue bravísimo y ahora tienen acuerdos con la Filarmónica. De hecho, el primer contrabajista de la Filarmónica de Berlín es venezolano".

Claudio Abbado, en un concierto de gala del  Festival de Lucerna.
Claudio Abbado, en un concierto de gala del Festival de Lucerna.PRISKA KETTERER LUZERN

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