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Reportaje:VIAJE DE AUTOR

Un oasis en Tierra de Campos

Medina de Rioseco y la sublime capilla de Álvaro de Benavente

Gustavo Martín Garzo

Nada brinda aquí el arte fácil, ni alienta instintos generosos, ni alimenta imaginaciones románticas, ni habla de ternezas al corazón. Se planta un árbol, y se seca; abrís una fuente, y se agota; cuidáis un pájaro, y se muere. La contemplación repetida y continua de un mismo paisaje desnudo y uniforme ha de contribuir inevitablemente a esa denunciada aridez del espíritu". Así describió Justo González Garrido, natural de Medina de Rioseco, la comarca de Tierra de Campos a comienzos de los años cuarenta. Pero el viajero que se adentre hoy por esa hermosa región natural no verá esa tierra de desoladora severidad, sin árboles, ni fuentes, ni verdores, ni las suavidades de la humedad, una tierra en que "la ternura está honda, y la alegría del cielo demasiado alta", a que se refiere González Garrido. Es verdad que persisten muchos de sus problemas, la despoblación, el envejecimiento, la ausencia de soluciones productivas y la crisis del campo, pero Medina de Rioseco es hoy una ciudad llena de encanto, donde se pueden saborear ricos dulces, contemplar sorprendentes obras de arte y pasear por frescas zonas verdes, entre las que destacan los jardines de la Concha y las márgenes del canal de Castilla.

El eje de la ciudad sigue siendo la Rúa Mayor, con sus soportales corridos. Entre sus calles surgen los grandes templos que recuerdan la grandeza de su pasado. La iglesia de Santiago, con su fachada renacentista; la iglesia de Santa Cruz, de sobria construcción y con una interesante cúpula barroca; la de San Francisco, en la que destacaban las figuras de barro de Juan de Juni, y sobre todo la iglesia de Santa María de Mediavilla, construida entre finales del siglo XV y principios del XVI, en estilo gótico flamígero con influencias renacentistas. Es en esta iglesia donde se encuentra la capilla de Álvaro de Benavente, a la que Eugenio d'Ors se refirió como la Capilla Sixtina castellana, por la profusión inagotable de sus motivos y por centrarse en los temas de la creación del mundo y del juicio final. Emilia Pardo Bazán rememoraría al verla ese "algo color púrpura" que Flaubert quiso evocar en su fantasía oriental de Salambó, y García Lorca situaría sus delicadas figuras modeladas en yeso, a la manera arábiga, al lado de las fantasías de Goya, los desvaríos místicos de El Greco y el temblor lunar de los cuadros de Zurbarán.

Y, sin embargo, ni Pardo Bazán ni Lorca parecen haberse detenido a mirar estas figuras con suficiente atención, pues más allá de la invocación al Apocalipsis, y de ese canto tan español al triunfo de la muerte, la capilla entera parece animada por un espíritu leve, que ama y se recrea en la vida y el gozo de los cuerpos. Una capilla, en suma, que más que hablar de las terribles amenazas que pesan sobre el hombre, se ofrece, como afirma Fernando Chueca Goitia, como un poema, una Divina Comedia, que remite a Miguel Ángel, pero sobre todo a Dante, y a la figura de Beatrice, pues toda ella está dedicada a la Virgen y a su función mediadora. O mejor dicho, a la mujer, pues hay una continuidad absoluta entre la figura de Eva y la de la Inmaculada, que ocupa el lugar central del retablo de Juan de Juni.

Jardín atrevido

Un espíritu leve, benigno, por momentos casi burlón, alejado de las sombrías admoniciones cristianas, parece flotar sobre paredes y cúpulas, creando un jardín recogido, lleno de encanto y de tiernos atrevimientos. Una isla única, en ese mundo lleno de infinitos rigores, del que la propia Semana Santa de Medina de Rioseco será luego expresión. El paraíso, la presencia del agua, los animales plácidamente emparejados y la insólita imagen de Eva abandonando somnolienta y ruborosa el paraíso, se unen a la dulce postración de sibilas, profetas y ángeles en la cúpula, y al lento desperezarse de los muertos el día del juicio final, creando un mundo que parece resistirse a abandonar la gozosa beatitud del sueño. Un mundo de jardines umbríos y de pensativas fuentes que habla de esa otra Castilla, a la que Jiménez Lozano ha dedicado alguna de sus páginas más hermosas, creadora de una cultura que no sólo es plástica -el arte mudéjar o mozárabe-, sino de un estilo de vida original nacido de ese cruce de lo cristiano con lo arábigo y lo hebraico.

Pues si el espíritu renacentista está presente en el culto a la belleza del cuerpo y en la confusión entre lo pagano y lo cristiano, y el de lo arábigo en el mundo de fantasías de las yeserías de Jerónimo del Corral, el de lo judío aparece en la idea de la existencia como exilio y promesa de redención. Don Álvaro de Benavente, el fundador de la capilla, pertenecía a una familia de conversos judíos, y se ha dicho que con la construcción de su capilla aspiraba a ganarse un lugar en la sociedad de su tiempo. ¿Pero no puede verse también en la visión que en ella se ofrece de Eva y de María una figuración de la Shejiná, que según los judíos es el elemento femenino de Dios? "La noche oscura de la Shejiná", ha escrito Elisa Martín Ortega, "representa la mayor desdicha y los sufrimientos de un pueblo desterrado. Sin embargo, en el Zohar nunca desaparece la esperanza: la promesa de la futura unión del mundo y del propio Dios está siempre presente". Y será en el mismo Zohar donde se hable de un rey que, tras expulsar varias veces a su reina de su lado, e incapaz de vivir sin ella, decide ir en su busca con todo su séquito y la lleva de vuelta a su palacio, jurándole que no se volverán a separar.

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La coronación de la Inmaculada no sería entonces sino el instante en que ese rey restituye a su amada al palacio. Toda la capilla culmina en la imagen de deslumbrante belleza de esta muchacha coronada, que representa la unión de Dios con el mundo. La preciosa talla de Juan de Juni, con su vocación de armonía, y su capacidad para reintegrar las fuerzas contrarias, hasta el punto de que hasta la misma serpiente llega a confundirse turbadoramente con sus propios vestidos, y las sensuales yeserías de Jerónimo del Corral, constituyen un canto sin parangón en estas tierras áridas a la belleza de lo creado. A la belleza como lugar del perdón. Balanza de Susurros, Remolino de Plumas, Pared de Estrellas, Puerta de Cristal, Establo del Polen, Siembra Violeta en el Refugio de mi Corazón. Estos versos tomados casi al azar de uno de los libros del poeta riosecano L. A. Lobato ¿no podrían ser las letanías de esa Virgen-Eva, tan misteriosamente cálida como llena de inexplicable gozo? Ver arder la penumbra, escribe nuestro poeta, definiendo sin quererlo el sentido último de lo poético. Pues bien, ésa será la revelación que le espera al viajero que dirija sus pasos a este lugar de encantamiento y dulzura suprema. Uno de los más hermosos que habrá tenido ocasión de contemplar nunca y por el que sin duda le habrá merecido la pena llegar hasta aquí.

- Gustavo Martín Garzo (Valladolid, 1948) es autor de Tres cuentos de hadas (Siruela, 2003).

La espectacular capilla de Álvaro de Benavente, del siglo XVI, en la iglesia de Santa María de Medina de Rioseco (Valladolid).
La espectacular capilla de Álvaro de Benavente, del siglo XVI, en la iglesia de Santa María de Medina de Rioseco (Valladolid).

GUÍA PRÁCTICA

Datos básicos

- Medina de Rioseco está situada

a 42 kilómetros por carretera de Valladolid y a 103 kilómetros de León. La carretera N-601, que une León y Valladolid, pasa por la localidad.

- La localidad de Medina de Rioseco tiene unos 5.000 habitantes.

Dormir

- Hotel Duque de Osuna (983 70 01 79). Avenida de Catilviejo, 16. Medina de Rioseco. La doble, entre 27 y 33 euros.

- Hotel Castilla (983 70 00 78). Avenida de Juan Carlos I, 10. Medina de Rioseco. La doble, 25 euros.

- Parador de Benavente (980 63 03 00). Paseo de Ramón y Cajal, s/n. Benavente. La doble, entre 97,10 y 106,80 euros, según la temporada.

Comer

- La Rúa (983 70 05 19). San Juan, 25. Medina de Rioseco. Unos 20 euros.

- Pasos (983 70 10 02). Lázaro, 44. Medina de Rioseco. Unos 30 euros.

Información

- Ayuntamiento de Medina

de Rioseco (983 70 08 25).

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