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Verbo sur | CRÓNICA INTERNACIONAL
Columna
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El guardián de la memoria

TERRA NOSTRA es una novela impregnada de un sentido del pasado. En esta rica e infinitamente compleja historia, o serie de historias, Carlos Fuentes escribe como novelista, pero también como historiador, que busca evocar el pasado y al mismo tiempo interpretarlo, tanto para su generación como para las futuras.

Para el historiador, el pasado influye en el presente, y con ello en el futuro, pero el presente también influye en la manera como se ve y se comprende el pasado. Esta mezcla de pasado y presente convierte en principal la función del historiador, del mismo modo que la función del Cronista es central en Terra Nostra. Porque el historiador, o el narrador, es el guardián de la memoria. Lo que él elige recordar del pasado es lo que sobrevive y da forma al futuro. Como declara el Señor en Terra Nostra (página 611): "El poder se funda en el texto".

A propósito de la reedición de Terra Nostra (1975), de Carlos Fuentes, con prólogo del historiador británico John Elliott, que destaca el talento como cronista del novelista mexicano

El texto del historiador partidista imposibilita el futuro restringiendo el pasado, en tanto que el desafío que afronta el historiador auténtico es sacar a la luz nuevos panoramas iluminando el pasado en toda su rica complejidad. ¿Pero cómo puede, incluso el más responsable de los historiadores, dejar al descubierto las diferentes capas del pasado que simultáneamente componen el presente, y así recuperar al menos algo de su rica complejidad? Es aquí donde el novelista, menos constreñido que el historiador profesional por la naturaleza restrictiva de sus fuentes, y menos confinado por las inexorables exigencias impuestas por el tiempo y el lugar, tiene la oportunidad de realizar su propia, y única, contribución. Terra Nostra es historia vista a través de los ojos de un novelista, con todos los recursos de la imaginación literaria a su disposición. De un modo significativo, el Cronista que aparece y reaparece en diversas formas en la novela es también descrito como "poeta y narrador". Al poeta y al narrador, como algo distinto del historiador, se le permite la invención. ¿Pero cuánto nos puede acercar, preguntará tal vez el lector, la ficción a la verdad del pasado?

La historia, en Terra Nostra, constituye un intento de comprender el pasado, y presenta al México nativo del autor como una nación resultado de la contundente imposición de la civilización española del siglo XVI a las civilizaciones de los aztecas y los mayas. Las civilizaciones hispánica e indígena tienen puntos de vista diferentes sobre el tiempo. Para los habitantes del México previo a la conquista, el tiempo era cíclico; para los españoles de la era del Renacimiento y la Contrarreforma, el tiempo era lineal, culminando en la gran apoteosis del Juicio Final. Parte de la complejidad de la novela deriva de los malabarismos del autor con estos dos modos de considerar el tiempo. De acuerdo con la noción cíclica del tiempo, las figuras se metamorfosean para reaparecer en diferentes lugares, periodos y formas. Pero existe también el tiempo lineal que los españoles trataron de imponer al Nuevo Mundo... un tiempo lineal que en la novela abarca la España de los Habsburgo y el México azteca, e incluso la Roma imperial de Tiberio, el precursor de la España imperial.

Pero es un tiempo lineal, también, el que empieza y termina en el futuro, en París, al alba del nuevo milenio. Lo antiguo, lo medieval y lo moderno, el comienzo y el fin de la historia. El tiempo está en todas partes, y en el centro de la novela se alza el palacio-mausoleo que está siendo construido por el Señor para resistir al propio tiempo.

Este palacio, El Escorial,

es central en la historia de Fuentes, porque desde allí España trata de imponer su visión del mundo a un México conquistado. Tal como lo concibe el Señor, su vasta estructura de piedra es un intento de permanencia en una tierra de constantes cambios, una apuesta por el orden en un mundo situado al borde de la anarquía. En un pasaje crítico de la novela, Ludovico, que llega de Nueva España, le dice al Señor: "El mismo orden que tú quisiste para España fue trasladado a la Nueva España; las mismas jerarquías rígidas, verticales; el mismo estilo de gobierno: para los poderosos, todos los derechos y ninguna obligación; para los débiles, ningún derecho y todas las obligaciones..." (página 743).

La España que subyuga y coloniza México es la rígida e intolerante España de la Contrarreforma, un país brillantemente evocado por Fuentes a través de su descripción del palacio y de sus principales moradores: el propio Señor, una refundición de los Habsburgo hispánicos, pero alguien en quien predominan las características de Felipe II como monarca que vive en "un mundo del papel" (página 273); La Dama Loca, una figura de Juana la Loca tan congelada en el tiempo como la Miss Havisham de Grandes esperanzas, de Dickens; y Guzmán, el ambicioso y maquiavélico pragmatista, que contiene algo de Hernán Cortés y algo de su tocayo, Beltrán Nuño de Guzmán, el tiránico primer presidente de la Audiencia de Nueva España, así como del valido por antonomasia, Don Gaspar de Guzmán, el Conde Duque de Olivares.

La España descrita en estas imágenes -una España que es tanto la España de Franco como la de Felipe II- es evidentemente la España de la leyenda negra, que se aferra con fuerza a unos valores supuestamente trascendentales en un mundo cambiante.

Pero aparece contrastada en Terra Nostra con otra España, de cuya continua existencia un Señor cansado de la vida es penosamente consciente. Ésta es la España medieval de la convivencia de cristianos, moros y judíos, y de la España libre y abierta que terminaría con la derrota de los Comuneros en la batalla de Villalar. Pero derrota y destrucción total no son lo mismo. El orden ejemplificado por el palacio está siendo silenciosamente subvertido más allá de sus muros, e incluso desde su interior. "El pueblo de España, poco a poco, ha gestado las instituciones de la libertad". La España oculta es la esperanza del futuro: "Nuevo mundo será España, mundo de tolerancia..." (página 625).

Fuentes escribe su novela

mientras la era de Franco se acerca a su final y cuando su intento de dictar el futuro controlando el pasado ha fracasado visiblemente. Uno de los historiadores que claramente influyó en el novelista fue Américo Castro, quien, frente a la ortodoxia oficial, reaviva el recuerdo de una España medieval basada en una convivencia religiosa y ética. Otro fue José Antonio Maravall, el cual resucitó la interpretación liberal de la revuelta de los Comuneros como un movimiento progresista más que reaccionario... una revuelta que, de haber triunfado, podría haber permitido a Castilla avanzar con el resto de Europa hacia el mundo moderno. El conflicto de las dos Españas, un elemento tan poderoso en la historiografía española de los siglos XIX y XX, proporcionó a Fuentes, como mexicano, un tema para su novela y una clave interpretativa para su historia. Si bien nada podía exorcizar los demonios de su herencia española, las tribulaciones del México moderno se vieron agravadas por el hecho de que fue la España inadecuada la que conquistó los mundos azteca y maya.

Desde 1975, cuando Terra Nostra fue publicada por primera vez, los historiadores han modificado y reescrito los textos, y la noción dualista del pasado español ha perdido mucho de su fuerza explicativa. Inevitablemente, al utilizar la obra de los historiadores, el novelista, también, se somete al poder del texto y se arriesga a convertirse en el prisionero de su percepción del pasado. Sin embargo, el gran novelista tiene en su mano trascender el texto, y, al trascenderlo, construir una ficción que, como en Terra Nostra, puede muy bien ser más verdadera que la "verdad".

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