El 'caso Kelly' amenaza el futuro de Blair
El científico acusado de ser 'topo' de la BBC, hallado con las venas de la muñeca izquierda cortadas
David Kelly, el científico acusado por el Gobierno británico de ser el topo de la BBC, fue hallado con las venas de la muñeca izquierda cortadas y murió desangrado, según informó ayer la policía. El aparente suicidio aleja los fantasmas iniciales de que el funcionario del Ministerio de Defensa hubiera sido asesinado, pero eso apenas alivia la presión política desatada por la tragedia.
Tony Blair vivió su peor día desde que es primer ministro del Reino Unido, en 1997. La muerte de Kelly, el hombre que quedó atrapado en medio de las querellas políticas que desde hace semanas se cruzan Blair y su Gobierno, la BBC y el Parlamento, ha azuzado el fantasma de las dimisiones y se alza como un obstáculo de dimensiones todavía inescrutables en el futuro político del líder laborista. La prensa, desde los tabloides más a la derecha hasta los diarios más próximos al laborismo, creen que Kelly ha sido "la cabeza de turco" en la que todos se han cebado.
El líder de la oposición conservadora pide a Blair que vuelva y convoque al Parlamento
La policía, que el viernes se limitó a admitir que el cadáver encontrado por la mañana junto a un bosquecillo, a ocho kilómetros del domicilio de Kelly, correspondía a la descripción y las ropas del científico, explicó ayer que a pocos metros de su cuerpo se encontró el cuchillo con el que se cortó las venas y un estuche de calmantes. La autopsia ha confirmado que murió desangrado.
El primer ministro mantenía ayer el semblante demudado con el que la víspera había aterrizado en Tokio, adonde llegó procedente de Washington y camino de Seúl, Shanghai y Hong Kong, pero no acortará su gira por Extremo Oriente como le exige la oposición, según hizo saber su portavoz. Blair se limitó a reiterar su pésame a la familia de la víctima, a confirmar que habrá una investigación judicial independiente y a pedir "que nadie saque conclusiones precipitadas hasta que se conozca con detalle lo que ha ocurrido".
Tras la identificación formal del cadáver, la familia de Kelly denunció en un comunicado leído por un portavoz de la policía que "los acontecimientos de las últimas semanas hicieron intolerable la vida de David", y apeló a todos los implicados a "reflexionar larga y seriamente".
El científico marchó de su casa poco antes de las tres de la tarde del jueves a dar un paseo, pero ya no volvió. La familia alertó a la policía poco antes de medianoche. El viernes por la mañana se encontró un cadáver a ocho kilómetros de su casa, en la campiña del condado de Oxford, muy cerca de la ribera del Támesis. Ayer se confirmó que se trataba de David Kelly.
Dos días antes de quitarse la vida, el científico había comparecido ante la Comisión de Exteriores de la Cámara de los Comunes, que investiga si el Gobierno exageró o no el peligro de los arsenales de Sadam Husein. Kelly, un experto en armas de destrucción masiva que trabajaba para el Ministerio de Defensa británico y había estado 37 veces en Irak con los inspectores de Naciones Unidas, no pudo resistir la presión de verse atrapado en medio de la batalla política que enfrentaba al Gobierno y a la BBC.
Según los comentaristas políticos que acompañan a Blair en su viaje, éste "no puede ocultar que está muy afectado por la muerte de Kelly". La tragedia también ha afectado personalmente al director de Comunicaciones y Estrategia del Gobierno, Alastair Campbell, que el viernes se encerró en su casa nada más llegar de Washington. Campbell es el primer responsable de la decisión de desmentir las informaciones de la BBC que le apuntaban como responsable de presionar a los servicios secretos para exagerar el peligro de los arsenales de Sadam Husein.
La fortaleza de la defensa gubernamental y su acoso a la BBC acabó derivando en la identificación pública por el Ministerio de Defensa del doctor Kelly como el supuesto topo. La corporación pública nunca admitió que David Kelly fuera la fuente principal de su corresponsal político, Andrew Gilligan. Pero tampoco lo desmintió. "La presión sobre Kelly aumentó de manera considerable por el hecho de que la BBC se negó a dejar claro que él no era su fuente", se quejó el diputado Robert Jackson.
El ministro de Defensa, Geoffrey Hoon, declaró que su ministerio actuó "de forma correcta" en el asunto y realizó "enormes esfuerzos" para apoyar a Kelly. "Desgraciadamente, no han sido suficientes", dijo Hoon.
La prensa y la oposición piden responsabilidades al Gobiernio, pero las críticas se alzan también desde el laborismo. La diputada del ala izquierda del partido Glenda Jackson, que formó parte del primer Gobierno laborista, pidió la dimisión de Blair porque no ve cómo su Gabinete puede trabajar con normalidad durante el periodo que dure la investigación independiente que escrutará por qué el Ejecutivo decidió identificar públicamente al científico.
Blair dejó sin respuesta en Tokio la pregunta de si piensa dimitir o si siente que sus manos están manchadas de sangre. "Espero que podamos dejar de lado las reclamaciones y contrarreclamaciones", se limitó a responder. Y pidió que, hasta que acabe la investigación judicial, "los políticos y los medios juntos mostremos cierto respeto y moderación".
El líder de la oposición conservadora, Iain Duncan Smith, instó a Blair a volver y a convocar al Parlamento, que se encuentra de vacaciones desde el jueves.
El gran problema para la clase política británica es que la muerte de Kelly salpica a todos: al Gobierno -sobre todo a su jefe, su ministro de Defensa y al director de Comunicaciones-, a la BBC -a juicio del Telegraph, tiene que "reflexionar los daños colaterales que puede causar su estilo de informar"- y al resto de los medios en general y al Parlamento y a los agresivos diputados de la Comisión de Exteriores.
Críticas y 'mea culpa' de la prensa
La muerte de Kelly ha provocado una oleada de remordimientos en todos los que de una manera u otra le acabaron arrojando a las tinieblas de la presión y el suicidio. Los medios acusan sobre todo a Blair y piden la dimisión de su director de Comunicaciones y Estrategia, Alastair Campbell, y del ministro de Defensa, Geoffrey Hoon. Pero también entonan un generalizado mea culpa que se extiende al Parlamento. "La vehemencia de Downing Street, la arrogancia de la BBC, el comportamiento despiadado de los medios y la pomposidad del Parlamento, todos han tenido un papel en este asunto trágico", escribe The Times en un durísimo editorial.
El tabloide conservador Daily Mail afirma que ha llegado "el momento de la verdad" para Tony Blair. Y The Guardian, el diario más cercano al laborismo, arremete contra "el cerrado mundillo de Westminster y Whitehall" (las sedes del Parlamento y de los ministerios) e incluye a los medios en ese batiburrillo de políticos, funcionarios, diputados y periodistas que acabaron colocando a Kelly en medio de un "fuego cruzado", a ser "víctima de una venganza". "Nadie en el Gobierno podía saber o desear que el doctor Kelly podía, literalmente, morir", escribe el periódico conservador The Telegraph. "Pero muchos lo trataron con la brutalidad de aquellos que no saben distinguir entre la política y el Gobierno, ni entre el interés público y el servicio a su proyecto".
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