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Reportaje:

La fosa que ha abierto una brecha

La prohibición de que se excave una tumba colectiva de la Guerra Civil en Albinyana divide a la población

"Los llevaron al cementerio en cuatro o cinco carros. Las piernas de los muertos sobresalían. Se cavó una zanja grande en el cementerio viejo y allí se les enterró tal como habían caído, vestidos. Bueno, un señor del pueblo pidió si se podía quedar con los zapatos de uno de ellos. Y lo hizo. Pero no se tocó nada más, ni papeles ni documentación". Josep Nin Urgell, de 70 años, tenía seis aquel 21 de enero de 1939, cuando los vecinos de Albinyana tuvieron que enterrar a 56 soldados republicanos caídos en una emboscada fraguada por el Ejército franquista. La fosa divide ahora a la población de Albinyana (Baix Penedès). Si el alcalde de CiU, Joaquim Nin, se ha negado a que un grupo de arqueólogos la excave, los miembros socialistas de la oposición no sólo lo ven con buenos ojos, sino que denuncian que Nin no ha informado sobre la iniciativa de los científicos de la Universidad de Barcelona (UB) y de Tarragona (URV), y no entienden la postura de un alcalde que, según denuncian, ha utilizado políticamente la ofrenda floral, cada 11 de septiembre, a los caídos en aquella batalla. El resto de la población se cuestiona las bondades de reabrir la fosa tras años de silencio si no media una petición de algún familiar.

El 21 de enero de 1939 el pueblo enterró a 56 republicanos caídos en una emboscada

Mercè Vidal tenía 20 años cuando su padre, sus tíos y otros hombres del pueblo se escondieron en un pozo natural de la montaña, los días en que los republicanos se batían en retirada y los nacionales avanzaban por Cataluña en plena ofensiva: "Entraban de uno en uno por un túnel y luego el pozo se hacía más grande. Salían por la mañana a hacer sus necesidades y a buscar comida". Ahora, por mucho que su nieto apela a su memoria, no recuerda dónde está el pozo. "Debe de estar tapado por la maleza". A sus 84 años, se hace cruces de la valentía de que hizo gala al salir al monte en plena batalla a comprobar si su padre se contaba entre los detenidos por los nacionales. Y no estaba. La mujer cabecea y no entiende por qué hay que remover la fosa. "Los hijos de aquellos hombres deben de tener mi edad".

La polémica sobre la reapertura de la fosa, prohibida por el alcalde siguiendo la recomendación del Departamento de Presidencia, sirve para atizar la disputa entre las dos únicas formaciones representadas en el consistorio: CiU y el PSC. Ayer, el PSC emitió un comunicado reclamando a la generalitat la autorización para excavar la fosa.

Durante el día de ayer, Joaquim Nin estuvo ilocalizable, pero el anterior alcalde, Antonio Mellado, que se ha presentado en la lista socialista, asegura no entender la postura del equipo de gobierno. "No creo que haya nada que ocultar". Mellado explica que sí existen familiares de los republicanos enterrados: "Durante mi mandato tal vez vinieron 8 o 10 personas, de Burgos, de Valladolid, de Girona, a quienes los militares les habían dicho que la compañía de sus allegados había caído en Albinyana". El anterior alcalde los acompañaba al cementerio. "Alguna vez me pidieron reabrir la fosa. Pero el Ayuntamiento no tenía dinero para sufragar el estudio de los restos y dudábamos sobre la autoridad legal ".

El día de la liberación, como todavía lo denominan algunos vecinos de Albinyana, los franquistas ejecutaron al ermitaño de la iglesia de San Antonio, que domina el pueblo desde un alto, según cuentan los vecinos. En ese lugar, donde ayer se preparaban para festejar al santo de Padua, se instaló entonces una ametralladora y, en una emboscada, se abrió fuego contra los republicanos. En la transmisión oral de los hechos por parte de los más mayores, evocada por Mellado, aparece también un oficial terrorífico, a lomos de un caballo blanco, que se encargó de rematar a tiros a los soldados heridos. Un extremo, entre otros muchos, que obtendría confirmación con el estudio ahora congelado. Los cadáveres quedaron diseminados por los alrededores de la población. Fue entonces cuando los vecinos se organizaron para darles sepultura. Fueron los últimos en recibir sepultura en el cementerio viejo.

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A partir de entonces, los muertos de Albinyana descansan en el cementerio nuevo, construido justo al lado. Allí reposa asimismo el sacerdote que oficiaba en la población en los años treinta del pasado siglo, el cual fue ejecutado en las afueras del pueblo al inicio de la guerra. Sus familiares, explican en Albinyana, sí pudieron acudir al cementerio años después para reconocer los restos contenidos en el nicho.

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