Riesgo y clasicismo
Veamos cuatro opciones diferentes. La primera es la de un escritor vivo en plena madurez, Don DeLillo. Su última novela editada en España, Body Art (Circe) ha sido maltratada o ninguneada por la crítica, es decir, ha sido incomprendida por el principio fundamental que rige en España y que se enuncia así: "Sólo es bueno lo que yo entiendo"; como la facultad de entendimiento escasea por lo general, así es como un libro bellísimo, arriesgado y depurado a más no poder -el libro sigue en su producción a esa obra maestra que es Submundo- que en 140 páginas da una lección magistral sobre uno de los pocos asuntos realmente importantes para el ser humano: el conocimiento de la muerte, es decir, el proceso de aceptación de una realidad cruel e incomprensible cuando se abate sobre un ser que pertenece a tu mundo más personal y querido y deja tu cuerpo y tu alma desprotegidos y al descubierto. Hay que leerla con imaginación, pues no se entrega así como así, pero si uno no es crítico al uso, puede entenderla perfectamente. La segunda opción es nada menos que la primera edición española de la novela póstuma de Hermann Broch a cargo de una editora argentina que recién abre oficina en España (El maleficio, Adriana Hidalgo). Cuenta la incubación del nazismo en un pueblo de montaña y en eso se emparenta con la grandiosa La piel del lobo, de Hans Lebert, aunque el tratamiento de la Naturaleza, común en ambas, es muy distinto en cada una. El libro plantea una suerte de microcosmos donde se recoge la devastadora introducción de ideología totalitaria en un lugar cerrado donde todos se conocen y cómo aquella se va infiltrando en el cuerpo social anestesiando la conciencia a través de una paulatina labor de impregnación que empapa las peores flaquezas y las arrastra por una corriente gregaria hasta desembocar en la intolerancia. Hay que decir que la novela está terminada aunque no corregida del todo, pero es Broch de la primera a la última página. La tercera opción sería un clásico y entre los varios aparecidos merece la pena destacar la nueva traducción y edición de El molino del Floss, de George Eliot (Alba), quizá su mejor novela tras Middlemarch y también un melodrama con lección moral incluida, pero obra poderosa y enérgica como pocas de la época victoriana. Y por fin, un libro de ensayo literario: El escritor que compró su propio libro (Debate), de Juan Carlos Rodríguez. Es un lectura del Quijote distinta y sugerente en la que expone la idea de que Cervantes es un escritor con conciencia del mercado, un escritor que depende de sí y del público, pero a partir de ahí va abriendo desde la narración misma, por medio de una lectura de notable riqueza e inteligencia analítica, una imagen de Cervantes y un sentido del Quijote diferentes que no escaparán a la sensibilidad de un lector verdaderamente atento y desprejuiciado. ¡Qué difícil en un Quijote aplastado en exceso por una masa crítica anodina y rutinaria, salvo las benéficas excepciones a la regla! Libro arduo y exigente, sin duda, pero tan sugerente que si uno entra de verdad en él no lo suelta; por apasionado y por lleno de ideas.
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