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LA HORA DE LA GUERRA | Los informes del servicio secreto español

El servicio secreto español evacuó en febrero a sus dos agentes acreditados en Bagdad

El Cesid mantuvo a su representante en Irak durante toda la guerra del Golfo de 1991

Miguel González

El Centro Nacional de Inteligencia (CNI) decidió evacuar a mediados de febrero a los dos agentes que tenía acreditados en Bagdad, junto al resto del personal de la Embajada española. Aunque el CNI podría contar con otras fuentes de información en el interior del país, la retirada de sus dos representantes oficiales le priva de la capacidad de análisis sobre el terreno y de un canal de comunicación paralelo con el régimen iraquí. En 1991, por el contrario, el Cesid -el organismo antecesor del CNI- mantuvo durante toda la guerra a su agente en Bagdad, al que utilizó como mensajero.

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Por sorprendente que parezca, la condición de miembros del CNI de los dos españoles era perfectamente conocida por los servicios secretos iraquíes. De hecho, además de recopilar y analizar información, este tipo de representantes actúan como embajadores paralelos, canales de comunicación discretos cuando las relaciones entre dos gobiernos se deterioran o rompen. Por eso, la evacuación de los agentes no responde tanto a un cambio de actitud del servicio secreto, sino a una política distinta del Gobierno. Esta vez, Madrid ha eliminado todos los puentes con Bagdad.

Desde la anterior guerra, el centro de inteligencia ha prestado atención preferente a Irak. En enero de 1999, el Cesid elaboró un informe confidencial sobre los efectos provocados por los bombardeos anglo-estadounidenses del mes anterior, que siguieron a la retirada de los inspectores de la ONU. El documento, al que ha tenido acceso EL PAÍS, evaluaba los daños causados por los ataques con mucho menos optimismo que el exhibido por Washington y Londres.

Según el Cesid, fueron atacadas 12 instalaciones relacionadas con armas de destrucción masiva, de las que dos resultaron destruidas, seis severamente perjudicadas, tres con daños moderados y una, ligeros. Además, se bombardearon 20 instalaciones de la red de mando y control; nueve de la Guardia Republicana; 34 del sistema de defensa aérea; seis aeródromos e incluso una refinería, en Basora, "acusada de exportar ilegalmente petróleo".

Espionaje de los inspectores

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En valoración del servicio secreto español, "el objetivo que se ha señalado como fundamental, el desbaratamiento de los programas [de armas de destrucción masiva] no ha sido plenamente alcanzado". Y ello, argumentaba, no por la ineficacia de los bombardeos, sino por "la diversidad de objetivos elegidos, pertenecientes tanto al ámbito del armamento no convencional como al de carácter estrictamente militar e incluso político, [lo que] hace suponer que este objetivo declarado [eliminar los programas de armas de destrucción masiva] no ha sido tratado como centro del ataque, sino sólo [como] una parte de la ofensiva".

Las instalaciones atacadas, explica, "estaban, en su mayor parte, bajo el control de los inspectores" de la ONU, "por lo que no se encontraban plenamente operativas. Sin embargo", agrega, "las informaciones sobre el terreno que ONUSCOM [la misión de inspección de Naciones Unidas] ha recopilado con estas inspecciones han servido con toda probabilidad para poder precisar mucho más los blancos de interés para los ataques dentro de instalaciones que en muchos casos ocupan grandes extensiones de terreno".

"Esto sería apoyo suficiente", admite el servicio secreto, "a las acusaciones mantenidas desde hace tiempo por Irak, acusando a los inspectores de ONUSCOM de espionaje. Tal denuncia se ha intensificado tras los ataques, probablemente por su precisión, y se ha visto confirmada en los últimos días por el reconocimiento oficial estadounidense de su colaboración con ONUSCOM a la hora de reunir datos".

Ya hace dos años, el Cesid afirmaba que "el expediente abierto [sobre la posesión de armas nucleares por parte de Irak] se encuentra cerca de su fin", mientras que "los expedientes químico y de misiles presentan aún asuntos importantes por resolver". Pero advertía: "El expediente biológico es el más complicado y el que se encontraba más lejos de poder ser cerrado en el momento de los ataques".

A su juicio, las cuatro jornadas de bombardeos, entre el 16 y el 19 de diciembre de 1998, a pesar de no haberse centrado en las instalaciones de armas de destrucción masiva, provocaron "un retraso que se puede cifrar entre uno y dos años" en estos programas. "Este tiempo habrá de ser dedicado a tareas de reconstrucción", aunque, "la posibilidad de ocultación de diverso material y equipos no debe descartarse".

El programa que Irak pudiera desarrollar en adelante, sostenía, "tendrá un alcance y un nivel más modesto que en el pasado", pese a que la permanencia en el país de los técnicos que trabajaron para poner en marcha un arsenal nuclear, químico y biológico, "será un factor de más peso que la destrucción, en éste o sucesivos ataques, de las instalaciones y fábricas iraquíes".

"Por este motivo", concluye, "mientras exista la voluntad de continuar desarrollando este armamento, este tipo de ataques conseguirá provocar retrasos, pero no eliminará totalmente la posibilidad de que Irak pueda, en el futuro, disponer de algún tipo de arma de destrucción masiva".

Una de las fotografías de instalaciones iraquíes presentadas por Colin Powell ante el Consejo de Seguridad.
Una de las fotografías de instalaciones iraquíes presentadas por Colin Powell ante el Consejo de Seguridad.AP

El CNI 'chequea' a Colin Powell

A mediados de febrero pasado, el CNI elevó al Gobierno un informe confidencial sobre la intervención que el secretario de Estado de EE UU, Colin Powell, protagonizó en el Consejo de Seguridad el día 5 de ese mes. Entre otro material, Powell se presentó en la sede de la ONU con una serie de imágenes tomadas por satélite que a su juicio demostrarían que Bagdad continuaba con su programa de armas de destrucción masiva. Aunque el servicio secreto español carece de los medios técnicos de la NSA (Agencia Nacional de Seguridad) de EE UU, sí disponía de imágenes de esas mismas instalaciones, sobradamente conocidas por los expertos, para compararlas con las ofrecidas por Powell. Las del CNI, procedentes del satélite Helios (que España comparte con Francia e Italia) y de fuentes comerciales, no eran tan nítidas, pero sí en muchos casos más actuales.

De la comparación de ambas imágenes, el CNI concluyó que "se ha mantenido cierta actividad" en las instalaciones de Al Taji, dedicadas al desarrollo de misiles y que "se han realizado nuevas construcciones entre septiembre de 2001 y octubre de 2002" en Al Musayyib, donde se producen y prueban misiles.

El servicio español también apreció "actividades de modificación de instalaciones y presencia de vehículos", entre julio de 2000 y agosto de 2002, en Al Haythen, dedicada a la producción de cabezas de guerra para misiles, y constataba que "se han realizado modificaciones en las edificaciones y ha sido reutilizada" Al Rafah, donde se realizan pruebas de motores de misil con propelente líquido.

Con todo, lo más preocupante es que, en Al Amiriyah, "dedicada a la producción de vacunas, entre 1996 y 2002 se han construido edificios destinados a albergar almacenes con temperaturas bajas que podrían utilizarse para almacenar agentes biológicos".

En conclusión: "Irak ha mantenido su voluntad de seguir desarrollado sus programas ADM (armas de destrucción masiva), significándose la actividad desarrollada en los ámbitos químico, biológico y de misiles".

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Sobre la firma

Miguel González
Responsable de la información sobre diplomacia y política de defensa, Casa del Rey y Vox en EL PAÍS. Licenciado en Periodismo por la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) en 1982. Trabajó también en El Noticiero Universal, La Vanguardia y El Periódico de Cataluña. Experto en aprender.

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